Tras 80 años buscando en las profundidades, hemos encontrado al fin una joya de los submarinos: el Defender

Hay embarcaciones dedicadas a cazar tesoros. Y otras que, por azares de la atribulada historia náutica, acaban convertidas ellas mismas en tesoros. Le ocurrió al Defender, un submarino estadounidense ensamblado a comienzos del siglo XX por la Lake Torpedo Boat Company, firma del célebre ingeniero y arquitecto naval Simon Lake. Su historia tiene poco de épica y acumula más fracasos que victorias, pero lo que sí logró el Defender fue granjearse cierta fama. Tanto en vida de Simon Lake, quien falleció en 1945, tras acumular decenas de patentes… Como desde mediados de los 40, cuando el sumergible se esfumó casi sin dejar rastro.

Ahora, ocho décadas después, al fin hemos dado con él.

Para entender por qué fue importante el submarino Defender en su época y por qué lo es que lo hayamos encontrado ahora hace falta remontarse a comienzos del siglo XX. A 1907, para ser más precisos, año en que la Armada de EEUU lanzó un concurso con el propósito de hacerse con media decena de submarinos. A cambio las autoridades ofrecían un jugoso contrato de varios millones de dólares.

Decidido a hacerse con el contrato Simon Lake, un experimentado ingeniero mecánico de New Jersey, decidió apostar por un diseño que bautizó con su propio nombre, el Lake XV —o Lake, sin más—, un sumergible para 10 tripulantes de 28 m de largo, cuatro de manga y un desplazamiento bajo el agua de 200 toneladas que iba equipado además con tres tubos para torpedos de 457 mm.

"Tocar la historia"

No partía de cero. Ni se movía a ciegas. Al concebirlo Lake aprovechó la experiencia que había acumulado con sus dos sumergibles anteriores, el Argonaut y Protector, sumergible este último botado en 1902 con innovaciones importantes —por ejemplo ciertos añadidos en la parte delantera de la torre de mando— y atrajo el interés de las autoridades rusas, que lo rebautizaron Osetr.

Al Lake XV, sin embargo, no le fue bien en su propósito. Quizás fuese un buen diseño, pero no convenció a la Armada de EEUU, que se decantó por la propuesta alternativa: el Octopus (SS-9), un modelo de 32 metros de eslora que demostró ser más rápido tanto en la superficie como bajo el agua durante las pruebas.

Una cosa era sin embargo renunciar al concurso y otra a la carrera submarina.

Resignado a perder el contrato, Lake hizo lo único que podía, como recuerdan en Nav Source: devolvió el buque al astillero de Bridgeport —por donde pasó en 1907 y 1928—, le aplicó algunos cambios y lo reacondicionó para que pudiese dedicarse a trabajos con minas y salvamento. Nuevo enfoque y nuevo nombre: quizás en un intento por dejar atrás su pasado, el Lake se rebautizó como Defender.

Popular Mechanics explica que el sumergible podía actuar como base para buzos e incluso incorporaba un sistema de ruedas para moverse por el fondo del mar.

Tampoco aquello funcionó. A la Armada no acaba de convencerle el submarino, que incluso llegó a plantearse sin éxito como opción para la expedición al Ártico de Hubert Wilkins. En un intento desesperado por cambiar su estrella Lake ofreció a la Marina una demostración de salvamento frente a Block Island, en 1929, y se ganó el mediático apoyo de la aviadora y escritora Amelia Earhart.

Buena publicidad, discretos resultados.

Simon Lake fantaseó con utilizar el submarino para recuperar el oro de una antigua fragata hundida, pero la realidad es que la historia del Defender acabó siendo bastante más gris y anodina: se quedó acumulando polvo en un muelle de New London, donde se hundió en varias ocasiones. Incapaz de cambiar su estrella terminó abandonado en un lodazal de Old Saybrook, en Middlesex.

Hartos quizás de ver aquella mole herrumbrosa empantanada en la costa de Connecticut, en 1946ya fallecido Simon Lake—, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército decidió mover ficha: sacó el Defender de la marisma y lo hundió en algún punto de la extensa Long Island Sound, en las aguas del Océano Atlántico.

Dónde exactamente es un dato que no trascendió.

Hasta ahora.

Casi 80 años después un equipo dirigido por Richard Simon, un buzo de Connecticut fascinado por la historia del Defender, ha conseguido dar con su paradero. La tarea no ha sido sencilla: Long Island Sound tiene una superficie de más de 3.000 kilómetros cuadrados, así que la expedición ha tenido que revisar durante meses los datos de los sónares y mapeo submarino, además de bucear en documentos a los que accedió gracias a la Ley de Libertad de Información.

"Un submarino tiene una forma bastante distintiva. Tiene que tener 100 pies de largo y 13 de diámetro, así que hice una lista de todo lo que era tan largo", explica Simon a Associated Press. Con esas pautas, mucha paciencia y afrontando también algún que otro imprevisto de última hora, como la marea que les obligó a abortar un primer intento de inmersión, el equipo se lanzó a la búsqueda del Defender. El premio lo logró a finales de abril, cuando lo localizó frente a Old Saybrook.

La búsqueda fue casi tan intensa como la historia del propio Defender. Simon reconoce la ansiedad de las últimas horas de la misión, cuando esperaba desde la cubierta del barco que emergieran los dos buzos que debían confirmar el hallazgo. Cuando al fin los vio salir del agua —explica— sintió una "alegría pura".

Los datos e imágenes recabados por el equipo de Simon muestran la longitud y tamaño del submarino, además de la forma y características de la quilla. Sumado al lugar de la inmersión les ha llevado a identificar el pecio como el emblemático Defender. Ahora ya plantean próximas expediciones para tomar fotos y vídeos.

"Estaba escondido a plena vista —añade—. Está en las cartas de navegación. Se sabe de su existencia en Long Island Sound, solo que nadie sabía lo que era".

"Al bucear en pecios puedo visitar la historia, tocarla, vivirla", explica.

Imagen de portada: Submarine Force Museum and Library

En Xataka: Llevábamos 80 años dando por perdido en el fondo del mar al submarino USS Albacore. Hasta ahora

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