Hace años tuve la oportunidad de entrevistar a Xavier Mariscal. Entre las muchas preguntas que surgieron en aquella conversación recuerdo que le pregunté qué era para él el arte. Contestó rápido, sin vacilar, con firmeza: arte es lo que se exhibe en los museos.
Definir qué es el arte es complicado, subjetivo; pero la aproximación de Mariscal, con los museos como lugar contenedor, me pareció interesante aunque discutible. Arte es lo que hay en los museos, y en los museos también hay tecnología.
Museos y tecnología, una breve introducción
Con este artículo, comenzamos en Xataka una serie de posts dedicados a hablar de los museos, la tecnología y la relación entre ambos. A través de diferentes perspectivas exploraremos cómo funcionan ambos, las capacidades de interacción o algunos temas controvertidos, como la prohibición de hacer fotos en las salas.
Hoy empezamos con una breve introducción, para poner todo sobre la mesa y arañar la superficie de un mundo fascinante que lucha entre lo clásico y lo moderno. La tensión de salvaguardar el legado histórico con la necesidad a la vez de dar luz a las nuevas tendencias. Un choque que empezó a finales del siglo XIX.
Todo ello, con la tecnología de por medio. Resulta difícil pensar en sectores donde el silicio no tiene una presencia importante. Ha ayudado de muchas formas, lo sabemos. No hace falta recurrir al manido discurso idealista de lo buenas que son las tecnologías.
Su influencia es inevitable. Está ahí y los museos no son una excepción. Saben, sus administradores, que nuestra forma de ver y experimentar está cambiando. Ya no es sólo la clásica visita en silencio contemplando cada obra, hay otras maneras de ver las cosas.
Interactuamos de formas diferentes, no sólo con los ojos o las manos sino también con el móvil, el tablet. Hacemos fotos con ellos, buscamos información sobre lo que estamos viendo. Las audioguías también están ahí, para actuar como metanarración de la historia per se que cuenta la obra.
Si echamos un ojo a los datos, vemos que los museos están afrontando un periodo de transición. Algunos ya están al día, y buscan constantemente buscando nuevas formas de ofrecer la tecnología dentro de la experiencia del museo.
Los museos permiten a las personas explorar las colecciones de arte para inspirarse, aprender y disfrutar. Son instituciones que coleccionan, protegen y hacen accesibles estos objetos y especies en las que, como sociedad, confiamos.
Otros en cambio, van poco a poco; una transformación lenta pero obligatoria para seguir siendo atractivos. Con este panorama como referencia, veamos los datos que ofrece Museums Association en una encuesta realizada el pasado mes de octubre a 175 museos.
El 50% de los encuestados tenían una versión adaptada de su página web para dispositivos móviles. El 19% tenían planes de tenerla lista en los próximos 12 meses y el 31% no lo contemplaban en dicho plazo.
Entre las tecnologías implementadas, la que más penetración tiene son los códigos QR con un 63%. Tiene sentido, ya que de todas las opciones posibles es la más económica de todas a la hora de desarrollar y poner en las salas.
Detrás tenemos a las clásicas audioguías con un 40% y un 6% adicional para las de pago. Detrás de ellos, tenemos diferentes tecnologías móviles como sitios webs optimizados, aplicaciones para tablets... En último lugar una de las más costosas: la realidad aumentada.
¿Con qué finalidad integran los directores de los museos de las tecnologías? Por un lado para mejorar la experiencia de la visita aportando más información (68%) mientras que otros prefieren crear un lanzo más fuerte con sus visitantes (67%).
Entre los motivos, cabe destacar la presencia de implementar tecnologías simplemente para poder acogerse a ayudas públicas (7%) y otros, más prácticos, para generar más ingresos (17%).
Si nos fijamos en las previsiones que tienen para los próximos 12 meses, en términos de implementar tecnologías, vemos que se repiten cifras parecidas a las de las que ya tienen funcionando.
Es decir, poner más códigos QR, seguir trabajando con las versiones móviles de sus páginas web y ofrecer contenido a través de audioguía. También es cierto que para poner todo esto en marcha hay una serie de dificultades y obstáculos.
El 60% indican que el personal no tiene tiempo para desarrollar todo esto mientras que la mitad aseguran no tener un presupuesto dedicado a todo el tema de tecnologías y dispositivos móviles. Un 23% reconoce no tener conocimientos suficientes sobre la materia.
En resumen: un escenario muy variado donde la implementación es tímida y gira alrededor de propuestas económicas pero eficaces. Léase los códigos QR, versiones móviles de la web para ampliar información...
La tecnología está en los museos y en las noticias siempre es fácil toparse de vez en cuando con ejemplos de cómo uno de ellos ha implementado algo espectacular para atraer visitantes y enriquecer la experiencia.
Sin embargo, la realidad es diferente: hay una brecha entre un modelo tradicional que se resiste a cambiar porque la fórmula le funciona bien y otro modelos más orientado hacia la innovación, con el objetivo de redefinir qué es un museo.
Hecha esta primera aproximación, hablemos ahora de la experiencia de ir al museo. Dividida en tres fases, la tecnología está presente en todas ellas. Antes de ir a la sala, el durante y después de la visita.
La experiencia antes de asistir
Pasamos por calle y en una marquesina vemos un anuncio. Quizá se trate de un artista clásico famoso, o algo que nos llama la atención por su temática. Nos quedamos con la referencia: hay una exposición a la que me gustaría ir en un museo cercano.
La anotamos, y buscamos más información en la web del museo. Si es gratuita, miramos los horarios y el contenido de la exposición. Si es de pago, buscamos además comprar las entradas: que ya sabemos que algunas colas pueden ser insufribles.
Con todo eso preparado, y la cita apuntada en el calendario, vamos al museo con nuestras entradas, impresas o en el móvil, para adentrarnos en la sala. Aquí comienza la segunda parte de la experiencia.
La experiencia durante
Llegamos al museo, y tras pasar por la entrada nos ofrecen la opción de una audio guía. A veces puede ser bastante útil, porque las informaciones serigrafiadas de los muros no siempre son suficientes o, qué demonios, es más cómodo escuchar que leer.
Elegimos esa opción, o hacer la guía con el móvil en la mano mientras vamos obra por obra. Pero ojo: mirando contenido relacionado, no checkeando nuestras redes sociales o hablando por Whatsapp, para eso tenemos tiempo después tomando un café. El check in en Foursquare y Facebook está permitido.
Seguimos avanzando y una obra nos llama la atención, decidimos tomar una foto con el móvil o nuestra cámara. Alguien a lo lejos nos hace un gesto con la mano: "No se pueden hacer fotografías, por favor". Somos educados y damos marcha atrás, aunque nos preguntamos cuál es el motivo. De esto hablaremos otro día.
Seguimos con nuestra visita, vemos algún código QR y le hacemos una foto con el móvil para ver qué más información hay. Todo sea dicho: hablar de esto me parece un poco utópico porque jamás he visto a alguien escanear un QR en un museo, pero ahí están. Doy fe de que existen.
Si tenemos suerte, porque sólo un 50% de los museos encuestados por la Musseum Association lo tienen activado, podemos conectarnos a la red WiFi abierta. Esto me sorprendió en Estados Unidos, concretamente en los museos del Smithsonian en Washington DC.
Terminamos nuestra visita, nos ha gustado más o menos, pero lo compartimos en las redes sociales. Lo recomendamos a nuestros amigos, devolvemos la audio guía, compramos la guía de la exposición (a veces merece la pena) y nos vamos a casa.
La experiencia posterior
Hay veces donde ir al museo no se queda sólo en esa visita sino también en la posibilidad de ampliar contenido en casa si realmente nos ha gustado. Volvemos a la web del museo y, depende de cuál se trate, podremos ampliar más información.
También podemos ver otros contenidos, o los mismos de la sala. Algo bastante útil cuando ponen vídeos en las proyecciones y no tenemos tiempo para quedarnos. El museo ya no es sólo lo que ven nuestros ojos.
Resulta complicado encontrar una convergencia donde la tecnología en los museos realmente sea útil y aporte a la experiencia. No se trata de introducirla sin más sino también de optimizarla a las necesidades de las salas y de cada exposición.
Hecha esta breve introducción sobre la tecnología en los museos, en las próximas entregas seguiremos hablando en profundidad de más cuestiones.
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