Nunca pasa nada… hasta que pasa. Es el lema de las madres, de las compañías de seguros y también de los preparacionistas (o preppers), el colectivo de personas que almacenan alimentos, agua y dispositivos por si ocurriera algo.
¿Qué puede ocurrir? Basta preguntar a los preparacionistas o pasarse por algunas de sus páginas en Facebook (huid de Twitter, está lleno de cuentas abandonadas), para comprobar los motivos que les llevan a ser tan precavidos. Catástrofes naturales, sean reales (inundaciones, huracanes y terremotos) o inventadas (fin del mundo según los mayas en 2012). Ataques terroristas con armas blancas, de fuego, biológicas o químicas. Ciberataques masivos. Pandemias. Invasiones extraterrestres. Meteoritos. Tormentas solares.
El preparacionismo no es nuevo, pero sí es un fenómeno revitalizado. Además de la explosión de documentales, películas y videojuegos protagonizados por preparacionistas o por lo-que-todos-pensamos-que-debe-de-ser-un-preparacionista, está el brexit. La probable salida de la UE del Reino Unido ha hecho que despensas y alacenas británicas se llenen de alimentos no perecederos ante la amenaza de que el país quede desabastecido.
Raúl “Lobo” Hurtado es boina verde veterano e instructor de supervivencia militar y deportiva en Lobo 7 Centro de Formación para la Supervivencia. Enseña desde hace 8 años a sobrevivir en la naturaleza. “En preparacionismo ahora mismo distinguiría dos sectores. El más friki, que es gente que se prepara por si vinieran los zombies y que se toma esto como diversión. Y luego está el padre de familia que tiene una conciencia del mundo que le preocupa y que asume la responsabilidad de proteger a su familia. Es gente que no solo se forma en supervivencia, sino también en mecánica, en medicina… en conocimientos técnicos que les dan una independencia muy grande."
Hurtado, que entrenó a varios concursantes del programa Supervivientes, explica que hace años el 75% de la gente que entrenaba eran profesionales: guardias civiles, mandos de las fuerzas especiales, legionarios, personal de salvamento, bomberos… “En los últimos años esto se ha abierto una barbaridad y estamos entrenando a amas de casa y camareros.”
Comida, agua, equipo y refugio
Samuel Guerrero es informático, vive en Cádiz, tiene 30 años y un hijo pequeño. Desde hace una década es preparacionista. “Decidí hacerme preparacionista por las inquietudes que he vivido a lo largo de mi vida. Si hay una catástrofe, el tiempo de reacción del Estado no es el que nosotros creemos, es mucho mayor."
“El peligro se está agravando”, continúa Guerrero. “La tensión internacional, los ataques terroristas, la Guerra de Irak, los ataques yihadistas. Vivo en el sur de España, que es una zona donde hay terremotos y se está agravando el miedo a que pase algo meteorológico.”
Guerrero guarda comida para tres meses. “Soy una persona normal, no compro solo latas”. Dice que hace la compra en dos supermercados distintos, “no veas la burrada que llevo”. “Lo que tengo comprado anteriormente voy sacándolo y cambiándolo por algo nuevo”. Con tanta compra, es inevitable pensar que algo se pondrá malo. A veces sucede. “Alguna que otra vez sí que tengo que tirar comida. No siempre tienes ganas de comer algo y lo pospones hasta que terminas tirándolo”.
A los productos que compra en el súper, Guerrero añade comida liofilizada, alimentos que han sido deshidratados para que pesen poco y duren mucho. Estos alimentos son muy habituales en las mochilas de excursionistas, astronautas, cocineros creativos y militares. Guerrero tiene raciones de comida militar de los ejércitos español, francés y estadounidense. “En principio, vender comida militar está prohibido, pero la puedes encontrar en eBay, Milanuncios o en páginas específicas”.
Para un preparacionista, abastecerse de alimento extra es imprescindible, al igual que de agua. “Lo principal es guardar mucha agua, unos cuatro litros por día que vayas a pasar solo, pero también puedes obtener agua potable con filtros, pastillas [potabilizadoras], hirviendo agua o con aparatos de purificación con rayos ultravioleta. La forma más sencilla es usar una pastilla: echamos una en un litro de agua y en una hora tenemos agua potable.” Con lo que tiene guardado, Guerrero podría conseguir agua de cualquiera de las cuatro formas descritas.
Guerrero pasa muchas horas todos los días en el coche. Su mayor miedo es quedarse tirado en medio del camino, así que siempre va preparado. “En el día a día llevo cuerda, aguja e hilo de coser, brida, alambre, algo de cable y mi Victorinox. Siempre llevo mi EDC [equipamiento diario esencial]. También llevo gafas de sol, un pequeño pañuelo, una Leatherman [multiherramienta con alicates, tijeras, lima…]. Agua, comida y medicinas. Tiritas, esparadrapo, una pequeña tijera, analgésicos, antiácido, gotas para los ojos y suero”. (Los listados de cosas y el preparacionismo van siempre unidos)
Si ocurriera algo, Guerrero tiene un plan de evacuación y un lugar donde ir. “No es un refugio, sino una casa en el campo. Está alejada, no hay zonas habitables cerca y tengo agua y alimentos de sobra para pasarme una larga temporada allí”. “Estar aislado no es lo mismo que vivir en una ciudad, así que allí tengo herramientas de labranza y mecánicas. Tengo una máquina de soldar, placas solares, un pequeño taller, un silo con comida en grano. También tengo gallinas y pollos”.
¿Armas? “No. No soy cazador”.
Soledad, paranoia y rechazo
“Sí existe cierto rechazo”, explica el instructor de supervivencia Raúl “Lobo” Hurtado. “Es por esa visión que se tiene desde el exterior de un preparacionista como un ramboide, un conspiratorio que se prepara para algo que no va a pasar”.
Guerrero también comparte esa opinión: “estamos estigmatizados por el preparacionista americano que ves en las pelis, que siempre va armado y que se puede poner a pegar tiros en cualquier momento”.
Ser preparacionista se suele llevar en secreto. Hay muy pocos perfiles en las redes sociales que se declaren abiertamente preparacionistas y que firmen con su nombre. Este anonimato se conoce en el mundo preparacionista como ser un hombre/mujer gris, pasar desapercibido/a.
“Supuestamente es para evitar identificar al preparacionista y que, en caso de que pase algo, te conviertas en un objetivo”, dice Guerrero. “Mis amigos y mi familia saben cómo soy, pero no lo saben en el barrio donde vivo. Si pasa algo, no quieres que el primer saqueo se produzca en tu casa”.
(Para hacer este artículo se contactó con diez preparacionistas, cinco respondieron y sólo dos quisieron dar su nombre. En tres casos, la respuesta a la petición de entrevista fue ¿Por qué una entrevista? ¿Cuál es tu objetivo?)
¿El preparacionismo cambia la forma de ver la vida? “Cuando no era preparacionista no era consciente del peligro de mi entorno”, dice Guerrero. “Y no sólo peligro físico, sino de cosas que pueden suceder. Como que entren a robar a tu casa. Antes no lo observaba y ahora sí. Por eso he aumentado la seguridad: he subido uno de los muros (dentro del límite de lo legal), he puesto grava, un cartel de seguridad y tengo animales de compañía.”
“Ser preparacionista te hace ser más consciente”, explica Samuel Guerrero, preparacionista de 30 años. “Ahora salgo sólo a las horas de sol, evito las calles oscuras, ir a sitios con mucha gente sin medidas de seguridad, como cuando vas a un concierto y ves que no hay una pilona que evite que pase un coche. También me pasa con las personas. Me he encontrado con personas que se han interesado mucho por mí y he dicho ‘Alto, ¿qué es lo que pretendes?’, porque pueden ir con malicia. Ser preparacionista te hace ver la vida desde otro punto de vista.”
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