No todo el mundo quiere ser vecino de un ingeniero de Google

No todo el mundo quiere ser vecino de un ingeniero de Google
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Ayer no fue un día agradable para Anthony Levandowski. Este ingeniero de Google se encontró de de buena mañana con un grupo de personas que se dedicaron a distribuir entre los vecinos de su barrio panfletos (el PDF, aquí) en los que se acusaba a este ingeniero de construir "un excesivo mundo de vigilancia, control y automatización".

El grupo, llamado Counterforce, fue después hacia una parada de uno de los cada vez más conocidos autobuses de lujo de Google, y estuvo bloqueando su paso durante cerca de media hora. Los empleados de Google como Levandowski ya no son ni mucho menos bienvenidos en San Francisco.

La gentrificación no es popular en San Francisco

El término "gentrificación" --de momento sin traducción aceptada al castellano, aunque algunos abogan por la palabra "elitización"-- hace referencia, como indica la Wikipedia, a "ese proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector o barrio deteriorado y con pauperismo es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo a la vez que se renueva".

Flier Levandowski

Este concepto se ha puesto muy de moda los últimos meses: barrios abandonados comenzaban a ser restaurados y ocupados por sectores de la población con un nivel adquisitivo normalmente alto que devolvían "la vida" a esos barrios, pero que también los hacían inabordables para personas de clase media.

Y eso es lo que parece estar ocurriendo en San Francisco, que está viviendo un segundo boom de empresas tecnológicas con un ambiente emprendedor que parece inacabable. Jóvenes ingenieros de todo el mundo llegan para instalarse en San Francisco y disfrutar de todas las ventajas de la ciudad, aun cuando en realidad trabajan para todo tipo de empresas de Silicon Valley que, por supuesto, miman a esos ingenieros con altos sueldos y todo tipo de comodidades en sus flujos de trabajo.

Entre esas comodidades están los lujosos autobuses que les llevan y les traen desde sus zonas de residencia hasta los cuarteles generales de sus respectivas empresas. Google se ha hecho tristemente famosa por unos autobuses --por supuesto, con Wifi-- en los que estos empleados disfrutan de todas las comodidades para "casi teletransportarse" a sus puestos de trabajo en Mountain View mientras trabajan durante el trayecto.

Craiglist

2.200 dólares al mes por 400 ft2 (38 m2) en SF. Chollazo.

Y por supuesto ese ritmo de vida ha hecho que estos empleados puedan acceder a un nivel de vida que no todos en San Francisco podían disfrutar. Eso ha hecho que los costes de vida en la ciudad estadounidense crezcan de forma considerable, sobre todo a la hora de alquilar un piso. Servicios como el conocido Craiglist bullen con ofertas de lofts y pisos perfectos (y carísimos) para estos jóvenes ingenieros, residencias que han subido su coste de forma dramática por esa avalancha de personal altamente cualificado y pagado perteneciente a las grandes de la tecnología.

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Rechazo general a las empresas tecnológicas

Resulta chocante cómo estas tecnológicas han convertido a San Francisco y Silicon Valley en lo que es y cómo eso ha impactado a diversos sectores de la población. En los últimos meses, la tónica general ha dejado protestas contra los gigantes de California. De hecho, no todas las empresas parecen tener el mismo beneplácito de los habitantes de esa privilegiada zona estadounidense Incluso Apple, que tiene planeado un singular y futurista cuartel general en forma de nave espacial que es un prodigio del diseño y que parece haber recibido la bendición absoluta del ayuntamiento de Cupertino y de sus habitantes, ha sufrido ataques a sus autobuses.

Autobus Google

Aunque el grueso de las protestas (y más mediáticas) se las lleva por ahora Google, cuyos privilegios para empleados --con los autobuses como protagonistas de las últimas polémicas--- parecen no gustar a los "ciudadanos de a pie", que no solo ven cómo el coste de la vida ha subido en su zona: tampoco parecen muy convencidos de que esa ultratecnificación de nuestro mundo sea recomendable.

Por supuesto, esos grupos son probablemente minoritarios y habrá opiniones para todos los gustos, pero de momento estas noticias están consiguiendo lo que probablemente sus creadores se proponían: crear ruido y abrir un debate sobre la conveniencia o no de que una empresa acabe cambiando el ritmo de vida de toda una región geográfica.

Los comentarios airados --algunos medios se ponen del lado de esas protestas-- parecen comenzar a ser frecuentes entre los implicados en el debate, y esos autobuses --cada vez más numerosos y cada vez más molestos, según los grupos de protesta-- han logrado entre otras cosas que la Agencia Municipal de Transportes haya votado unánimemente para regular el tráfico de esos vehículos.

El programa de pruebas para esa regulación comenzará en julio y hará necesario que todos los autobuses estén registrados y que solo puedan realizar paradas en 200 puntos específicos de toda la ciudad, además de que cada vez que realicen una parada tendrán que pagar un dólar --una cifra simbólica, sin duda-- que irá a esas arcas municipales.

Las medidas no han contentado a todos los miembros de la protesta popular, y varios se unieron para pedir más respuestas a esa agencia en el ayuntamiento. Los portavoces del grupo llamaron a los autobuses "el transporte de los conquistadores", y uno de ellos fue aún más claro indicando que "se están escapando del delito de invadir nuestros vecindarios. Quizá deberíamos llamar a San Francisco Googlelandia".

Será interesante ver qué decide hacer Google ante este tipo de protestas y, sobre todo, qué hacen sus empleados, que reconocían abiertamente que si no fuera por esos autobuses --que recorren una distancia media de unos 60 km-- probablemente vivirían en sitios más cercanos a sus puestos de trabajo.

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