En estas semanas prenavideñas, planeando la visita al domicilio familiar (con diez días previos de aislamiento voluntario y doble mascarilla solo quitada para comer a dos metros unos de otros), uno piensa en sus opciones para llevarse la tecnología detrás. En mi caso, un portátil, que es lo que tengo, punto y final. Lo cual me lleva a pensar también en qué otras opciones podría tener si el día de mañana quisiese algo más potente y modular tal vez, algo en forma de sobremesa.
Primer problema: ¡me muevo! Soy un expatriado autonómico y mi trabajo no puede limitarse a un ordenador anclado a un escritorio. Cuando finalice la pandemia, menos aún, ya que volverán los viajes recurrentes a Madrid. Veamos algunas posibles combinaciones:
- Un sobremesa más una tablet con teclado y trackpad. Inconveniente: la tablet puede limitarme a la hora de trabajar fuera de casa.
- Un portátil potente para todo, como ahora. Inconveniente: tampoco es lo más aconsejable para pasar la inmensa mayoría del tiempo en un escritorio conectado a un monitor externo.
- Un ordenador de sobremesa digno más un portátil decente para moverme. Inconveniente: esto supone una suma que supera lo que pueda presupuestar para una inversión así.
En esas ideas, haciendo cábalas y sumas mentales así como valoraciones de satisfacción futura, me planteé una cuarta vía que no tenía contemplada porque la realidad de las telecomunicaciones todavía no la hace tan viable como a priori lo será en el futuro:
- Un sobremesa potente y un portátil o una tablet con teclado y trackpad en los que la potencia no importe y el precio sea bajo. Esta es una posibilidad que a día de hoy no tiene mucho sentido, pero cuando el 5G deje de ser el 4G+ con sombrero nuevo para ser 5G de pleno derecho, 5G-SA, entonces sí lo tendrá.
Esperando al 5G SA
La miga estará en que si se cumple la teoría y el 5G nos trae anchos de banda mucho mayores, menos problemas de conectividad en zonas alejadas de las antenas LTE actuales, más velocidad y una latencia parecida a la de la fibra vía WiFi, entonces podemos pensar en conectarnos remotamente a nuestro ordenador doméstico allá donde estemos. Las tarifas de datos móviles ilimitadas que ya se han normalizado en la oferta de las telecos también anima a soñar con este panorama.
La idea sería contar con un portátil más bien básico conectado vía escritorio remoto al PC de casa, y con la baja latencia del 5G y el resto de bondades que ya tenemos grabadas a fuego de tanto leerlas, poder ejecutar sin apenas retraso perceptible el escritorio doméstico. Y editar imágenes pesadas, audio, etc. sin que nuestro portátil modesto se despeine, porque la potencia de cálculo la pone otro.
Es una solución similar a la de los ordenadores headless a los que conectarnos en remoto con cualquier pantalla, ya sea de un portátil o de una tablet. Solo que sin descabezarlo.
Por soñar, hasta podemos soñar con una suerte de Stadia o xCloud propio con nuestros juegos en local a los que jugar desde cualquier parte, sin necesidad de un portátil gamer que ponga a prueba nuestras cervicales cuando tengamos que llevarlo en la mochila.
Lo mismo con nuestra colección de películas o series en local, y por supuesto con las aplicaciones (AKA "programas") de trabajo pesado, como pueda ser Final Cut Pro ejecutándose en un iPad, como en la imagen que encabeza este artículo.
¿Es posible todo esto con el 4G? Tal vez, pero la experiencia queda lejos de ser satisfactoria, sobre todo en cierta movilidad o en áreas donde la cobertura no sea óptima, o haya una leve saturación de usuarios conectados a la misma antena.
De la misma forma que solo se pudo normalizar la proliferación de 'stories' en múltiples plataformas sociales o la emisión de vídeo en directo con la llegada del 4G, solo con la llegada del 5G empezaremos a asumir como normales usos en movilidad que ahora ni siquiera conocemos, pero que irán llegando. De momento voy valorando la opción de mirar un sobremesa potente para 2024, cuando el 5G ya estará plenamente asentado. O con eso queremos soñar.
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