Me pase a un ultrapanorámico más tarde de lo que me habría gustado por una razón muy sencilla: mi presupuesto no me lo permitía. No por el monitor en sí, ya que es un producto relativamente asequible, sino porque soy usuario de Mac. Mi ordenador de trabajo era un iMac de compra moderadamente reciente, y aunque ya le había tenido que comprar un disco duro Flash para mejorar su rendimiento, aún me hacía buen servicio. Y como era un ordenador con pantalla incorporada, no había término medio: o cambiaba todo o seguía con mi iMac.
Tras unos cuantos meses de ahorro y reflexión, llegué a la solución deseada: no solo cambiaría de monitor, sino también de equipo. Adquirí un Mac Mini que tenía ganas de tener desde hacía tiempo y que encajaba con mis necesidades (epara escribir la potencia del otro me sobraba, pero para editar audio y vídeo no tanto), así como el ansiado ultrapanorámico. El modelo escogido, para el que me asesoró mi compañero Juan Carlos López, fue un LG LED 35WN75C-W de 35 pulgadas. Curvo para aprovechar más el espacio, con una relación de aspecto de 21:9 y a un precio moderadamente razonable: en torno a los 600 euros, aunque desde mi compra se puede encontrar por unos 50 menos.
La primera sensación no puede decirse que fuera inesperada, pero hizo que me echara momentáneamente las manos a la cabeza: "me he pasado". Y rápidamente empecé a hacer cábalas acerca de la posibilidad de recular y volver a la que era mi alternativa principal: seguir usando un monitor convencional y una segunda pantalla, como un portátil o un monitor pequeño, como añadido. De nuevo el ser usuario de Mac me complicaba levemente las cosas, pero era una posibilidad. Por supuesto, antes de dejarme llevar por la neurosis y convertirme en un protagonista de relato de Poe, le di unas cuantas horas al invento.
Solo necesité unas pocas horas para convencerme de que (por una vez) no me había equivocado: el monitor ultrapanorámico me facilitó en gran medida el trabajo del día a día, y un año después solo tengo un inconveniente. Cuando por necesidad tengo que trabajar en un monitor convencional o solo con mi portátil, es como volver a hacerlo en un ordenador de 8 bits: todo me parece prehistórico y muy poco práctico. Pero veamos en qué aspectos mejoró mi experiencia.
Me voy a centrar casi exclusivamente en lo que ha mejorado mi experiencia para trabajar, que el noventa por ciento del tiempo consiste en escribir. Mi compañero Jose García ya hablo también de su experiencia con un ultrawide, pero sumándole la experiencia gaming y, por ello, entrando en detalles más técnicos. Yo también uso el monitor para ver películas y jugar y la experiencia es notable -como es lógico- pero hoy vamos a hablar exclusivamente de la escritura.
Miles de ventanas
Por la naturaleza de mi trabajo, me conviene trabajar con múltiples ventanas abiertas de forma simultánea. Como mínimo, una en la que escribo y otra en la que voy consultando textos adicionales, documentación, vídeos, etc. En una pantalla de dimensiones tradicionales, para no reducir demasiado el tamaño, esas distintas fuentes eran pestañas del navegador, con la consiguiente incomodidad a la hora de mantener cierto ritmo de trabajo, y deteniendo continuamente la escritura para consultar datos.
Actualmente, me organizo de la siguiente forma: el monitor está dividido en tres espacios, que normalmente ocupan tres ventanas del mismo navegador de internet, ya que apenas uso aplicaciones en el trabajo diario. El noventa por cien de mis tareas las hago online, así que las tres ventanas (el monitor, como casi todos os de este tipo, incluye su propia aplicación para ayudar a organizar el escritorio) son: primero, a la izquierda, un bloque de pestañas donde hay páginas que me conviene tener abiertas, pero no necesariamente a la vista de continuo (Whatsapp, Gmail, Slack y otras páginas que uso para gestionar el trabajo).
La segunda de estas tres columnas es la central, donde escribo: la página de edición de posts de Xataka, o cualquier documento que esté editando en ese momento (a menudo del ecosistema de Google). Finalmente, a la derecha, las webs que esté consultando como documentación o incluso Tweetdeck (cuyo flujo de tweets me gusta tener abierto como un feed de titulares), Youtube, Spotify, etc. Esta división, por supuesto, no sería posible en un monitor de proporciones normales, donde la división en dos ya queda ridícula.
El flujo de trabajo, como es lógico y como he dicho más arriba, ha mejorado muchísimo. Puedo estar escribiendo casi continuamente, deteniéndome solo cuando veo que en la pantalla sucede algo que requiere mi atención. Es un salto que a veces es excesivo: demasiada productividad para un humano, por así decirlo. En cualquier caso, no hay marcha atrás.
A estas ventajas se añade, por supuesto, la mayor calidad de imagen respecto a anteriores monitores que he usado y que me está permitiendo emplearlo también como monitor para jugar, lo que indiscutiblemente es muy útil cuando, como me pasa a mí, jugar es a menudo parte de mi trabajo. Esto lo habría conseguido con cualquier monitor, es obvio, pero en mi caso y debido al historial con Mac que os he relatado, es la primera vez que puedo disfrutar de ello.
La mayor diferencia la he notado, como os cuento, en una revolución total de mi espacio de trabajo, y que se acentúa incluso cuando hago tareas muy puntuales como edición de vídeo. Pero a los editores no tengo que venderles ninguna de las ventajas de las pantallas ultrawide porque las conocen de sobra y este tipo de monitores se han estandarizado en sus trabajos. Aquí he preferido centrarme en la parte práctica de una tarea tan sencilla como escribir, donde, para ser francos, no esperaba una revolución tan absoluta. Siguiente paso: ya no hay siguiente paso, estoy ya en el estado de mente galaxia.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 38 Comentarios