Hace unos meses, junto a mi compañero Javier Lacort, buceamos en las profundidades del mercado del automóvil. La impresión, no tardó en confirmarse: el precio de los coches se ha encarecido. Muchísimo. Tanto que firmas como Dacia están reinventándose. Un Dacia Sandero valía en 2022 un 66,7% más que en 2014. Un 48,5% más que ocho años atrás si se resta la inflación.
Los motivos son diversos pero apuntan a tres pilares: mayor seguridad, mayores exigencias en materia de emisiones y una carga tecnológica impensable. De hecho, si en 2014 nos hablaran de que un vehículo estaría obligado a tener de serie elementos como la alerta de cambio de carril, la cámara trasera con alerta de tráfico cruzado o detector de fatiga, no creo que nos lo imagináramos.
En 10 años, la industria del automóvil ha cambiado por completo. Hemos pasado de hablar de mecánicas a hablar de recargas, pantallas y software. Con fuertes inversiones en sus nuevos modelos, los fabricantes han optado por tejer nuevas alianzas y abrir nuevas vías de negocio. El software promete ser una de esas tablas de salvación. Y en Tesla lo tienen clarísimo.
Aquí tenéis mi FSD
La cuestión es que hasta ahora, los fabricantes no han tenido muy claro cómo explotar sus software. Al menos, en lo que a ganar dinero se refiere.
Sobre el papel, más o menos la hoja de ruta está clara. Un mejor software ayuda a que el conductor de un coche eléctrico se sienta más cómodo (mejor cálculo de rutas y previsiones, por ejemplo), se puede vender como un sello distintivo del vehículo y pulirlo redunda en un mejor comportamiento de los sistemas de conducción autónoma.
El problema es que, hasta ahora, se estaba rascando sólo la superficie. Por eso, en Tesla se han propuesto vender su FSD, el sistema de conducción semiautónoma más avanzado que tienen, a otros fabricantes. Además de poderse desbloquear con una suscripción, la compañía de Elon Musk está decidida a sacarle un mayor partido vendiéndola a terceros.
Hace unos meses, el propio Elon Musk ya avisó de que la compañía aspiraba a poder vender coches sin ningún tipo de margen de beneficios, pues los ingresos le llegarían por otras vías. Dejando a un lado la, ya clásica, carga de bravuconería en las declaraciones de Musk, la compañía ya ha emprendido el camino abriendo sus cargadores NACS a cualquier fabricante que quiera optar por su tecnología.
Y durante la última llamada a inversores, Musk confirmó que aspiran a conseguir lo mismo con su FSD. El sistema ha conseguido funcionar exclusivamente con cámaras y aunque a sus fallos se les suele dar mayor cobertura que a cualquier otro sistema, lo cierto es que también ha conseguido premios en seguridad.
La conducción autónoma hace tiempo que se planeta como uno de los pilares sobre los que asentar la estrategia a largo plazo de la compañía. El propio Musk lleva tiempo alentando la idea de que pronto (siempre es "pronto") veremos robotaxis de Tesla en las calles o que sus coches eléctricos podrían carecer de volante. De momento, ni una cosa ni la otra.
Pese a ello, los sistemas de conducción semiautónoma de Tesla son de los mejores del mercado. Con diferencia. Y que solo requieran de cámaras para su funcionamiento le permitirá a la marca vender el software a terceros con relativa facilidad. Especialmente si tenemos en cuenta que el uso de sensores LiDAR, por ejemplo, encarece el vehículo, aunque también puede funcionar como argumento de compra.
De momento, Tesla ya está optando por dilapidar gran parte de su margen de beneficios a cambio de conseguir, entre otras cosas, una mejora sustancial de su software de ayuda a la conducción y conducción completamente autónoma. La estrategia pasa por seguir ganando dinero con las suscripciones, recibir dinero por la recarga de terceros vehículos en sus cargadores y, de encontrarlos, vender también su software a terceros.
En Xataka | Tesla necesita producir millones de coches para abaratar brutalmente el coche eléctrico. Va por buen camino
Foto | David von Diemar
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