La pista del aeropuerto Trois-Rivières de Québec, una enorme y desolada lengua de asfalto de tres kilómetros, vibró el jueves por la mañana con un rugido que animaba a taparse los oídos. Hasta ahí todo en orden y nada que no se pueda esperar de una terminal en la que despegan aviones.
Lo sorprendente es que en este caso el ruido no lo generaba ningún avión, ni un helicóptero, ni siquiera un eVTOL ni nada que se le parezca ni remotamente. Su origen era un Tesla, un Model S Plaid que llegó a alcanzar la desorbitada velocidad de 348 kilómetros por hora, la mayor que alcanza —al menos que se sepa— uno de los coches que salen de la factoría de Musk.
La cuestión es: ¿Cómo se alcanzó semejante marca?
Pues pirateando el vehículo.
La receta: frenos y ruedas especiales... y pirateo
La historia la relata Fred Lambert, de Electrek, quien pudo seguir en directo y desde la propia pista canadiense la hazaña protagonizada por Guillaume André, CEO de Ingenext, una empresa con sede en Quebec que se dedica, precisamente, a vender módulos que ayudan a desbloquear determinadas funciones limitadas en el software de Tesla. Gracias a sus recursos y experiencia, la firma logró sortear los vetos fijados por el propio sistema del S Plaid y exprimir su velocidad.
El objetivo de André era llevar al límite y comprobar las capacidades del sedán de Tesla.
Como recuerda la propia Electrek, cuando la multinacional de Elon Musk anunció por primera vez el Model S Plaid aseguró que podría alcanzar los 322 kilómetros por hora. Cuando salió a la venta los conductores se encontraron sin embargo con que el vehículo, como mucho, permitía desplazarse "solo" a 262 km/h, marca que subió a 282 km/h hace meses gracias a un nuevo modo.
La prueba de André demuestra que el fabricante no se equivocaba con su anuncio. Es más, un vídeo grabado desde dentro del Model S Plaid del CEO de Ingenext muestra cómo durante la prueba el velocímetro entra en la “zona roja”, de alerta, y llega a las 216 mph (348 km/h).
Para alcanzar semejante hito, eso sí, el equipo de André tuvo que hacer algo más que piratear el coche. El equipo le añadió frenos más grandes de Mountainpass Performance y neumáticos Michelin Super Sport de mayor rendimiento. Todo con el objetivo de reforzar la seguridad del coche y, lo más importante, facilitar la complicada maniobra de frenado tras pasar los 300 km/h.
Durante su prueba André necesitó de hecho prácticamente toda la extensión de la pista de aterrizaje. El coche disponía de unos dos kilómetros para lograr su máxima velocidad y desacelerar a partir de ese instante. A pesar de los frenos especiales de los que disponía, necesitó el espacio para frenar.
La del jueves no era de hecho la primera vez que André intentaba la hazaña. Ya lo había hecho antes, pero sus pruebas se habían frustrado precisamente por la falta de espacio.
Esta vez pudo ser. Y como reconoce Lambert, el sonido que dejó el Tesla al avanzar a una velocidad desorbitada por la pista de aterrizaje canadiense era, simple y llanamente, una "locura".
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