A base de verlo repetido una y otra vez en los libros del colegio, los listados de curiosidades geográficas y las enciclopedias, lo damos por sentado, como parte de ese acerbo de cultura general que se supone a cualquiera con un par de lecturas: el Everest es la montana más alta del planeta. Resulta que la cosa, sin embargo, no es tan sencilla como nos explicaban en Conocimiento del Medio. Al final, como en casi todo, depende de la perspectiva con la que se mire.
La cima del Himalaya es efectivamente la más elevada sobre el nivel del mar, que es el baremo que utilizan habitualmente los expertos para medir alturas; pero… ¿Qué pasa si prescindimos de él y nos fijamos, simple y llanamente, en el tamaño global las montañas? ¿Sigue siendo en ese caso el Everest el mayor gigante del mundo? No. Y con claridad, además. Si se cambia el criterio hay contrincantes más aventajados, como Mauna Kea, un volcán inactivo situado en Hawái.
El Mauna Kea, “Montaña Blanca”, tiene una altura de 4.205 metros. Eso, claro, si se toma como referencia el nivel del mar. Con esa marca, queda muy lejos de los 8.848 metros que alcanza el Everest. La clave está bajo el océano, donde se oculta la mayor extensión del Mauna Kea, en torno a unos 6.000 m. Si la medición se hiciese desde su base y hasta el pico, el resultado —según los datos que maneja el Servicio Geológico de EE.UU. (USGS)— es que la altura rondaría los 10.211 m, una medida “considerablemente mayor que la montaña más alta de la Tierra, el Monte Everest”.
La clave, bajo el agua
¿Cuál es la razón del colosal tamaño del Mauna Kea? ¿Y de que oculte semejante extensión bajo las aguas del Pacífico? Como detalla el geólogo David Tobar en un artículo de El Tiempo, la clave es su origen volcánico. Al entrar en contacto con el agua, el magma se enfría, solidifica y genera la roca que sirve de base al gigante. En el caso del Mauna Kea, un “volcán escudo”, la base es extensa y sus laderas presentan una inclinación muy baja, lo que facilita que alcance grandes alturas.
Muy cerca tiene su vecino Mauna Loa, el volcán activo más grande del planeta y que solo desde 1843 ha entrado erupción más de una treintena de veces. Su cima asoma 4.169 metros sobre el nivel del mar, algo menos que el Mauna Kea, pero con un secreto sumergido similar. Los propios expertos del USGS resaltan la enorme superficie que se oculta bajo las aguas del Océano Pacífico, sobre todo si se tiene en cuenta la depresión del propio fondo marino por la masa del volcán. Hace no mucho el Mauna Loa saltaba a los titulares al entrar en erupción por primera vez en casi cuatro décadas.
Las características del Mauna Kea no han pasado desapercibidas a los astrónomos profesionales. A día de hoy suma más de una docena de telescopios. Sobre la mesa se ha puesto incluso un proyecto internacional con un presupuesto de 1.400 millones de dólares para añadir a ese listado un nuevo observatorio con un dispositivo de 30 metros, propuesta que se topó con el rechazo de quienes apuestan por preservar el espacio. Entre ellos se cuenta el actor Jason Momoa.
El Everest volvería a quedarse corto también si volvemos a cambiar el criterio y, en vez de tener en cuenta la altura respecto al nivel del mar o desde la base misma de la montaña, se toma como referencia otro baremo: la distancia con respecto al centro de la Tierra.
En ese caso —recuerda Live Science— destacaría por méritos propios el Chimborazo, en los Andes. Su altura desde el nivel del mar es de 6.263 m, bastante por debajo de los 8.848 del Everest; pero la cosa cambia cuando se valora la distancia con respecto al centro del planeta. Hablamos entonces de 6.384,4 kilómetros, más que los 6.382,6 de la gran montaña del Himalaya. La medida la corroboró en 2016 una expedición del Instituto Geográfico Militar de Ecuador y el Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD) gracias a mediciones realizadas con la ayuda de un sistema GPS.
El secreto del Chimborazo no está bajo las procelosas aguas del océano, como ocurre con el Mauna Kea y Mauna Loa, en Hawái, sino en el lugar que ocupa en el planeta. La peculiar forma de la Tierra, un esferoide achatado que sobresale a lo largo del ecuador, y la diferencia entre el radio polar y el ecuatorial sitúa a la cumbre andina en un lugar aventajado para ganar al resto de contrincantes en la carrera por convertirse en el gran "gigante" de la superficie terrestre.
Si saltamos de Liga y pasamos al Sistema Solar, donde podemos encontrar titanes como el Monte Olimpo, en Marte, con una altura de alrededor de 27.000 metros, las escalas se desdibujan.
Imágenes | Peter Luo (Unsplash) y Kahunapule Michael Johnson (Flickr)
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