De niño —y no tan niño— seguro que te lo preguntaste más de una vez, medio en broma, medio a modo de reflexión científica y filosófica: ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? En un giro de aquel dilema ahora podemos plantearnos otro, más adaptado al siglo XXI: ¿Qué son primero, los vehículos eléctricos o las estaciones de carga? La psicóloga Nicole Sintov, de la Universidad de Ohio, aporta una clave que puede ayudarnos a resolver la cuestión. Sin estaciones, nos costará ver cómo triunfan los coches eléctricos; pero no porque realmente no vayamos a poder cargarlos. No. La explicación está en nuestro propio cerebro. Si no las vemos, nos sentimos menos seguros.
La conclusión de Sintov gira en torno a un concepto fundamental y bien conocido en el sector: la ansiedad por la autonomía. O, lo que es lo mismo, el miedo a que nuestro vehículo se quede sin carga a medio camino, una idea que cuajó sobre todo con los primeros modelos, dotados de baterías que aguantaban poco más de 100 kilómetros. No es una cuestión menor. Aunque los datos indican que cada vez estamos más dispuestos a dar el salto a la movilidad electricidad, hay estudios de intención de compra que demuestran que dos de las principales razones que aún nos echan atrás son la escasez de lugares de carga y la baja autonomía, incluso por encima del precio.
El peso del "y si..."
El Centro de Investigación de Vehículos Eléctricos e Híbridos Enchufables de la Universidad de Davis, en Estados Unidos, ha constatado el mismo problema. Como explicaba hace poco a Wired su director, Gil Tal, sencillamente los conductores quieren saber que encontrarán cargadores a lo largo de sus viajes, en todas las rutas posibles. Incluso aunque, "por lo general, no se detengan". La lógica es básicamente la misma que nos lleva a comprar SUV por si algún día nos vamos de viaje con toda la familia o a echar mano de todoterrenos por los dos fines de semana al año que hacemos una escapada a la montaña. Queremos estar seguros. El peso aplastante del "y si..."
Conscientes de ese hándicap y a pesar de que los vehículos eléctricos ofrecen cada vez mayor autonomía —el Volkswagen ID.3 y Skoda Enyaq iV 80, por ejemplo, superan de largo los 500 km—, Estados Unidos se ha puesto manos a la obra para reforzar su mapa de estaciones de carga. La idea es simple: que podamos ver más puntos repartidos a lo largo de nuestro camino o en el mapa, al planificar las rutas, algo que —anotan los expertos— aliviaría la ansiedad de los conductores.
Para lograrlo, el equipo de Joe Biden quiere construir 500.000 cargadores eléctricos durante el próximo lustro, una cifra considerable si se tiene en cuenta que a día de hoy por las carreteras de EEUU se reparten apenas 100.000 puntos. El objetivo es que los usuarios puedan encontrarse con un puesto cada 50 millas, el equivalente a 80,5 kilómetros. La idea no pasa únicamente por dotar a los conductores de una malla tupida de "electrolineras" a pie de calle. Además de densa, el gobierno estadounidense aspira a que sea extensa, por lo que el equipo de Biden ya ha apuntado que quiere cargadores tanto en las vías que dan servicio a las ciudades como en las secundarias.
"La red de cargadores para vehículos eléctricos debe ser totalmente accesible para todos los usuarios, independientemente de si viven en una zona urbana o rural", incide el Ejecutivo, que tiene ya un plan de inversiones. En total, plantea dedicar 7.500 millones de dólares a la iniciativa, de los que 5.000 ya están a disposición de los estados que presenten proyectos. Los 50 estados del país, el Distrito de Columbia y Puerto Rico dispondrán hasta agosto para solicitar los fondos del Gobierno federal y detallar cómo instalarán sus cargadores. Los 2.500 millones restantes se canalizarán a través de un plan de subvenciones complementario y que se lanzará más tarde.
Además del plan federal, otras administraciones locales y estatales ofrecen incentivos con el mismo propósito: aumentar la red de cargadores y, en última instancia, que los coches eléctricos se lleven cada vez un pedazo mayor en la tarde de las ventas. La meta del Departamento de Energía es que en 2030 la mitad de las nuevas ventas de coches sean de cero emisiones, si bien hay estados, como el de California, que se han puesto el listón más alto y directamente aspiran a eliminar totalmente las ventas de vehículos nuevos a gasolina ya para mediados de la próxima década.
Estados Unidos no es el único que se ha lanzado a la carrera. En España el Gobierno aprobó a finales del año pasado una iniciativa de 525 millones de euros que comparte en parte el mismo propósito: reforzar el despliegue de cargadores. El objetivo, aquí, sería lograr al menos 100.000 puntos desplegados por las vías públicas antes de que finalice 2023. Para abastecer a los más de 130 millones de coches eléctricos que se estima que circularán por las carreteras de Europa en 2035 harán falta, según datos de EY y Eurelectric, más de 65 millones de cargadores adicionales.
Los puntos de carga no servirán únicamente para atajar la ansiedad de los conductores, su miedo a quedarse tirados en mitad del camino. Paul Stern, del Instituto de Investigación Social y Ambiental de Estados Unidos, compartía con Wired otra idea igual de curiosa: a mayor número de estaciones, más presente tendremos también la opción de la movilidad eléctrica y menos extraña nos resultará. De la lógica del "y si me quedo tirado..." pasamos, sencillamente, a la de la imitación. "La gente piensa: 'Esto debe de ser algo que hacen los demás", conviene la psicóloga Nicole Sintov.
Porque al final parece que los dilemas, aunque sean complejos, ofrecen siempre una forma de atajarlos. Sí, también el enigma del huevo y la gallina que te quitaba el sueño de niño.
Imágenes | Tommy Krombacher (Unsplash) y Ed Harvey (Unsplash)
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