El Internet social, el que dominan sobre todo adolescentes y jóvenes y suele resultar hostil a quien empieza a peinar canas, ha tenido tres grandes generaciones hasta ahora, cada una marcada por una plataforma reinante y símbolo de su era.
La de MSN
Heredada de IRC y que aprovechó el tirón de la llegada masiva de ordenadores e Internet a los hogares. Aproximadamente, de 1999 a 2006. Era la comunicación en la que primaba el texto, no por convicción del poder de la palabra escrita, sino porque las conexiones daban para lo que daban.
Lo mismo que la tecnología: pasé años en "el" MSN hasta que tuve mi primera foto digitalizada gracias al amigo que tenía un escáner. Conocíamos gente a ciegas y estaba bien. Internet era guiarnos por el texto y poco más.
La de Tuenti
Ana Iris Simón escribió en Vice una frase lapidaria: "En Tuenti no parecíamos, como en Instagram: en Tuenti éramos". Efectivamente, era un red social para vivir con el seguro bajado, sin pensar por un segundo en la huella digital. Los domingos significaban resaca, comer mirando al suelo, sacar la SD de la cámara, subir todas, confirmar, sí.
Y a etiquetar a la gente, saliese sonriente, llorando, borracha, sosteniendo sustancias estupefacientes o con un semblante perjudicado. Todo daba igual. Aproximadamente, de 2006 a 2012. Internet era la traslación de nuestra vida sin filtro alguno.
La de Instagram
La de la transición a las antípodas de Tuenti. Fotos del brunch, del templo Lempuyang, la selfie donde más favorecidos salimos, nuestros highlights. Lo que proyectamos, no necesariamente lo que somos. Maquillaje digital, carcajadas mirando al cielo. Aproximadamente de 2012 a 2021, y seguimos contando. Internet es la foto de lo que nos gustaría ser. Luego vienen los derrumbes emocionales.
Voy a resistirme a la tentación de convertirme en el anciano que grita a una nube vociferando que lo de antes era mejor. Lo de antes era la consecuencia de la alineación de unas posibilidades técnicas.
Si hubiésemos tenido cámaras digitales en 2002 hubiésemos hecho el tonto mucho antes, y solo tras publicar fotografías vergonzosas sobre noches de discoteca y botellón empezamos a caer en la cuenta de que quizás era mejor idea llevar a Internet algo inocuo para nuestro futuro.
Y ahora, con tantos años de auge de Instagram sin que aparezcan signos de desgaste en el horizonte, más allá del hartazgo de cuatro inadaptados y gente a la que el momento vital ya le pide otras cosas, me pregunto qué es lo próximo. Qué conducta social colectiva va a marcar el grueso del Internet de esta década que acabamos de empezar.
Escenarios futuros
Uno podría pensar que el papel de TikTok ha trascendido y ya es bastante más que una red social de bailes, coreografías y vídeos de cierta elaboración, pero por su propia naturaleza cuesta creer que una mayoría de usuarios vayan a ponerse a bailar y hacer comedia gestual como si fuéramos Kramer en 'Seinfeld'. No todos tenemos el suficiente carisma y es una red "condenada" a tener millones de mirones y unas cuantas estrellas. La pregunta sigue siendo qué vamos a hacer, no qué vamos a consumir.
Algunas ideas de por dónde pueden venir los próximos tiros:
Entornos totalmente privados. Que como Tuenti, no indexen en Google. Algo similar a lo que está siendo WhatsApp —por mucho que pueda pesar—: mensajería privada, mensajería grupal en entornos muy controlados, contenido efímero en forma de estados, contenido que no tiene forma de llegar a la web salvo que a alguien le dé por sacarlo a mano. Tras todos los casos de contenido publicado en abierto que se ha vuelto en contra de su autor y ha supuesto candidaturas laborales tumbadas, quizás valoremos cada vez más esos corrales cerrados de seguridad, que mantienen la huella digital impoluta.
Apuesta total por el contenido efímero. Una plataforma que se lleve el gato al agua por garantizar que todo lo que subamos a ella será eliminado de forma automática. Muy conveniente para los preocupados por la huella digital, pero sobre todo por lo que no se preocupan por ella... pero en algún momento lo harán. A Snapchat no le ha ido del todo mal.
De vuelta al texto. Al menos como paradigma principal, tras ver cómo las redes basadas en imagen y vídeo (Instagram) han desplazado o acorralado a las basadas en texto o que podían ser ampliamente usadas solo con él (Facebook, Twitter).
Esto último es complicado en la era del smartphone con cámaras de otro planeta, pero soñar es gratis.
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