La Comic Sans es, casi sin ninguna duda, la tipografía más odiada del mundo. La única que tiene movimientos organizados que tratan de prohibirla y la única que genera casi mofas, risas y chistes de forma casi unánime. Sin embargo, su creador piensa que "es lo mejor que ha hecho en su vida". Y es posible que tenga razón.
Es cierto. La Comic Sans no tiene ni la elegancia minimalista, ni el equilibrio sofisticado de las fuentes más respetadas de internet. Pero tiene algo que no tiene casi ninguna otra de las letras populares: es legible para personas con dislexia.
Espera... ¿Dislexia?
Por eso, organizaciones como la Asociación Británica de la Dislexia, la Asociación Disléxica de Irlanda o Madrid con la Dislexia recomiendan su uso y expertas como Katie Cummingham o Luz Rello lo confirman. De hecho, hay tipografías específicamente diseñadas para facilitar la lectura (como Lexia Readable) que se basan en precisamente en la Comic Sans.
La dislexia es un trastorno de aprendizaje que afecta a la lectoescritura. Aunque es un trastorno bastante común, lo cierto es que sabemos relativamente poco de ella. Y, pese a que en los últimos años hemos avanzado mucho, la realidad es que muchas de las técnicas que usamos son todavía muy elementales.
Añadir ciertas claves a las tipografías puede ayudar a procesar mejor las letras y las palabras. Y esas claves están, parcialmente y sin intención, en nuestra odiada Comic Sans. En realidad, no hay una técnica mágica. Lauren Hudgins relata en este texto cómo hay muchas estrategias diferentes: unos usan la Comic Sans sí, pero otros usan colores, otras tipografías o distintas estrategias.
A lo largo del tiempo, cada persona con dislexia desarrolla sus propias estrategias. Sobre todo, porque muchas veces el diagnóstico se realiza tarde (o no llega a realizarse nunca). Y, por eso mismo, mucha gente acaba usando de forma predominante la Comic Sans: porque, sencillamente, la leen mejor.
¿De quién nos reímos cuando nos reímos de la Comic Sans?
Hace como un año, la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECyT) publicó los resultados de la 'Encuesta de Percepción Social de la Ciencia'. En torno a un 25% de los españoles contestaba que el Sol giraba alrededor de la Tierra y un 55% estaban convencidos que los antibióticos curaban enfermedades causadas por virus. Esto fue motivo de noticia, pero también de cachondeo.
Aunque cuando nos fijábamos en los datos, veíamos que, como defendía Juan Ramón Barrada, "cuando nos reímos de la incultura científica de la gente, nos estamos riendo de pobres, mayores y mujeres". Fundamentalmente, porque con esos sectores sociales es donde nuestro sistema educativo lo ha hecho y lo sigue haciendo peor. Por eso me parece relevante plantearnos la misma pregunta, ¿de quién nos reíamos cuando nos reímos de la Comic Sans?
O, dicho de otro modo, como lo plantea Lauren Hudgins, ¿odiar la Comic Sans es capacitista? Más aún, ¿Atacando a la Comic Sans estamos haciéndole la vida más difícil a ciertas personas? El capacitismo es un término que viene a designar a una forma de discriminación o prejuicio social contra las personas con diversidad funcional. Es decir, contra los que tradicionalmente llamábamos (de forma bastante capacitista) minusválidos o discapacitados.
Sé que suena extraño, pero a mí, que he sido un hater terrible de este tipo de letra, me dejó pensativo. Desde una capacidad lectora media, podemos priorizar la estética sobre la legibilidad de las tipografías.
Pero otras personas no tienen ese privilegio y, de hecho, el "estigma social" que arrastra esta tipografía puede acabar por perjudicarles. Al fin y al cabo, que la primera reacción de muchos al ver algo en Comic Sans sea reírse de ella, hace que mucha gente no la use (aunque usarla le hiciera bien).
Una defensa de la Comic Sans
Nadie va a discutir que la Comic Sans es horrible, ni siquiera voy a discutir que haya gente que la critique o haga burlas con ella. Ni aunque haya estudios que afirmen que puede mejorar nuestra memoria lectora o que, en el caso de la dislexia, facilita la lectura en sí misma.
Cada uno es dueño de sus filias y de sus fobias, faltaría más. Y, por supuesto, la mayor parte del uso de la tipografía de marras se debe sólo y exclusivamente a que a muchos sencillamente les gusta la Comic Sans. Pero yo, al menos, ya no la odio. Nada que pueda ayudar a leer a la gente puede ser malo. Por muy feo que sea.
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