Los vecinos de la Meca, en Arabia Saudí, lo tienen fácil para saber la hora. Al menos juegan con un punto a su favor. En lo alto del tercer edificio más alto del mundo, la torre de Abraj Al Bait, se alza el que probablemente —al menos así lo destacan las guías de viaje— sea el reloj más grande del planeta: un gigantesco mecanismo con cuatro esferas de más de 46 metros de diámetro y agujas dignas de Brobdingnag, el país de los gigantes de Gulliver. Las manecillas que marcan las horas miden 17 metros y los minuteros 22. A modo de referencia y para comprender sus enormes dimensiones, la longitud máxima que puede tener un tráiler en España es 16,50 metros.
La talla del reloj va en proporción a la de su propia torre. El mecanismo corona la estructura más alta del complejo Abraj Al Bait, de 601 metros de alto y más de 100 plantas, lo que lo convierte en el edificio más alto de Arabia Saudita. En todo el globo, solo lo superan el Burj Khalifa, de 828 metros; y la Torre de Shanghái, de 623 m. El complejo está situado al lado de la mezquita Masjid al-Haram y el Kaaba, el principal espacio sagrado para los musulmanes. Las torres, de hecho, disponen de espacio para la oración. Su enorme tamaño le permite en cualquier caso acoger otros usos, como un centro comercial con capacidad para 65.000 personas o un hotel de cinco estrellas.
Visible a kilómetros de distancia
Para coronar la estructura, los responsables del complejo Abraj Al Bait —que suma en total siete torres y se inauguró hace poco más de una década, en 2011— quisieron diseñar un mecanismo único. Tanto, de hecho, que a menudo el rascacielos que lo acoge (Fairmont) se conoce como Makkah Royal Clocj Tower o, directamente, Mecca Clock Tower.
El reloj incluye cuatro esferas que miran hacia sus cuatro costados, dotados de impresionante mosaicos que suman, en conjunto, 98 millones de piezas de vidrio. Se alza a unos 530 metros del suelo, está iluminada con dos millones de luces LED y sus dimensiones permiten que sea visible —aseguran sus responsables— a 25 kilómetros de distancia. Sobre el reloj se alza a su vez un pináculo terminado en una media luna que marca el techo del complejo. Justo debajo, a 558 metros de altura, hay una plataforma que ofrece unas vistas espectaculares de la Meca.
En las diferentes caras del reloj hay alusiones a Alá y el Corán y cerca de 21.000 luces de colores blanco y verde —los de la bandera de Arabia Saudita— coronan su parte superior. Cinco veces al día, coincidiendo con la oración del Islam, las bombillas parpadean con una señala que puede verse incluso a 30 km de distancia. En el centro de cada una de las esferas luce además el escudo saudí.
Para reforzar el interés del edificio y el mecanismo, los pisos superiores de la torre albergan también un museo de astronomía, el Clock Tower Museum. El recinto está dotado de su propia área de observación y en sus salas se abordan, entre otros temas, la medición del tiempo.
Con su puesta en marcha, el reloj de Abraj Al Bait dejó pequeñas otras grandes esferas del mundo. La más popular sea quizás el Big Ben, más conocida, sí; pero mucho más pequeña. El mecanismo que marca las horas para la City tiene un diámetro de 7,5 metros y sus agujas, aunque enormes, son muy inferiores a las del ingenio de Arabia Saudita: la que marca la hora mide 2,7 metros y la de los minutos 4,27 metros. Las caras del reloj se alzan a unos 55 metros del suelo.
Imágenes | Gigi-dreams (Flickr) y Samira Akil Zaman (Flickr)
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