Si con una cosa se obsesionaron las dos potencias mundiales del siglo XX era con las armas nucleares. Estados Unidos por un lado y la URSS por el otro se armaron hasta los dientes durante la Guerra Fría. Eso implicaba tanto prepararse como armarse para todo, incluso para lanzar bombas en el espacio con tal de bloquear los satélites del enemigo. Y lo hicieron, tanto que las explosiones de noche parecían que fuse de día.
Se les conoce como ataques EMP o ataques de pulso electromagnético. Debido a la enorme radiación electromagnética que se produce durante una explosión nuclear, muchos aparatos quedan inservibles o aturdidos durante un tiempo. De este modo el atacante puede frenar al enemigo o bloquearlo de forma temporal. En las décadas de los 50 y los 60 del siglo pasado tanto Estados Unidos como la antigua URSS decidieron poner a prueba esto.
Cuando en mitad de la noche en el Océano Pacífico de repente se hacía de día
Son dos las operaciones más importantes que realizó Estados Unidos relacionadas con los ataques EMP. La primera es la Operación Hardtack I y la segunda se le conoce como Operación Fishbowl, cada una de ellas con numerosos tests y explosiones. La más fuerte de todas se produjo el 1 de agosto de 1958 a unos minutos antes de medianoche. En un atolón en mitad del Océano Pacífico y a unos 1.500 kilómetros de Hawai la Armada estadounidense detonó a 76 kilómetros de altura una bomba nuclear de 3,8 megatones (para ponerlo en contexto, 250 bombas nucleares del nivel de la de Hiroshima).
El resultado de dicha explosión fue un destello de luz blanca que iluminó por completo el cielo. Con sólo 76 kilómetros de altura fue suficiente para que el destello se viese incluso en Hawai a 1.500 kilómetros de distancia. Los residentes reportaron el incidente a la policía al comentar que habían visto el cielo hacerse de repente amarillo, luego naranja y finalmente rojo. Como para darles esos sustos en plena Guerra Fría.
El caso es que funcionó, las comunicaciones aéreas se tuvieron que interrumpir durante varias horas y las redes de comunicación de alta frecuencia se bloquearon durante 9 horas por las interferencias. Estados Unidos comprobó que una explosión nuclear en la atmósfera paraliza tanto las comunicaciones como el transporte, para bien o para mal.
Esta no fue ni mucho menos la única prueba que realizaron. Otra de las más importantes se produjo cuatro años más tarde en la Operación Fishbowl. La idea en esta ocasión era estudiar los efectos en el campo electromagnético al realizar una detonación nuclear. Pero esta vez los 76 kilómetros de altura no eran suficientes, decidieron explotar una bomba a 400 kilómetros de altura. El 8 de julio de 1962 a las once de la noche en hora de Hawai una cabeza nuclear de 1,4 megatones fue lanzada.
La explosión fue de tal calibre que apagó las farolas de Hawai por momentos, las radios dejaron de funcionar y las líneas telefónicas igual. En gran parte del resto del Pacífico muchos sistemas que utilizaban señales de alta frecuencia también dejaron de funcionar durante un tiempo. El cielo además se iluminó de un tono naranja con una aurora roja en una gran parte del vasto océano y las islas que acoge.
Los efectos fueron incluso peores de lo que se esperaban. Y es que parte de las partículas cargadas no cayeron a la superficie sino que se quedaron atrapadas en el campo magnético de la Tierra durante meses. ¿Consecuencia? Satélites estropeados tanto de Estados Unidos como de la URSS y otras naciones.
La diferencia entre una bomba explotada en tierra y en el espacio
Visto así, da la impresión de que una bomba explotada en la atmósfera tiene una fuerza mayor que la explotada en la superficie. En parte sí, si bien la fuerza es la misma, los efectos son mayores. Esto se debe a que en la superficie se absorbe una gran cantidad de energía que libera la bomba en forma de radiación térmica, rayos gamma o restos ionizados. En las alturas, prácticamente en el espacio, no hay aire de la atmósfera que frene y absorba la energía liberada.
Entonces, ¿es una forma efectiva de atacar hoy al enemigo? Si bien sus efectos son considerables, hoy en día los satélites ya están lo suficientemente protegidos para evitar este tipo de efectos producidos por el electromagnetismo. Están protegidos para protegerse precisamente de los rayos producidos de forma natural como los que deben sufrir en la Anomalía del Atlántico Sur. Según indicó un experto militar a Vice, actualmente es muy improbable de que se produzca un ataque EMP debido a su poca eficiencia.
Este tipo de pruebas se han acabado. En 1963 la URSS y EE.UU firmaron un acuerdo para poner fin a pruebas por el estilo y acordaron no hacer más detonaciones atmosféricas. El Tratado del Espacio Exterior de 1967 directamente prohibió el uso de armas nucleares en el espacio y dos años más tarde se prohibió todo tipo de explosiones nucleares tanto en el aire como en la superficie como debajo de esta.
Vía | BBC Future
Más información | Wikipedia 1, 2 y 3
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