La semana pasada acudimos a la cita que Toshiba nos había ofrecido para conocer de primera mano su primer Ultrabook, el Toshiba Portégé Z830. La compañía lanza dos versiones de este equipo, una para el mercado doméstico y otra para el profesional, y nos avisaba que todo el stock de la versión para empresa está ya vendido antes de salir del almacen.
Razones no le faltan. El Toshiba Portégé Z830 presume de ser el ultrabook más ligero de todos los que han salido hasta ahora (1.15 kg). Después de haberlo probado durante un buen rato nos atrevemos a decir que probablemente también sea el mejor construido. Muy pocas cosas se han dejado al azar en este portátil que saldrá a la venta este mismo mes de diciembre a un precio desde 999 euros.
Un primer detalle que ya dice mucho es el número y naturaleza de los puertos. El Portégé Z830 no racanea con excusas de grosor y ofrece todo el repertorio de conexiones que podemos necesitar, desde VGA y HDMI estándar hasta dos puertos USB 2.0, un USB 3.0, Ethernet, salidas de audio, y ranura de tarjetas SD y compatibles.
La segunda parada es el diseño. La carcasa es de aleación de magnesio con una estructura interna de panal de abeja pensada para darle mayor resistencia a los golpes. Pese a su delgadez radical (15.9 milímetros), parece un equipo sólido. Puntos donde otros equipos tiemblan un poco, como las bisagras de la pantalla, aquí parecen firmes y recios.
La refrigeración se ha ubicado en la parte posterior para que no moleste y todos los componentes se han distribuido de manera que el peso está repartido por igual en todo el equipo. Lo cojamos por donde lo cojamos, no se nos inclinará hacia ningún lado, lo que resulta muy cómodo.
La pantalla es un caso especial. Es fina, tan fina que parece que podemos doblarla con la mirada y, de hecho, se dobla. Toshiba ha dotado al Portégé Z830 de una pantalla LED semiflexible. La razón no es otra que darla mayor robustez si se nos engancha en algo o la damos un mal golpe.
El peor dato del Portégé Z830 es la resolución de la pantalla, de tan sólo 1.366 × 768 píxeles en 13.3 pulgadas. Es una pena que, con el buen color y ángulos de visión que tiene el equipo no se haya optado por una resolución superior. Por lo demás, se puede optar por acabado brillante o mate, una opción más que bienvenida.
Volviendo al diseño interno, encontramos un procesador Intel Core i5 2467 a 1.60Ghz con 2GB de RAM integrados en placa. Una ranura auxiliar nos permite ampliar esta cifra a 6GB DDR3 (con un módulo de hasta 4GB). La gráfica es una Intel Mobile HD integrada y el disco duro de partida es un SSD de 128GB. Próximamente se podrá optar por otro de 256GB. En ambos casos, Toshiba ha dotado a la conexión SATA2 de este disco un sistema propio de caché que se traduce en cierta mejora en las velocidades de transferencia, sobre todo en escritura.
Pese a estar muy bien acabado, Toshiba se ha asegurado de que el interior del Portégé sea facilmente accesible retirando los tornillos de la parte inferior. Por otra parte, el Z830 es el primer ultrabook, aparte del Macbook Air, que incorpora teclado retroiluminado con un sensor de luz que lo activa automáticamente en caso necesario. Tanto el teclado como el amplio touchpad son resistentes a salpicaduras de hasta 30 centímetros cúbicos de líquidos.
En cuanto a la autonomía, no hemos tenido tiempo de chequearla, pero Toshiba asegura que es de 8.5 horas de uso. Cómo decíamos, la versión doméstica de este ultrabook costará 999 euros, mientras que su contrapatrida profesional saldrá por 1.099 euros.
Habrá que esperar a ver qué presentan las compañías en CES pero, de momento, el modelo de Toshiba se lleva el segmento ultrabook de calle, no tanto por diseño (estéticamente puede resultar más estiloso el modelo de Asus) sino por una construcción versátil e inteligente. A falta de un análisis más completo, el Toshiba Portégé Z830 huele a equipazo.
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