Obsérvala bien porque la flecha que encabeza este reportaje no es una flecha cualquiera. Primero, y lo más evidente, porque es bastante antigua: se encontró entre los restos de un asentamiento de Mörigen, Suiza, que data de entre los siglos 900 y 800 antes de nuestra era (a.n.e). Segundo, y he aquí lo sorprendente, porque es una viajera única, como pocas hay en el planeta. No solo porque se cree que el material con el se fabricó llegó desde una región de Estonia situada a más de 1.600 km del punto en el que se encontró el arma, distancia más que considerable para la época, sino porque ahora sabemos que su metal se extrajo de un meteorito.
Lo más fascinante es sin embargo lo que nos revela sobre nuestra historia.
Una flecha con (mucha) historia. Pesa apenas 2,9 gramos y mide solo 39,3 mm de largo y 25 de ancho, pero la punta de flecha del Museo de Historia Natural de Berna es una joya histórica que ha causado sorpresa entre los arqueólogos. Y no porque sea un hallazgo nuevo precisamente. La pieza la encontramos hace un buen puñado de décadas, en el siglo XIX, entre los restos de un antiguo asentamiento de viviendas construidas sobre pilotes de la Edad de Bronce, un yacimiento cercano a Mörigen, en el lago de Biel, Suiza, datado entre los siglos 900 y 800 a.n.e.
Entonces… ¿Por qué hablamos ahora de él? Porque hace un tiempo un grupo de expertos se paseó por las colecciones arqueológicas de la región del lago de Biel para buscar piezas muy especiales: objetos fabricados con hierro meteórico. Encontraron una. Quizás no parezca un balance muy boyante, pero los artefactos arqueológicos elaborados con hierro de meteoritos son auténticas rarezas. Solo se conocen 55 en toda Eurasia y África y todas parten de los mismos 22 lugares.
Lo que identificaron en febrero de 2021 en el Museo de Historia de Berna fue ni más ni menos que la punta de flecha de hierro de finales de la Edad de Bronce, un fragmento pequeño y deteriorado que pudieron analizar a conciencia gracias a los métodos no destructivos, como la emisión de rayos X inducida por muones.
¿Y qué averiguaron? Algo fascinante. No solo la antigüedad de la flecha, su origen o naturaleza. Al analizarlo en detalle observaron que el fragmento de metal mostraba un característico patrón Widmanstätten deformado, marcas de pulido en la superficie, restos de alquitrán y una composición que —no cuesta imaginarlo— debió dibujar una mueca de sorpresa en los rostros de los científicos.
¿La razón? El yacimiento de Mörigen donde se encontró la flecha está a ocho kilómetros escasos de la región donde se estrelló hace más de 150.000 años el meteorito de hierro Twannberg, descubierto en 1984, por lo que todos daban por sentado que ese sería el origen de su metal. Cuando se pusieron a indagar en la composición química de la punta de flecha se encontraron sin embargo con que presentaba un sorprendente contenido de germanio y 8,3% de níquel, una concentración que casi dobla a la del meteorito de Twannberg.
¿De dónde vino entonces? Esa es la pregunta que se hicieron los investigadores: ¿si el metal de la flecha de Mörigen no había salido del meteorito de Twannberg, el candidato más próximo y por tanto probable, cuál era entonces su origen? El equipo tenía algunas pistas valiosas. Había averiguado que la flecha presentaba un elevado contenido de germanio, con lo que su origen tenía que ser un meteorito IAB, y su baja concentración de aluminio-26 indicaba que se había originado en un meteorito grande, con una masa de al menos dos toneladas.
Cuando buscaron candidatos entre los grandes meteoritos IAB de Europa, los expertos encontraron tres con una composición que se ajustaba a lo observado en la flecha suiza: Bohumilitz, en República Checa; Retuerte de Bullaque, en España; y Kaalijarv, en Estonia. Se han documentado también hallazgos arqueológicos con hierro meteórico en Polonia, pero se relacionan con un tipo de meteorito distinto.
Y el ganador es... Tras valorar opciones, los investigadores llegaron a una conclusión que acaban de detallar —junto al resto de su análisis— en un artículo publicado en la revista Journal of Archaeological Science. "Entre los tres grandes meteoritos de hierro IAB europeos con una composición química adecuada, el de Kaalijarv (Estonia) es la fuente más probable", detallan los arqueólogos, que recuerdan que su cráter se abrió unos 1.500 años a.n.e., durante la Edad de Bronce, y la caída dispersó múltiples fragmentos de pequeño tamaño.
En su opinión es más probable que se hayan transportado pequeños fragmentos metálicos que grandes restos de meteorito enterrados. Esa hipótesis les lleva ha advertir que quizás haya artefactos del mismo origen en otras colecciones.
Un largo camino de 1.600 km. Quizás lo más fascinante de la teoría son sus implicaciones: si están en lo cierto, el metal tuvo que viajar más de 1.600 km hasta llegar al lugar en el que se encontró ya en el siglo XIX. Una de las posibilidades que plantean los investigadores es que los fragmentos hayan circulado por las mismas rutas desde el área del Báltico que se usaban para el ámbar. Sea o no así creen que la flecha probablemente no fue un objeto singular y que puede haber otras piezas trabajadas de hierro meteórico en colecciones de Europa o incluso más lejos.
"Extremadamente raro". Si la naturaleza e historia de la punta de flecha de Mörigen resulta fascinante, más lo es aún lo que representa. Como destacan desde el propio el Museo de Historia Natural de Berna (NMBE), una prueba así del uso temprano de hierro meteórico es, cuanto menos, "extremadamente rara".
Otro de los méritos del estudio es haber identificado una nueva pieza elaborada con metal meteórico, logro fascinante por lo infrecuente que resulta, porque data de una época en la que los humanos todavía no habían comenzado a fundir hierro procedente de minerales óxidos y porque el hallazgo de objetos así no es habitual en Europa, donde solo se habían documentado un par de artefactos en Polonia.
Imágenes: Naturhistorisches Museum Bern
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