El router, principal equipo de nuestro hogar digital, nos da conectividad con Internet y en red local, nos permite acceder a servicios en streaming, jugar online, navegar por la web, hacer videollamadas, acceder al correo electrónico y dar soporte a los equipos "inteligentes" de la casa.
Sin embargo, es un elemento desconocido para una gran masa de usuarios que tras ser instalado por el técnico de la operadora y averiguar la clave de la WiFi probablemente pasará los días camuflado en el salón, sin que le prestemos atención, gobernando en segundo plano el comportamiento de nuestro acceso a Internet.
Mientras todo funciona a la perfección no hay problema, pero cuando empezamos a sufrir ralentizaciones, cortes en la conexión inalámbrica, parones en los vídeos o exceso de ping en los juegos entonces nos surge la duda: ¿Es suficientemente bueno el router que me ha instalado de serie mi operadora o sería conveniente cambiarlo por una alternativa mejor?
Evaluando nuestras necesidades
En los últimos años hemos venido haciendo un repaso periódico por la oferta de routers que nos ceden las operadoras al contratar sus servicios, llegando a la conclusión de que progresivamente han ido mejorando las capacidades de éstos tanto en velocidad como en prestaciones adicionales.
Sin embargo, no debemos olvidar que este tipo de dispositivos tienen una sola razón de ser: dar soporte básico a las actividades que hemos contratado con la operadora y en el mejor de los casos estar preparados también para futuras actualizaciones y mejoras en el servicio. Es decir, dependiendo del tipo de acceso al que estemos suscritos dispondremos de un router con mayores o menores prestaciones.
Por ejemplo, si solo tenemos cobertura de ADSL lo habitual es que nos proporcionen un router anticuado con poca capacidad de procesamiento y conectividad muy limitada, tanto en las redes locales con puertos que no superarán los 100 Mbps y en la interfaz WiFi que con suerte será de tipo N a 150 Mbps.
Si contamos con cobertura de fibra óptica o cable la situación mejora considerablemente, ya que en los últimos años las operadoras se ha puesto las pilas y han apostado por equipos mucho más potentes que estén preparados para velocidades de hasta 1 Gbps (aunque tengamos contratado un acceso más lento de por ejemplo 100, 300 o 600 Mbps), lo que se ha traducido en puertos Ethernet e interfaces inalámbricas mucho más veloces.
¿Es entonces el router de mi operadora suficientemente bueno? Pues dependerá del uso que vayamos a hacer de nuestra red local, de los servicios digitales a los que accedamos y sobre todo de cómo se comporte en el día a día. Si en general satisface nuestras necesidades con buena velocidad, estabilidad, suficiente cobertura de la red inalámbrica en todas las habitaciones y respuesta razonablemente rápida probablemente no tengamos la necesidad de buscar otro modelo o alternativa.
Si por el contrario, y a pesar de tener contratada una buena conexión con nuestro ISP, sufrimos de cortes frecuentes en la WiFi, baja velocidad de acceso a Internet, poco radio de cobertura inalámbrica, cuelgues ocasionales del propio router, parones continuos en los servicios de vídeo como YouTube o Netflix incluso cuando estamos accediendo por Ethernet o problemas similares, entonces quizá el problema sea que nuestro querido router es pobre en prestaciones y debamos cambiarlo o complementarlo con otro modelo más potente.
Lo mínimo que le pediría a un router en 2021
Los routers son complejos sistemas informáticos que incluyen procesadores, coprocesadores, puertos de entrada y salida, memorias RAM y sistemas operativos, características que en muchos casos no están especificadas claramente en los escuetos manuales de usuario incluidos en la caja.
De ahí que resulte difícil valorar si un modelo es mejor que otro atendiendo únicamente a este tipo de parámetros, sobre todo en los equipos cedidos por las operadoras, donde las instrucciones en papel además suelen brillar por su ausencia remitiéndonos, en el mejor de los casos, a un enlace web con escasa información técnica y habitualmente de poca utilidad.
Sin embargo, sí hay algunas características o funcionalidades que deberíamos pedirle a un router en 2021 para que sea capaz de ofrecer unas mínimas prestaciones a la altura de los servicios domésticos más habituales en la actualidad. Si un equipo no cumple con estos mínimos requisitos probablemente no podremos extraer todo el potencial de nuestras conexiones a Internet y locales y nos convendría cambiarlo.
Para empezar, es recomendable contar con 3 o 4 puertos Ethernet Gigabit libres que nos permitan mover grandes cantidades de datos por la red local, para conectar equipos exigentes y NAS de última generación. Pero también son necesarios si queremos contratar conexiones de fibra superiores a 100 Mbps y vamos a usar enlaces cableados (Ethernet o PLC) en casa.
Los puertos clásicos a 10/100 Mbps que todavía algunos routers antiguos ofrecen (y no solo routers, sino también conjuntos de redes en malla, extensores WiFi y PLCs) pueden seguir siendo válidos para conexiones de ADSL básicas, pero están claramente obsoletos y si nuestro router solo tiene este tipo de conexiones estaremos limitando las posibilidades de la red interna a la hora de transmitir contenidos de vídeo 4K o conectar varios equipos simultáneamente a la máxima velocidad.
En cuanto a la conectividad WiFi, lo mínimo que podemos pedir a un router este 2021 es que tenga interfaz WiFi AC en 5 GHz de 867 Mbps que nos permita conectar televisores 4K, reproductores multimedia y sistemas auxiliares de alta velocidad, aunque sea solo en la habitación donde está el router, puesto que la capacidad de penetración en esta banda es inferior a la obtenida en 2,4 GHz, donde como mínimo deberíamos contar con WiFi N de por lo menos 300 Mbps para poder usarla por toda la casa.
Un buen router que se precie de serlo debería incorporar además compatibilidad con WiFi 6 (antes conocido bajo el nombre de protocolo 802.11ax), la nueva versión del estándar inalámbrico entre cuyas ventajas nos encontramos con: una mayor velocidad de conexión hasta un 40% superior que WiFi AC (ahora conocido como WiFi 5), una mejor respuesta cuando hay muchos dispositivos conectados a una misma red, posibilidad de funcionar tanto en 2,4 como en 5 GHz e incluso en 6 GHz y una mayor eficiencia energética.
También es capaz de ofrecer conectividad extra en forma de puertos USB 2.0 o 3.0 por si queremos compartir contenidos en streaming con todos los equipos de la red simplemente conectando una memoria o disco duro al router, usarlo como sistema de copia de seguridad automatizada, centro de impresión local, e incluso para ir guardando las descargas BitTorrent si el router puede funcionar como un cliente de esta red P2P o para montar un servidor FTP, aunque estas últimas son funciones más típicas de un NAS que probablemente nos dará además mejores prestaciones.
Además, un buen router no solo debe ofrecer estupendas especificaciones técnicas, sino que también incorpora una interfaz de usuario sencilla de usar pero potente que nos permita configurar los parámetros básicos más habituales (como contraseñas, apagar y encender la WiFi, cambiar los canales de frecuencia y la potencia, etc.) y los avanzados rápidamente y sin perdernos en menús eternos. Este suele ser un punto que no cumplen habitualmente los equipos cedidos por las operadoras, ya que muchas de estas opciones y funciones avanzadas están bloqueadas de serie obligándonos a comprar un equipo adicional si queremos acceder a ellas.
Antes de comprar nada, intentemos optimizar
Pero antes de ir como locos a una tienda a comprar un nuevo modelo de router debemos pensar si estamos haciendo todo lo posible por explotar las posibilidades de nuestro equipo. Por ejemplo, ¿hemos configurado correctamente la conectividad inalámbrica?
Es muy habitual tener una pésima cobertura WiFi incluso estando pegados al router y lamentarnos de la poca calidad de éste pensando que con uno de otra marca lograremos una mayor velocidad de conexión. Luego vamos al comercio, compramos la última maravilla del mercado y tras instalarlo en casa apenas hay diferencias. ¿Es igual de malo que el que teníamos? Probablemente el problema esté en la saturación de las bandas WiFi por otras redes adyacentes y no en el router.
Lo primero que conviene hacer tras poner en funcionamiento un nuevo router es verificar que ha sido capaz de elegir la banda de frecuencias más adecuada a nuestra vivienda. Generalmente estaremos rodeados de vecinos con sus propias redes WiFi que interferirán en la nuestra reduciendo su velocidad y cobertura.
Tanto, que en los casos más extremos apenas podremos conectarnos. La solución, si hay bandas libres, es relativamente sencilla y pasa por cambiarnos a una menos saturada, como ya hemos visto en anteriores ocasiones o si podemos apostar directamente por la de 5 GHz si el uso preferente estará cerca del lugar de instalación del router.
También es conveniente optimizar qué equipos conectamos a cada interfaz de conexión. Por ejemplo, los que más ancho de banda consumen (televisor, reproductores multimedia, PC de sobremesa o NAS) suele ser conveniente conectarlos por cable Ethernet para aprovechar la mayor velocidad de éstos y dejar libre la conexión WiFi para los smartphones, tabletas y PCs portátiles.
Por último, no está de más complementar las conexiones del router con otras tecnologías mixtas que nos ayuden a llevar la conectividad a las habitaciones más alejadas de la casa. Por ejemplo, podemos montar una red híbrida PLC-WiFi que libere parte del espectro inalámbrico creando un nuevo punto de acceso WiFi o cableado solo en la habitación que queramos, por ejemplo en la que sea más problemática a la hora de tener buena recepción WiFi.
¿Sustituir o complementar?
Si tras tratar de optimizar seguimos necesitando más prestaciones y/o una conectividad más potente para nuestra red local entonces probablemente necesitaremos dar el paso y optar por un nuevo equipo, un nuevo router que potencie la conexión de red.
Sin embargo, antes de adquirirlo hemos de tener en cuenta que, en general, la mayoría de modelos neutros (sin marca de operadora) que encontraremos en las tiendas no sirven para todos los servicios de nuestro ISP, no son 100% compatibles, o la configuración que habría que hacer no es inmediata ni está al alcance de todo el mundo.
En el mercado podemos encontrar multitud de routers neutros pero solo unos pocos de ellos vienen con módem ADSL o de cable incorporado, imprescindible si tenemos una de estas conexiones. Menor aún es el número de modelos que podemos conectar a una red óptica y son compatibles con los servicios de VoIP y TV de nuestra operadora.
Por ello, si lo que queremos es un router que sustituya por completo al que ya tenemos puede que tengamos dificultades para encontrarlo y debamos optar más por complementar nuestro modelo actual que por reemplazarlo por completo. Es decir, probablemente la mejor opción sea que completemos y mejoremos nuestra conexión con otro dispositivo más avanzado que se encargará de gestionar una parte de la red local interna, pero manteniendo el router de la operadora como nodo central y para dar salida a Internet.
En este punto tenemos varias opciones. Por ejemplo, si el problema está en la red inalámbrica podemos optar por usar algún punto de acceso que genere una red WiFi propia de mayor calidad prescindiendo de la del router de nuestra operadora.
También están cobrando mucha importancia en los últimos años las denominadas redes Mesh o redes en malla que establecen una red inalámbrica por toda la casa situando varios dispositivos en diferentes habitaciones y conectándose todas ellas al router de la operadora por cable Ethernet.
Por último, una opción muy sencilla y que suele dar buenos resultados (salvo algún cuelgue ocasional) son los adaptadores PLC, ya sean con conectividad WiFi o sin ella, permitiéndonos llevar la conexión hasta todas las habitaciones a través de la red eléctrica de la casa. Son un buen complemento al router básico puesto que extienden la conexión más allá de la cobertura WiFi estándar, aunque no están exentos de problemas.
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