Pan para hoy, hambre para mañana: el vicio al conducir que puede arruinar nuestro ahorro de combustible

El combustible ha subido de precio. Si tuviéramos que calificar esta subida con una palabra, sin duda elegiríamos "mucho" o "demasiado". No es raro, por tanto, que los conductores se hayan preocupado más que nunca por el consumo de sus vehículos. Una preocupación que, en su extremo, puede llevarnos a algunas averías indeseables.

Circular a bajas revoluciones es sinónimo de un menor consumo y un uso más eficiente del coche. Pero, para que esto no se convierta en un problema, tenemos que tener claro que todo, por exceso o defecto, cansa, aburre o produce algún tipo de daño. Y esto mismo es lo que le puede pasar la motor de nuestro coche.

El cambio de marchas

Para conseguir que nuestra conducción sea más eficiente y el consumo sea menor, la fórmula más sencilla es circular con una marcha larga. Es uno de los motivos por el que los fabricantes abandonaron hace años las cinco velocidades y apostaron por desahogar el motor con un mayor número de cambios de marcha y relaciones más largas.

Con esta decisión mecánica, los fabricantes también consiguen datos favorables en consumos y emisiones durante las pruebas de homologación. El mercado se ha llenado en los últimos años de vehículos con mucho par motor en sus primeras velocidades y recorridos muy largos en a partir de la cuarta marcha.

Por tanto, para circular de la forma más eficiente posible, es imprescindible conocer dónde el motor de nuestro coche entrega lo mejor de sí mismo en la relación de entrega de potencia y consumo. Por norma general, los vehículos diésel encuentran este rango entre las 1.500 y las 3.000 rpm (revoluciones por minuto), mientras que los vehículos de gasolina se moverán más cómodamente entre las 2.000 y las 3.500 rpm.

Sin perder de vista que estas recomendaciones son generales y que varían siempre ligeramente de un motor a otro, cambiar de marcha y movernos en este rango de rpm nos permitirá circular a la velocidad deseada con el menor consumo posible.

Sin embargo, cuanto menores sean las rpm utilizadas, menor será también el consumo. Un arma de doble filo que es mejor no utilizar, pues pecar de un uso intensivo a revoluciones muy bajas en el motor puede derivar en averías indeseadas.

Las posibles averías

Si bien el consumo será menor, la aceleración de un coche que circula a unas rpm demasiado bajas también será más lenta y, sobre todo, exigirá un esfuerzo al propulsor que, a la larga, puede derivar en una avería que no compense lo ahorrado en combustible.

El problema más habitual en estos caso es que estamos forzando al motor a funcionar en un régimen de giro donde no está cómodo, por lo que acabamos con su refinamiento. Aumentan las vibraciones (y por tanto el desgaste de las piezas), lo que implica un mayor riesgo de que los componentes del motor terminen por desacoplarse y perder parte de la sincronía con sus compañeros, aumentando consumos y emisiones (que ya se miden en la ITV).

Además, si necesitamos potencia en un plazo corto de tiempo, nos veremos obligados a reducir marcha y pisar a fondo el pedal del acelerador para alcanzar la velocidad deseada. Esto disparará el consumo y, por tanto, estaremos perdiendo gran parte (o más) de lo ganado hasta entonces.

Y aunque hay otras razones que también provocan un fallo en su funcionamiento, los filtros antipartículas también son algunos de los grandes perjudicados por un uso excesivo de la circulación con un régimen de giro demasiado bajo. Igual que si nos excedemos en el uso urbano de un coche con este sistema, el filtro antipartículas no alcanza la temperatura mínima para entrar en funcionamiento, las partículas lo colman y tiene que ser sustituido. Una avería que va desde los 400 a los 1.200 euros en función de si se sustituye por uno original o por uno compatible.

Foto | Jannis Lucas

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