Cuando por fin parecía que lo hacíamos bien con esto de reducir las emisiones (al menos en Reino Unido), la ONU nos riñe y con razón. Al menos según las conclusiones que han sacado del último estudio de la Organización Meteorológica Mundial (World Meteorological Organization, WMO), en el que determinan que en 2016 batimos récord en concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2).
En esto se resume el trabajo de la organización en torno a la revisión del contenido de gases perjudiciales en la atmósfera, el Greenhouse Gas Bulletin, del cual se publican informes anuales. El de 2016 es el que ha salido ahora y tanto los encargados del mismo como otros expertos coinciden en que nos tenemos que poner las pilas en lo de cumplir con lo que exige el Acuerdo de París o incluso ser más estrictos.
Demasiado gráfica ascendente para algo que ha de bajar (o al menos no subir)
Lo que las cifras dicen es que el incremento del año pasado con respecto al anterior es un 50% mayor de que hubo en los 10 años previos. Pero según apuntan los investigadores no sólo nosotros somos los culpables (al menos de manera directa), dado que las causas de la subida son una combinación de nuestras actividades y al efecto de El Niño, que llevó la concentración de dióxido de carbono a niveles no vistos en 800.000 años al reducir la capacidad de absorber de la vegetación CO2 incrementando la sequía.
Un año que de momento culmina la que se considera una trayectoria sin precedentes en lo que se refiere al estado del atmósfera, la cual encuadran en los últimos 70 años. Esto coincide cronológicamente (sin mucha sorpresa) con el desarrollo industrial, en lo que se considera la segunda etapa de la Revolución Industrial, es decir, la expansión y globalización de la producción en serie, el crecimiento demográfico global, el desarrollo de los medios de transporte y la explotación (no controlada) de recursos.
¿Cuál es la concentración de récord? La campanilla ha vuelto a sonar con las 403,3 partes por millón de CO2 atmosférico en 2016, superando las 400 ppm de 2015. Un número que aunque no lo parezca muestra un incremento considerable en poco tiempo, lo cual de seguir así puede tener graves consecuencias ecológica y económicas a causa del calentamiento según los autores del estudio.
Así, parte de las conclusiones del informe vienen gracias al análisis de bloque de hielo que actúan como "fósiles atmosféricos", un recurso del que hablamos cuando se dio con el bloque de hielo más antiguo jamás encontrado. En este caso lo que reveló es que los cambios en la concentración de CO2 no han sido tan rápidos como ahora en los últimos 150 años.
Pero el problema no es sólo el dióxido de carbono. El metano (CH4) es el segundo gas invernadero más importante, el cual viene en un 60% de la actividad humana (como la agricultura o la explotación de combustibles fósiles) y se encuentra al 257% con respecto al nivel pre-revolución industrial. La misma proporción emitimos de óxido nitroso (NO2), el cual se encuentra en una concentración de 328,9 ppm y es uno de los principales responsables de la destrucción de la capa de ozono.
Nosotros lo guisamos y nosotros nos lo comemos
Es en cierto modo irónico que tengamos los ojos en los objetos que puedan venir del espacio exterior y destruir el planeta cuando es nuestra propia actividad la que es el principal factor amenazante a cada vez menor plazo. Sin ir más lejos, Petteri Tallas, secretario general de la WMO, afirma que "las próximas generaciones van a heredar un planeta mucho más inhóspito" si no cortamos las emisiones de gases invernadero nos esperan temperaturas peligrosas a finales de este siglo.
Comentando eso hace referencia a las metas propuestas en el Acuerdo de París, como la de que la Tierra no ha de calentarse más de 2 grados centígrados. Objetivos que costará más cumplir si las grandes potencias toman caminos como el de Estados Unidos abandonando dicho acuerdo, y precisamente en relación a esto la ONU publicará mañana un informe sobre cómo está cumpliendo cada país con sus compromisos en relación a las emisiones.
Desde la organización indican que "los números no mienten" y que, aunque haya un mayor esfuerzo en optar por energías renovables, deberíamos esforzarnos el doble en asegurar que estas tecnologías de baja emisión son realmente prósperas. Palabras de Erik Solheim, responsable del departamento de medio ambiente de la ONU, que insta a que haya una política global a este respecto y en general que se entienda esto como una urgencia.
Los resultados de ambos informes serán la base científica para la cumbre que prepara la ONU en Bonn (Alemania) del 7 al 17 de noviembre, en la que se establecerán nuevas decisiones y negociaciones en cuestión de emisiones. Veremos qué indicaciones se emiten desde ahí, pero sobre todo lo que esperamos es que haya un mayor esfuerzo por frenar esta subida histórica de gases invernadero y se frene al menos un poco el preocupante calentamiento global.
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