Hace unos días, Rosalía actuó en el festival Lollapalooza ante lo que según los medios era un público totalmente entregado. Pero, como dice Juan García, basta con mirar solo un trocito de la actuación para comprobar que ante lo que realmente estaba actuando la cantante era ante un océano interminable de teléfonos móviles. ¿Realmente se nos está yendo de las manos el tema de los móviles?
No es un debate nuevo. Es más, la idea de que "estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de los momentos importantes" va camino de convertirse en una de los grandes comunes del siglo. Pero, ¿es cierto? ¿Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de las cosas importantes o lo que tenemos frente a los ojos es, sencillamente, una forma distinta de disfrutar de esas mismas cosas?
Pues, por lo que sabemos, ni una cosa ni la otra. Si algo nos muestra el caso de Rosalía es que todo ha cambiado. No solo la forma de hacer música o de consumirla, no. Lo que ha cambiado es otra cosa, más sutil, pero mucho más importante. Y bien nos adaptamos a ello o estaremos dejando pasar una gran oportunidad
Los móviles lo han cambiado todo
En menos de diez años, los teléfonos móviles se han asentado profundamente en nuestra sociedad hasta el punto en que para los niños y jóvenes es realmente muy difícil imaginarse un mundo en el que no existan. Ya en 2008, el escritor Hernán Casciari escribía que mientras le contaba a su hija el cuento de Hansel y Gretel y le explicaba el momento en que se encuentran perdidos en el bosque, sin poder seguir el rastro de migas de pan, su hija le respondió quitándole dramatismo: "No importa. Que lo llamen al papá por el móvil".
De repente, Casciari se dio cuenta de "qué espantosa resultaría la literatura —toda ella, en general— si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción".
Pero lo interesante de la reflexión de Casciari no es si lleva razón en que hoy las tramas de la 'Odisea', de 'Romeo y Julieta' o del 'Muelle de San Blas' resultarían poco creíbles. Lo interesante es que no se había dado cuenta. En 2008, un año después de la presentación del iPhone, los móviles ya eran (casi) lo que son hoy y, retrospectivamente, sus efectos sociales y culturales se dejaban sentir con fuerza. Lo que ocurre es que aún no lo habíamos notado.
Pero ya sí. Por eso, la pregunta de si estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de las cosas importantes o si, en cambio, estamos creando formas distintas de disfrutar no deja de ser una pregunta capciosa. La cuestión no es si disfrutamos menos que antes. La cuestión realmente crucial es si hoy por hoy, se podría recuperar la forma de disfrutar de un concierto de hace 20 años. Y no solo es que parece que no, sino que tampoco es deseable: estaríamos perdiendo una gran herramienta.
Si quieres disfrutar de un concierto, haz fotos
Aunque parece que todos damos por hecho que disfrutar del momento y hacer fotos (o vídeos) con el móvil son cosas contradictorias, lo cierto es que la investigación científica de la que disponemos no lo tiene tan claro. En 2016, Kristin Diehl y su equipo de la Universidad del Sur de California publicaron nueve estudios en el Journal of Personality and Social Psychology en los que analizaban distintas situaciones como una visita en autobús, comer en un restaurante o asistir a un concierto.
A la mitad de los participantes se les prohibió hacer fotos y a la otra mitad se les pidió que las hicieran. Posteriormente, los investigadores evaluaron de distintas formas la satisfacción de las experiencias que estaban estudiando. Y lo que encontraron, sorprendentemente, es que hacer fotos nos hace disfrutar más de los acontecimientos. Por si fuera poco, todos estos beneficios se reprodujeron también en laboratorio.
¿Por qué ocurre esto? Según estos investigadores, la respuesta parece ser que hacer fotos y vídeos ayuda a incrementar nuestra sensación de inmersión. Esto es importante porque quiere decir que, en cierta forma, las fotografías y los vídeos actúan como amplificadores. O sea, que si la experiencia es negativa las fotografías empeorarían la experiencia porque ayudarían a amplificar nuestras malas sensaciones.
Además, esto de usar el móvil como amplificador sólo funciona cuando el evento es pasivo. Es decir, cuando somos espectadores. Si la actividad en cuestión es interactiva, los teléfonos se convierten en un estorbo y su efecto amplificador sencillamente desaparece. Como vemos, los móviles no dejan de ser herramientas que ayudarán o no según las usemos. Puede ser una cuestión cultural, pero eso no lo hace ni menos poderoso, ni menos inevitable.
Pensar la música en directo desde los smartphones
Decía Jaime Altozano en su vídeo sobre Rosalía que, seguramente, una de las innovaciones más interesantes de Rosalía es pensar el flamenco (un arte creado para cantar en las peñas, las reuniones familiares y al borde de los tablaos) desde el micrófono. Es decir, el hecho de usar el micrófono como una herramienta sonora que va más allá de un cacharro para amplificar o grabar el sonido.
De hecho, Altozano lo ejemplifica con una frase que nos viene realmente bien. No aprovechar todas las posibilidades del micro y el software de producción actual "es como tener un smartphone y usarlo solo para llamar". O, en este caso, es como tener un smartphone y no entender que, hoy por hoy, es una de las mejores herramientas para impulsar la atención, la intensidad emocional y la inmersión. Más nos vale pensar los "conciertos desde los smartphones" porque si algo está claro es que han llegado para quedarse.
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