1 de julio de 2025. A partir de ese día, todos los vehículos nuevos que se homologuen deberán cumplir con la nueva normativa Euro 7 de emisiones. O deberían, porque las voces discordantes con las nuevas reglas se multiplican, al tiempo que se proponen nuevas soluciones, más laxas con los fabricantes. La última, la de España.
Un primer pero. Euro 7 es la gran esperanza de la Unión Europea para facilitar la transición al coche completamente eléctrico. Ante el salto que supone la prohibición de vender vehículos con motores de combustión en 2035, los políticos europeos siempre han confiado en Euro 7 para encauzar el río bravo que es la industria europea de la automoción.
A la prohibición de vender automóviles con motores de combustión en 2035 se le puso un asterisco: se podrán vender aquellos que sean neutros en carbono. El matiz es importante pues Alemania e Italia, con una industria potenciada por firmas premium y de lujo habían presionado para que se cambiara el matiz de neutros en emisiones contaminantes a vehículos neutros en carbono. Es decir, podrán expulsar otras sustancias contaminantes.
De momento, el precio de los futuros combustibles sintéticos es incierto y cada uno tira para su lado. Porsche, que ha invertido en una enorme planta propia, asegura que costará dos euros (aunque no explica si se incluyen los gastos de distribución) y asociaciones ecologistas elevan esta cifra por encima de los tres euros/litro. Sí parece, sin embargo, que quedarán relegados a los vehículos de mayor precio y exclusividad.
El parque móvil europeo. El cambio, sin embargo, no debería ser relevante para el grueso del parque móvil europeo. Los límites contaminantes que se han ido proponiendo para la futura norma Euro 7 obligaría a los fabricantes a optar por motores de combustión altamente electrificados. De hecho, casi obliga a que quien se decida por este tipo de motores lo haga con vehículos híbridos enchufables.
Con estos planes sobre la mesa, hace tiempo que la industria se encamina al coche eléctrico. Sin embargo, esta tecnología sigue siendo cara y poco accesible en algunos mercados. Donde más se compra es, evidentemente, donde más poder adquisitivo se tiene: Noruega, Alemania, Países Bajos...
No es de extrañar que los fabricantes generalistas, que no encuentran el modo de abaratar el coche eléctrico a corto plazo y que siguen obteniendo un alto rendimiento de los motores de combustión, presionen para que Europa suavice las normas y permita homologar vehículos con menor protagonismo de la energía eléctrica.
Una pequeña rebelión. Visto el ejemplo de los combustibles sintéticos, una pequeña rebelión se ha formado dentro de Europa. Francia, Italia, República Checa, Rumanía, Hungría, Polonia, Bulgaria y Eslovaquia se oponen al nuevo texto en el que se establecían las duras medidas para seguir homologando vehículos nuevos con motores de combustión.
Ahora, en un nuevo capítulo de la pelea por sacar adelante la normativa, España ha presentado al Consejo de Competitividad de la Unión Europea un borrador que suaviza las obligaciones que se buscan implantar con la nueva normativa Euro 7. Una vez se comience a implantar Euro 7, los fabricantes tienen un máximo de 24 meses para que los coches que vendan en Europa se adapten a la normativa.
El cambio principal propuesto por España es que los plazos se amplíen a 30 meses, intentando flexibilizar los plazos y acercando posturas con quienes no quieren aprobar el nuevo texto anticontaminación. La propuesta española, aceptada, tiene que terminar por concretarse con una orden ministerial para que, posteriormente, pueda ser debatida por el Parlamento Europeo y la Comisión.
Un cambio sustancial en la industria. De salir adelante con los límites máximos de emisiones propuestos, se espera que los automóviles se encarezcan todavía más. De hecho, la oferta cambiará sustancialmente. Los fabricantes avisan de que los vehículos de menor tamaño corren peligro, pues el margen de beneficios de sus ventas es menor y la electrificación puede comérselos.
Opciones como las cajas de cambios manuales están en claro retroceso y los automóviles no electrificados se plantean como un imposible. A esto hay que sumar que en los últimos años, las normativas de emisiones y las obligaciones en materia de seguridad han encarecido los automóviles sensiblemente, siendo los más perjudicados los de menor precio. Justo los que más compramos en España.
Un juego de equilibrios. España se encuentra, con Euro 7, entre la espada y la pared. Los fabricantes hace tiempo que presionan para alargar los plazos y flexibilizar las normas. Lanzan mensajes que hablan de un sensible encarecimiento para el cliente final y desde ACEA aseguran que, con la prohibición de 2035 en el horizonte, apenas un 10% de todo el parque móvil será cumplidor para entonces de la nueva normativa Euro 7.
Esto es un problema para España. El Gobierno hace tiempo que tomó la bandera de liderar una industria del automóvil más limpia y una apuesta sin fisuras por el coche eléctrico, obligando a que las ayudas del Perte VEC estén ligadas a este tipo de tecnología. Sin embargo, la industria del automóvil en nuestro país es realmente fuerte y parte de ella se opone a un salto completo al coche eléctrico.
Carlos Tavares, CEO de Stellantis, se ha mostrado muy reacio a la adopción de la Euro 7 que está sobre la mesa. En Renault abogan por una transición más dulce e, incluso, en nuestro país se fabricarán parte de los motores de Horse, la empresa que los franceses han montado con Geely para el desarrollo de propulsores de combustión.
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