La bomba atómica fue lo que terminó por derrotar a Japón durante la Segunda Guerra Mundial, pero durante meses fueron los bombarderos Boeing B-29 'Superfortress' los que decantaron la guerra a favor de los estadounidenses. Cientos de estos bombarderos sobrevolaban y destruían las ciudades japonesas, demostrando su superioridad como el avión más avanzado de la época.
En la lucha contra el eje, Reino Unido, la Unión Soviética y los Estados Unidos compartían información y recursos, pero cada nación reservaba para sí algunos avances tecnológicos. Y los super bombarderos B-29 eran una de las armas de guerra más envidiadas.
Los Boeing B-29 disponían de ametralladoras controladas a distancia, compartimentos presurizados, ruedas dobles, un sistema de aterrizaje avanzado y los motores más potentes. Como bombarderos, tenían capacidad para transportar unas 9 toneladas de bombas y arrojarlas sobre objetivos a 5.000 kilómetros de distancia.
Eran bombarderos de largo alcance, pudiendo volar a gran altitud fuera del alcance de las defensas japonesas. Como describe Amusing Planet, en comparación, el bombardero soviético más avanzado por entonces utilizaba alerones cubiertos de tela. Nada que ver con el aluminio del B-29.
El presidente Roosevelt compartió con Stalin una enorme cantidad de recursos, vehículos y aviones, pero ninguno de estos bombarderos. Ni siquiera bajo alquiler. Una tecnología de largo alcance que los soviéticos podrían utilizar en su contra.
Como recoge Neatorama, a los B-29 se les ordenó aterrizar en tierras rusas en caso de emergencia. Y en verano de 1944 llegó el momento esperado por Stalin.
Tres Boeing B-29 ('General H.H. Arnold Special', 'Ding How' y 'Ramp Tramp') se detuvieron en Vladivostok. La tripulación estadounidense volvió a casa, pero las demandas de devolución de los Estados Unidos fueron ignoradas. Con esos tres aviones, dio comienzo uno de los ejercicios de ingeniería inversa más complejos de la historia.
Tupolev Tu-4: uno de los grandes trabajos de ingeniería inversa de la historia
Los ingenieros rusos desmantelaron por completo uno de los tres B-29. El segundo de ellos fue utilizado como referencia y con el tercer modelo se hicieron tests y pruebas de vuelo. En menos de dos años, los rusos construyeron el Tupolev Tu-4 "Bull", en honor a Andrei Tupolev, ingeniero jefe del proyecto.
Visualmente el Tu-4 era idéntico a los B-29, con el mismo tamaño, rango y velocidad. Pero el proceso no fue fácil y se tuvieron que realizar algunos compromisos. La URSS no disponía de las mismas láminas de aluminio y se tuvo que apostar por un material más grueso, lo que provocó que el Tu-4 pesara unos 340 kilogramos extra.
Las ametralladoras de calibre .50 fueron sustituidas por cañones Nudelman-Suranov NS-23. Los motores fueron sustituidos por los Shvetsov ASh-73TK. Pero el mayor desafío fue replicar el sofisticado centro de control de disparo. Los Boeing B-29 utilizaban cinco computadoras de General Electric para gestionar las armas y el sistema estaba fabricado con gran precisión teniendo en cuenta las características del avión. Finalmente, tras un par de años de trabajo lograron un sistema funcional.
El primer vuelo de un Tu-4 data de 1947. En agosto de ese mismo año se realizó el día de la aviación en la Unión Soviética, donde también estaban presentes los embajadores estadounidenses. Según describe el libro 'The Arrow', de James Dow, ese día volaron tres grandes bombarderos que se presuponían eran los B-29, pero la sorpresa llegó cuando un cuarto bombardero idéntico sobrevoló Moscú.
Fue entonces cuando los analistas occidentales concluyeron que los soviéticos habían sido capaces de replicar bajo ingeniería inversa una de las grandes armas de los estadounidenses. Era solo el inicio de la Guerra Fría.
Imagen de portada | Andrey Korchagin (Flickr)
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