La constelación de satélites Starlink, que aspira a tener hasta 42.000 satélites, es un proyecto tan atractivo (por sus promesas) como criticado (por los astrónomos, pero no toda la comunidad científica lo ve con malos ojos. En concreto, un grupo de científicos de la Universidad de Ohio (EEUU) aseguran que con sistemas como Starlink puede haber un GPS alternativo muy competente.
La idea parte, precisamente, de uno de los fuertes que esperan tener estas constelaciones de minisatélites: una cobertura brutal. Algo que representa una de las pocas limitaciones que ya tiene el sistema GPS para localizar(nos) cuando interesa una zona complicada a la que la señal no llega.
Que los minisatélites no sólo den altas velocidades de conexión
El GPS es un sistema de localización muy popular y recurrido, pero ni es el único ni es perfecto. De hecho, en los últimos años hemos visto varios intentos de sistemas alternativos buscando cubrir las limitaciones del GPS, como la localización dentro de un edificio o la alternativa que investigó el MIT para modular señales incluso debajo del agua, pensada para océanos.
En este caso, explican en Science, la idea es dar con un sistema de localización que funcione en lugares complicados en cuanto a la llegada de la señal como bosques, selvas o cañones. Especialmente pensando en los investigadores que recurren al GPS para la localización de animales o el seguimiento de terremotos, puntualizan.
La ventaja de los satélites como los de Starlink es que orbitan más cerca que los encargados de establecer las redes GPS (del Departamento de Defensa de Estados Unidos), Galileo (de la Unión Europea), BeiDou (China) o GLONASS (Rusia). Al explicar las diferencias entre ellos vimos que no eran demasiadas y que casi era una cuestión más ligada al control de cada uno, si bien Galileo promete ser cinco veces más preciso que GPS, y la idea de recurrir a las constelaciones de satélites.
Contando con experiencias previas con los satélites de Orbcom e Iridium Communications, logrando usarlos para la localización, el equipo de Zak Kassas (ingeniero eléctrico en la U. de Ohio) ha usado un pequeño receptor para las ondas electromagnéticas que envían dichos satélites. Detallan que no hay necesidad de desencriptar lo que se envía (datos personales, contenido web, etc.), dado que lo que interesa es usar las señales para determinar la distancia a estos satélites.
Algo a tener en cuenta es el efecto Doppler que se crea por el movimiento (relativo) del propio satélite, por el cual las ondas se alargan o comprimen. Un efecto que se suele ejemplificar con esa deformación del sonido que percibimos cuando oímos la sirena de una ambulancia y percibimos un cambio a medida que se acerca o se aleja.
Este efecto es lo que han usado para calcular la ubicación en la superficie terrestre, logrando un margen de error de 10 metros, según aseguran. No es una precisión sin precedentes ni mejora lo obtenido con otros sistemas, pero el punto es el de que la cobertura sea mejor por la abundancia que se espera que tengan las constelaciones.
De ahí que estos científicos, al contrario que los astrónomos que comentábamos en el inicio, sí tengan ganas de que Starlink (u otra compañía) plague los cielos con sus minisatélites, como expresaba Kassas. De hecho, Starlink tampoco está sola ni mucho menos. Sabemos del proyecto de Amazon, de OneWeb e incluso de un proyecto de la Unión Europea, aunque precisamente parece que éstas dos últimas convergerán de algún modo.
Así que veremos si finalmente estas constelaciones presentan una alternativa más útil para esos colectivos que agradecerían una señal de localización donde ahora mismo no la hay. A su vez, el resto de sistemas también van intentando mejorarse, viendo por ejemplo la promesa de que el GPS será más preciso. Sin duda, todo pinta a que podremos estar bien fichados, vayamos donde vayamos.
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