Europa lo ha apostado todo al coche eléctrico. Hay un problema: no produce las suficientes baterías

Europa está decidida: saltará al coche eléctrico. La prohibición de vender vehículos con motores de combustión en 2035 es el hecho definitivo, pero antes llegará Euro 7 y una importante reducción de emisiones que, sin embargo, ya se rumorea que no será tan dura como se esperaba. Pero tiene un problema: ha empezado la casa por el tejado.

Eléctrico sí o sí. En los últimos meses hemos venido contando cómo Europa se ha posicionado claramente por el coche eléctrico. Los planes normativos llevan a ello y aunque se está planteando la posibilidad de hacer una excepción con algunos vehículos o con combustibles sintéticos, en la práctica no se espera que tengan una relevancia real en ventas.

Otra posibilidad es el hidrógeno, pero Europa lo contabiliza como automóviles cero emisiones y carecen de motores de combustión en su versión de pila de combustible. El problema, en este caso, es que el hidrógeno es difícil de transportar y, de momento, repostarlo es tan caro como el diésel. Al menos eso es los que pudimos comprobar con nuestros propios ojos en Alemania.

A marchas forzadas. La velocidad con las que se han ido tomando las decisiones han derivado en que gran parte de la industria (a todos los niveles) estuviera desprevenida. Los fabricantes se han lanzado a producir vehículos altamente electrificados o eléctricos puros, pero la mayoría altamente ineficientes.

Las empresas encargadas y los Estados, van con retraso a la hora de llenar las carreteras de Europa de enchufes. Algo que vivimos de primera mano en España y que la Comisión Europea está decidida a solventar.

Pero también en las baterías. Los fabricantes se afanan en conseguir materias primas al mejor precio, cayendo incluso en las compras del pánico. El problema es que la producción de litio o níquel es limitada y algunas marcas ya se asocian con empresas mineras para garantizarse el suministro. Al mismo tiempo, han metido una marcha más en la construcción de plantas para las baterías.

Pero en déficit. El problema de Europa es que su apuesta es tan decidida que no es capaz de generar una red de seguridad para el volumen de vehículos que necesita. De hecho, desde Benchmark Mineral Intelligence ya aseguran que Europa tiene un déficit de 66 GWh en la producción de baterías para sus coches eléctricos y que éste aumentará hasta los 270 GWh en 2030. Según la consultora, Europa demandará 735 GWh en baterías para finales de esta década, un 600% más de lo actual.

Según la consultora, el problema no está sólo en la cantidad de plantas que ya están construidas o se construirán para la producción de baterías. El mayor inconveniente que está encontrando Europa es garantizarse una cadena de suministro fiable. Todo un reto cuando se calcula que China ya posee el 80% de las tierras raras y que su objetivo es pasar de los 562 GWh en 2022 en producción de baterías a 2,2TWh para 2030.

En medio de la guerra. A lo anterior hay que sumar que Europa se encuentra en mitad de una guerra comercial entre Estados Unidos y China. Desde Oriente ven cómo el coche eléctrico es un punto de inflexión para ganar mercado en un terreno que siempre se les ha resistido en Europa. De hecho, voces como la de Carlos Tavares, CEO de Stellantis, ya reclaman duros aranceles para sus productos.

En Estados Unidos, sin embargo, han optado por cerrarse al mercado chino. Joe Biden ha optado por un plan económico con una inversión de 13.000 millones para la fabricación de coches y otros 24.000 millones para las de baterías. Con su Ley de Reducción de la Inflación aspira a que sus vehículos eléctricos se fabriquen dentro de sus fronteras. Un movimiento que ha provocado que Europa esté negociando con el país americano para establecer las directrices económicas en materia de importaciones y exportaciones.

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