Trescientos millones de personas son algo más que el censo de Indonesia, el número de quienes padecen depresión en el mundo según cálculos de Naciones Unidas y la gente que, siguiendo al mismo organismo, consumió drogas en 2021. Trescientos millones es también la cantidad de personas que dependen de plantas de desalinización para acceder al agua. En ese amplio y valioso mercado centra su atención Oneka, una compañía canadiense que presume de haber desarrollado un sistema prometedor para desalinizar agua. ¿La razón? No necesita electricidad externa, no emite gases contaminantes y aprovecha la energía de las olas.
De momento ya lo han probado en Chile.
Aprovechando la energía de las olas. Lo que Oneka ha creado son plantas desalinizadoras que aprovechan el movimiento de subida y bajada de las olas. Sus aparatos se sitúan en el mar con un sistema de boyas flotantes y anclajes al fondo marino que les permiten sacar partido del impulso de las ondas, absorbiendo su energía y aprovechándola para el bombeo mecánico del agua.
El funcionamiento es relativamente sencillo, al menos sobre el papel: captan el líquido, hacen pasar la cuarta parte a través de un sistema de desalinización por ósmosis inversa y luego bombean el flujo de agua resultante a tierra con energía mecánica y una tubería. El sistema es capaz de resistir tormentas y olas de hasta seis metros de altura. Además está pensado para que funcione de manera "modular y escalable", por lo que las boyas pueden combinarse entre sí.
Sin electricidad. Así lo asegura la empresa y lo recalcaba hace unos días su directora de innovación, Susan Hunt, durante una entrevista con la cadena BBC: "La tecnología no usa electricidad, es 100% accionada mecánicamente". Lo único que necesitan son olas que, eso sí, deben cumplir unos parámetros mínimos. Su modelo Iceberg, capaz de producir hasta 50 m3 diarios, necesita ondas de 1,5 m de altura, además de cierto volumen de agua, profundidad y distancia de la costa.
De Iceberg a Glacier. Oneka asegura que el modelo Iceberg se ha diseñado pensando en proyectos de escala comercial y enfocados a comunidades, industrias o centros turísticos costeros. Según sus cálculos, con una unidad podría aportarse agua a entre 100 y 1.500 personas cada día, una horquilla amplia que depende de las necesidades de consumo de cada caso. En cuanto al tamaño y las características del dispositivo, cada uno mide 5x8 metros y pesa cerca de 11.000 kilos.
No es el único modelo desarrollado por Oneka, que anuncia oros tres. Los más pequeños son el P-class, pensado para proyectos piloto y que puede producir 10 m3 diarios, lo que le permitirá abastecer a hasta 300 personas; y el Icecube, de apenas 1,5 m y capaz de generar un metro cúbico por jornada. Ya a mayor escala, la compañía trabaja en una clase que ha bautizado como Glacier, de hasta 500 m3 y que aspira a cubrir necesidades de municipios y grandes industrias del litoral.
Objetivo: menor impacto. A lo que aspira Oneka es a ofrecer un sistema de desalinización más sostenible, libre de emisiones de gases de efecto invernadero y con un impacto visual limitado. En la actualidad se recurre a dos grandes métodos para desalinizar el agua del océano, ambos alimentados a menudo con fuentes de energía no renovables y que por lo tanto emiten dióxido de carbono durante el proceso: una es la térmica; la otra mediante membrana u ósmosis inversa.
En el primero, el líquido se calienta hasta que se evapora y decanta la sal. En el segundo, se aprovecha la presión y pasa el agua través de una membrana especial, semipermeable, que captura la sal. Aunque en este último caso se requiere menos energía, ambos métodos tienen sus pegas, como recuerda BBC. Además de las emisiones de CO2, durante el proceso se acumula un flujo residual salado.
La ONU calcula que en la mayoría de los casos por cada litro de agua potable logrado mediante desalinización se generan 1,5 litros de un líquido contaminado con cloro y cobre, aguas el doble de salinas que las que podemos encontrar en el océano y que pueden suponer además un peligro para la vida en la costa y el mar si no se trata. Incluso pueden generarse las conocidas como "dead zones".
La propuesta de Oneka. Oneka utiliza la ósmosis inversa, aunque con novedades interesantes. Su método incorpora un sistema de membranas que se alimenta de las olas y desaliniza solo una parte del agua que capta y la salmuera que se genera durante el proceso se mezcla con el resto del líquido que no ha pasado por la membrana antes de liberarse de nuevo en el océano.
"La salmuera que vertemos tiene un impacto insignificante sobre la flora y fauna marina. Su concentración de sal es ligeramente superior (+30%) a la del océano", asegura la compañía, que precisa que las mallas que utiliza son de 60 micras, lo que evita que acaben succionando pequeños animales marinos o incluso huevas. Otra de sus ventajas es que las plantas se construyen con plástico reciclado.
Imágenes: Oneka
En Xataka: El plan de Málaga contra la sequía: una desalinizadora flotante y propulsada con energía solar
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