Moscú, 16 de junio. Francia y Australia se enfrentan en su primer partido del Mundial de Rusia, que ya lleva jugándose un par de días. El partido llega a su último tercio con poca miga, sin brillo. Griezmann entra en el área y el australiano Rige le hace caer. O no. El árbitro duda y el juego continúa, el público galo brama pidiendo penalti. Al árbitro, Cunha, le requiere su asistente de videoarbitraje, y este corre al monitor a revisarlo. En efecto, había penalti. Gol de Griezmann.
El partido acabó 2-1 para los franceses, pero lo importante fue que se convirtió en el primero en la historia de los mundiales en el que el videoarbitraje (VAR) ayudó a cambiar una decisión del colegiado que acabó modificando el resultado. El Mundial ha seguido y los efectos del VAR han ido notándose, y no solo de forma subjetiva y por percepción: los datos señalan una más que presumible influencia del VAR en cómo se desarrollan los partidos.
Goles de laboratorio
Los datos que recoge el analista futbolístico Alex Olshanky revelan que mientras los goles se marcaron en proporciones casi idénticas en el Mundial de Brasil 2014 y la Premier League 2017/2018 en base a su tipo (propia puerta, balón parado, penalti o jugada abierta), los goles que llevamos vistos en el Mundial de Rusia 2018 siguen un patrón muy distinto y llamativo.
Varias consideraciones:
- Los goles a balón parado han aumentado notablemente. Esto puede atribuirse a un mayor de ocasiones propiciadas por el VAR, que en teoría debería señalar cualquier agarrón en el área, pero también a la enorme profesionalización y tecnificación del fútbol en las últimos años, incluidas las selecciones tradicionalmente inferiores. Un buen ejemplo fue el segundo gol de Diego Costa a Portugal.
- Muchos más goles de penalti. Solo en la primera jornada hubo nueve penaltis, la mayor cifra en los últimos trece mundiales. Tres de ellos fueron señalados después de haber sido ignorados, haciendo posible el VAR la rectificación. Hasta el momento llevamos un promedio de penaltis por partido récord en la historia de los mundiales, casi uno cada dos partidos. Habrá que ver si continúa así hasta la final del 15 de julio, pero los primeros partidos están mostrando un patrón.
- Menos tarjetas rojas. El promedio de tarjetas rojas por partido es el más bajo hasta la fecha de los últimos ocho mundiales, lo mismo que ha ocurrido con los fueras de juego, bajo mínimos. Por supuesto puede ser una mera coincidencia, pero que ocurra justo cuando aparece el VAR también es señal de que los jugadores pueden ser más conscientes de que ya no solo se tienen que preocupar por la mirada del árbitro.
Esto último no es un asunto menor: los futbolistas están advertidos sobre la capacidad del VAR y desde el entorno de la FIFA se ha dejado entrever que hay algo de miedo a él, algo que puede propiciar una mayor contención a la hora de cometer acciones antirreglamentarias, como el clásico pisotón por detrás cuando el árbitro no mira, o disputar un balón dividido con el codo por delante.
Lo interesante del VAR ya no es solo que permite dilucidar con más claridad las jugadas polémicas, sino que su mera presencia ya es disuasoria para quienes piensan en recurrir al juego sucio: hay menos agresiones y menos defensas clamando que no estaban en fuera de juego cuando en realidad sí que lo estaban. Todo gracias a saber que treinta y tres cámaras y varios ojos chivándose al árbitro desde Moscú.
Por otro lado, se generan más ocasiones: lo de los fueras de juego en mínimos obedece a que los árbitros pitan menos porque saben que si la jugada acaba en gol, podrá ser revisada. Si finalmente no había fuera de juego no se habrá interrumpido una acción válida. Una directriz de la FIFA que también está dando sus resultados.
Críticas a la tecnología
Desde que fue anunciado, el VAR ha recibido críticas en ciertos sectores del fútbol. Principalmente, por quienes prefieren un fútbol más a la vieja usanza y aseguran que las polémicas que no son resueltas con precisión son "lo bonito del fútbol". Otros defienden que lo bonito del fútbol es la justicia y las correctas decisiones arbitrales, y que toda ayuda es bien recibida. Uno se acuerda del España - Corea del Sur de 2002 y tiene claro hacia dónde tirar.
No obstante, su llegada a los mundiales no ha sido perfecta. En los primeros once partidos ha tenido el respaldo de la FIFA por todas sus intervenciones, pero algo se rompió en el Inglaterra - Túnez.
En ese partido hubo dos penaltis no señalados a Harry Kane, líder del equipo inglés, y se puso en entredicho la contribución del VAR. La sangre no llegó al río porque los ingleses se terminaron llevando igualmente los tres puntos, pero la FIFA se negó a comentar estas decisiones y pospuso las valoraciones sobre estas dos acciones, posiblemente hasta que termine la fase de grupos.
El debate no es solo tecnológico: en esos dos penaltis no señalados hay más polémica alrededor. En el primero, Stones empujó a Skhir casi al mismo tiempo. En el segundo, Kane parece coger del brazo a Meriah. Y el protocolo de videoarbitraje establece que si hay una acción antirreglamentaria justo antes de otra que pide revisión, la segunda no será revisada. Demasiada complejidad incluso para aplicar el VAR.
Otra pregunta es si el protocolo del VAR podría ser algo más ágil. En estos partidos hemos llegado a ver procesos de decisión alargarse hasta dos minutos, una eternidad para quienes están sobre el terreno de juego esperando saber si van a seguir vivos en el torneo o no. Un gol (bien) anulado a Irán frente a España se dilató tanto que un miembro del cuerpo técnico iraní acabó hospitalizado tras la tensión vivida durante ese proceso. Pero esa es otra cuestión.
Imagen | Wikimedia Commons.
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