La pregunta parece sencilla, pero tiene miga en realidad: ¿Qué hacemos con las palas de los aerogeneradores cuando toca jubilarlas? ¿Qué uso damos a esas grandes estructuras fabricadas con poliéster o epoxy reforzado con fibras de vidrio, de carbono o aramidas y que miden entre cinco y más de 80 metros? Una opción es llevarlas al vertedero; pero tiene sus inconvenientes. Ocupan mucho espacio y sus materiales no se descomponen con facilidad. Otra alternativa es incinerarlas y lograr así más energía o recurrir a procesos como la pirólisis o la gasificación, que preservan materiales reutilizables; pero tampoco son ninguna panacea por sus emisiones.
Echando mano de la imaginación y buenas dosis de ingeniería creativa, hay firmas que han puesto sobre la mesa otra alternativa: reconvertirlas en puentes. No se trata de propuestas, ideas vagas ni planos. Como mínimo, han construido ya dos estructuras, una al oeste de Polonia, que se ha inaugurado en enero; y otra en Cork, Irlanda, que se estrenará, si todo va según lo previsto, en primavera. La primera infraestructura la desarrolló la empresa Anmet y la segunda Re-Wind.
Una segunda vida tendiendo puentes
"Muchos elementos de los molinos de viento, como la torre y góndola, están hechos sobre todo de metales, cuyo proceso de reciclaje es bien conocido. El principal problema sigue siendo el reciclaje de los materiales compuestos: el más antiguo, con fibra de vidrio (GFK), y el que se encuentra cada vez más en los nuevos tipos de palas, la fibra de carbono (CFK)", detalla Anmet, firma fundada 1998 y con sede en Koszarowa, una localidad situada al oeste de Polonia, que trabaja también con métodos de procesamiento mecánico para los compuestos GFK y térmicos para los CFK.
En su búsqueda de fórmulas alternativas para el reciclaje de las palas de aerogeneradores, la compañía ha impulsado investigaciones de la mano de la Universidad Tecnológica de Varsovia y la Universidad Tecnológica de Rzeszów. El objetivo, explican: reutilizar piezas ya descartadas para construir puentes y otras estructuras que puedan prestar servicio a las comunidades.
Las palas de mayor tamaño se reaprovechan, además de en pasarelas y puentes —la compañía anuncia incluso pasos levadizos— , para la construcción de columnas, encofrados, postes o torres de observación, entre otras estructuras. Las más pequeñas se dedican sobre todo a reforzar terraplenes y taludes o disfrutan de una "segunda vida" como mobiliario urbano, en forma de marquesinas, bancos, farolas, cubos de basura o cubiertas bajo las que guardar coches y bicicletas.
Combinando la composición de las propias palas con otros recursos, como madera y fibras vegetales, la compañía polaca desarrolla también un material que, una vez ha cumplido con su período de uso, puede usarse como combustible en las plantas de incineración. Anmet asegura que saca partido también de las resinas y fibras de carbono. "Hemos desarrollado una tecnología para recuperarlas de las palas de los aerogeneradores", detallan desde la compañía, que asegura que puede obtener fibras de hasta ocho metros e investiga su uso reciclado en láminas.
Para demostrar su capacidad, Anmet construyó el año pasado un puente que atraviesa un río en Szprotawa, un pequeño pueblo al oeste de Polonia. El proyecto se abordó en parte con financiación europea y tras completar pruebas con la Universidad Tecnológica de Rzeszów. La estructura se inauguró el mes pasado y ahora la firma confía en que le abra nuevos caminos.
Una meta similar persigue, a cientos de kilómetros de allí, Re-Wind, red dirigida por un equipo irlandés de la Universidad Tecnológica de Munster y el University College Cork. A finales de enero daba por finalizado un puente en la vía verde entre Midelton y Youghall, en el condado de Cork.
Sus responsables relataban hace poco a The Verge que la propuesta de la red no es atractiva solo por sus ventajas medioambientales al buscar una "segunda vida" para las palas; sostienen también que puede ser una fórmula competitiva en costes a la hora de levantar puentes. En el caso de Cork, Re-Wind estima que al usar estructuras descartadas de un parque eólico de Belfast evitó la emisión de los casi 800 kilos de CO2 que habría exigido el mismo proyecto con vigas de acero.
Re-Wind ya dispone incluso de un catálogo con las soluciones que ofrece la red, que suma los esfuerzos de profesionales del Instituto de Tecnología de Georgia, el Univesity College Cork, Queen´s University Belfast, City University of New York y Munster Techonological University. Para elaborar sus diseños trabajaron con palas de entre 13,4 y 46,7 metros. En su listado incluyen, además de puentes, otras opciones de mobiliario que aprovecha viejas estructuras eólicas, como torres de telefonía, cercados, barreras acústicas, marquesinas o incluso como comederos en granjas.
El objetivo, tanto en el caso de Re-Wind como de la firma Anmet, es en esencia el mismo: buscar soluciones para un problema —el de qué hacemos con los componentes de los aerogeneradores— que probablemente irá a más con el tiempo. Las tablas del portal Statista muestran que cada vez tenemos más aerogeneradores. O lo que es lo mismo, palas candidatas a la jubilación. Si en 2011 había instalados en España alrededor de 19.600, en 2019 se superaban ya las 20.900.
Con los datos de la Asociación Empresarial Eólica (AEE) sobre la mesa eso equivale, a día de hoy, hay aproximadamente 64.200 palas. Y la cifra crece. Por término medio, la vida de diseño de un aerogenerador es de 20 o 25 años, aunque suele estirarse a los 30, lo que dibuja el escenario que se irá dibujando a medida que avancen las décadas. Como ya os contábamos en septiembre, aunque cerca del 85% del material de las turbinas se puede reciclar, el gran reto lo representan las palas, por lo que ya se ponen sobre la mesa opciones como el reciclaje mecánico, el térmico o químico.
La reutilización busca ofrecer otra vida a esos gigantes del viento.
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