En la segunda semana de marzo, España pasó de tener un ambiente despreocupado respecto al avance del coronavirus, en el que se jugaban partidos de fútbol abiertos al público y se celebraban manifestaciones multitudinarias, a decretar el sábado 14 el estado de alarma. Un cambio radical en muy pocos días que pilló a pie cambiado a todo el país, y también a los centros escolares, que tuvieron que improvisar estrategias de enseñanza a distancia para salvar un período indefinido cuyo final cada vez se ve más lejano.
La principal estrategia a seguir está siendo el envío de deberes para casa, que han de volver al docente una vez completados, o las clases magistrales publicadas en vídeo para que las sigan los alumnos desde sus casas, así como las videollamadas o el intercambio de mensajes para resolver dudas. El problema es que no todos esos alumnos cuentan con los mismos medios para seguir el ritmo del curso online. Algunos, de hecho, no tienen ni para empezar.
Post-PC a la fuerza
Lorena Sánchez es maestra de música en un colegio público de la provincia de Toledo. En un primer momento, su centro planteó no avanzar en contenidos y limitarse a que los alumnos repasaran lo visto en clase anteriormente. Cuando la situación empezó a tener visos de alargarse, tuvieron que pasar a continuar con la rutina para cumplir la planificación, pero online.
“Está siendo muy complicado porque ha supuesto una forma de enseñanza para lo que no estábamos preparados. Nos hemos tenido que ir adaptando a la situación por momentos”. En su centro, el alumnado no contaba con dispositivos tecnológicos proporcionados por el colegio, como sí otros centros educativos. “Aquí las familias tienen que apañarse como pueden con los dispositivos que tienen en casa, muchos solo tienen el teléfono móvil”, cuenta Lorena.
Javier Penalva, que además de colaborador en Xataka también ejerce como profesor de Secundaria y Bachillerato en Murcia, ha percibido lo mismo. “Me he encontrado con todas las situaciones posibles, desde ordenadores muy antiguos con versiones de Windows ya no soportadas, hasta portátiles de trabajo de los padres que tenían que compartir entre hermanos. Otros alumnos me han dicho que el PC de su casa llevaba meses o años sin encenderse, y que ahora comprobaban que no funciona o que da demasiados problemas”.
La era del smartphone ha dejado olvidado al ordenador doméstico en muchos hogares en los que ya no hace falta para el empleo de ningún miembro de la familia. Algo que empezó a dejarse ver antes incluso del confinamiento, ya que según explica Penalva, “he encontrado incluso alumnos de 2º de Bachillerato que no tienen ningún ordenador en casa. Entregan sus trabajos directamente hechos con el móvil, desde una infografía hecha con Canva o Genially hasta trabajos de investigación elaborados en Google Docs, sin tocar un PC”. En toda la era post-PC.
Soluciones particulares
Alberto Copado, profesor de inglés en Puertollano (Ciudad Real), también ha visto este fenómeno: “Es sorprendente lo de los chavales haciendo todo esto desde el móvil, con uno normalito ya pueden seguir el curso si le ponen ganas, aunque no es lo ideal”. No obstante, también ha visto casos en los que ni esa opción es viable: “Algunos no tienen móvil y tampoco un portátil, que suele ser lo más deseable. O tienen que compartir un portátil entre varios hermanos, o ni siquiera tienen un portátil en casa. Encuentran muchas dificultades para acceder a las plataformas que preparamos”.
Las iniciativas para solventar esas dificultades salen a menudo de los propios profesores como consideran oportuno en cada caso, sin una directriz común. Lorena llama por teléfono a sus alumnos sin conexión, desde su teléfono personal, para intentar hacerles llegar como sea la programación de cada área. Olga, una profesora de primaria en un colegio murciano, ha llegado a preparar un cuaderno de deberes específico para un alumno sin ningún tipo de equipo informático. Ahora está esperando a que alguien de su familia pase por su casa para recogerlo.
En otras ocasiones, la administración también intenta salvar estas distancias. El concello (ayuntamiento) de Cerceda, en A Coruña, está estudiando formas de prestar una tablet o un portátil a los alumnos de sus colegios que no tengan equipamiento suficiente para seguir las clases a distancia. Incluso, en algunos casos, de pagar la conexión a Internet a las familias vulnerables que no puedan afrontar ese gasto, como ya hace con otros servicios básicos, como la electricidad o el suministro de agua.
Raquel Veira, profesora en este municipio, cuenta que de los en torno a cien alumnos que atiende, solo hay dos en esta situación extrema. Con el resto, entre los recursos de su aula virtual y las videollamadas grupales con Zoom, "vamos funcionando bien", según explica. Especialmente con los alumnos de secundaria, ya que los de primaria tienen menor autonomía y dependen más de sus familias. Unos siguen el curso, otros se quedan fuera a la espera de que intervenga la administración.
Familias on, familias off
A la falta de equipamiento tecnológico se le suma otra desigualdad, la que provoca las diferencias entre quienes tienen familiares que les pueden asistir con el acceso a herramientas digitales, y quienes no. A menudo, esto guarda relación con lo anterior, existe cierta correlación entre familias en situación de vulnerabilidad y familias con menos competencias digitales. Algunas ven un problema serio en qué hacer con los niños teniendo que seguir yendo al trabajo, como para pensar en que les asistan tecnológicamente.
Alberto explica que esta diferencia también es muy apreciable. "En estos días estamos viendo claramente qué niños pueden tener ese apoyo o ese refuerzo por parte de sus familias, y quiénes no. Quiénes están pendientes de ellos y quiénes, por la razón que sea, no. Y no podemos hacer todo el trabajo los profesores, ese refuerzo es importante".
Miguel Costa dirige la sede madrileña del programa 'Empieza por Educar', una fundación que trata de reducir las desigualdades educativas entre niños de distintos estratos sociales. "Vemos familias que no van a poder apoyar a sus hijos por su nivel de conocimientos más limitado, sobre todo a partir de ciertos cursos. La mayor tragedia para los profesores llega cuando ven que hay alumnos que quieren pero no pueden seguir sus clases, que no pueden conectarse".
Pedro Alarcón, director de un colegio concertado en forma de cooperativa de enseñanza en Málaga, cree que esta situación ha puesto en descubierto muchas carencias del sistema educativo. "Muchos de mis alumnos no están en contacto con la realidad digital. Vemos que no saben ni adjuntar un archivo a un correo, o generar un documento en PDF. Son procesos básicos que les suenan a chino". En otras familias, esto es el pan de cada día.
Cuando vuelvan a las aulas
Esta brecha, que se va abriendo gradualmente entre estudiantes de distintas clases sociales con la educación a distancia forzosa, se hará mayor conforme más tiempo pase hasta que los alumnos vayan volviendo a las aulas. Algunos ya van pensando no solamente en cómo afrontar esta situación, sino en qué consecuencias tendrá este confinamiento una vez se restablezca la normalidad.
Andrés Conde dirige la ONG Save the Children, y explica que una de las consecuencias que considera que tendrá este confinamiento en las familias más vulnerables: será la interrupción del proceso educativo, ya que un porcentaje de ellas no tienen ordenador en casa ni conexión a la red, y el nivel educativo de sus padres tampoco les permite compensar la situación.
"Tras los ancianos, los niños van a ser el grupo más afectado, ya que la infancia puede quedar fuera del foco público al tener una baja prevalencia de esta epidemia. Si no tomamos medidas, esto acentuará la pobreza infantil y el fracaso escolar en los grupos más vulnerables". Desde la ONG están centrando sus esfuerzos en asegurar conectividad, dispositivos y contenidos educativos a estos niños en situación de vulnerabilidad, así como en orientar a los padres en crianza durante el confinamiento o en proporcionar ayudas materiales.
Para Miguel, este panorama en el horizonte va a obligar a tomar medidas. "Habrá que flexibilizar la evaluación de este curso, permitir individualizar ciertas situaciones y dejar a los claustros la potestad de evaluar con ciertos criterios. Y habrá que generar mecanismos de compensación para los estudiantes más desfavorecidos, desde este mismo verano. Hay que pensar no solo en esta crisis, sino en lo que vendrá después". Si el presente es incierto, el futuro todavía más. Y si lo es para todos, para quienes se quedan detrás y ni siquiera tienen desarrolladas sus competencias digitales puede pintar aún peor.
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