Nómada digital: dícese del profesional que usa las nuevas tecnologías para trabajar de forma remota en lugar de hacerlo en un entorno de trabajo estable y siguiendo un estilo de vida nómada, sin residencia fija.
La definición de nómada digital bien podría ser ésa, aunque no todos los que llevan este estilo de vida coinciden plenamente con ésta o cualquier otra acepción que le queramos dar. De hecho, algunos hasta reniegan de esa etiqueta porque consideran que se ha pervertido el concepto con el que se acuñó.
“No me gusta meterme en el grupo de nómada digital, porque la mayoría no son como yo”, asegura Javier Jiménez. “Ahora es una moda. El nomadismo, en sus inicios, se hacía para prosperar. Y yo no lo estoy haciendo. Estoy disfrutando de mi vida y de mi tiempo, pero el sueldo es el mismo. No me gusta el término”, señala.
No estoy de vacaciones, estoy trabajando
Quizá esa moda es la que ha promovido la imagen idílica de una persona trabajando con un portátil en la orilla de una playa paradisiaca. Algo que no se corresponde con la realidad.
“Mucha gente cree que estás de vacaciones y te tienen envidia. Pero insisto: no estoy de vacaciones, estoy trabajando, pero en lugar de en España, en cualquier parte del mundo”, remarca Iván Coronado, quien reconoce que a mucha gente le sigue chocando mucho su estilo de vida, “sobre todo si están acostumbrados a trabajar en una oficina”.
Mamá, quiero ser nómada digital
Estos dos profesionales trabajaron en oficinas antes de cambiar de estilo de vida y convertirse en nómadas digitales. Y a los dos les une una pasión: los viajes.
Javier Jiménez pasó por varias empresas y creó incluso su propia startup. En todo ese tiempo se dio cuenta de que no quería estar atado a una silla y un cubículo. Quería hacer lo que siempre le había gustado: viajar. Había vivido periodos cortos en algunos países de Europa pero, al crear su propia empresa, lo tuvo claro: el equipo de trabajo tenía que estar deslocalizado. “Parte se vino conmigo y a los seis meses fuimos separándonos. Cerré la parte de mi empresa porque quería asumir otros retos y la cerré en remoto, estando en Kuala Lumpur”.
En el caso de Iván, este desarrollador trabajaba en Desigual en Barcelona con un horario fijo. “Tardaba una hora en llegar y otra en volver. Me pasaba la vida en la oficina”, reflexiona para acabar confesando que, por su profesión de programador, “sabía que iba a acabar trabajando en remoto”. Por eso lo dejó y se hizo freelance.
Eso, unido a la “suerte” de conocer a uno de sus primeros clientes hicieron el resto. “Coincidí con la empresa en la que estoy ahora. Los dos somos de Sevilla y, aunque al principio trabajé de freelance, luego me contrataron. Pero siempre trabajando en remoto, aunque lo hiciera desde mi casa”, nos explica.
Tiempo después se dio cuenta de que podía hacer su trabajo desde cualquier lado. “Me gusta viajar, así que empecé poco a poco, porque tampoco sabía cómo sería irte a otro sitio y trabajar desde allí”. Al principio iba a casa de amigos pero luego se atrevió a ir a sitios donde no conocía a nadie y por más tiempo. “Así empecé y así sigo”, explica.
Trabajo para una empresa española desde la otra punta del mundo
Estos dos nómadas digitales trabajan para empresas españolas, aunque lo hacen desde cualquier parte del mundo.
Javier cuenta que en 2015 empezó a trabajar en remoto para una empresa española. “Es algo bastante inusual”, reconoce. Ni siquiera tuvo que venir a su país de origen para firmar el contrato.
En esta empresa estuvo más de dos años. “Los ciclos en las empresas son cada vez más cortos para mí” confiesa. Incluso hay periodos en lo que no está activo. ¿De dónde obtiene el dinero cuando no trabaja? “Colaboro con una empresa de software de Londres así que, si necesito dinero, trabajo con ellos y gano lo que necesito”. Pese a que decidió estar 3 meses sin buscar trabajo, en enero de este año otra empresa española, minube, se pone en contacto con él. “No me hicieron ni prueba técnica, ya que todo mi código está en GitHub. El 80% de mi código es open source y se puede ver ahí”.
De minube le atrajeron dos cosas “fantásticas para mí: ser un nuevo reto y que sea un portal de viajes” y aceptó el encargo que le hicieron. Trabaja con ellos pero no conoce físicamente a ningún compañero.
Un portátil y, sobre todo, una buena conexión
Para hacer su trabajo, estos dos nómadas digitales reconoce que solo necesitan Internet y un portátil. Algo tan fácil y tan difícil a la vez.
Las conexiones no son siempre idóneas y eso es algo que hay que tener en cuenta. Como ejemplo, Javier cuenta una de sus experiencias. “En 2014 quisimos pasar 45 días en Indonesia. Llegamos el 30 de diciembre, pero la conexión en las islas es muy mala y el día 10 de enero me marché. Tenía que seguir trabajando y no quería que mi empresa tuviese problemas de comunicación conmigo”.
Precisamente por eso, Iván lo primero que hace antes de decidir su próximo destino es “asegurarme de que la conexión a Internet sea buena”. A partir de ahí, y, en función de la carga de trabajo, se organiza.
Algunas cosas diferencian a estos dos nómadas digitales. Javier, por ejemplo, tiene su base en el norte de Tailandia (aunque su residencia fiscal está en España) y, desde ahí, se mueve generalmente por Asia, pero no exclusivamente. De hecho, cuando hablamos con él estaba en Japón pero al día siguiente se marchaba a Hong Kong.
Iván, por su parte, mantiene su residencia en Sevilla, donde siente que está su gente, su familia y su sitio. “Cuando me invade la monotonía y la rutina (cada dos meses, más o menos) es cuando me voy unos meses fuera y estoy otros dos o tres meses en algún destino”. Últimamente ha decidido centrarse en América, coincidiendo también que la mayoría de los proyectos para los que trabaja están en este continente.
Ser o no ser nómada toda la vida, he ahí la cuestión
Pero, ¿se puede ser nómada digital de por vida? ¿O es algo temporal y circunstancial?
Javier lo tiene claro: él es y será un nómada toda su vida. “No es algo temporal. Es mi forma de vida”, asegura tajante. Tanto que solo pasa en España como máximo 2 semanas al año. “Mis padres todavía no lo entienden y eso que tengo 38 años. Me siguen preguntando cuándo voy a volver. No lo voy a hacer, salvo que tenga que cuidar a mis padres. Prefiero seguir viviendo y experimentando a mi manera, pero trabajando”, asegura.
Iván, por su parte, tiene más dudas. “Creo que llega un punto en que puede ser agotador vivir siempre fuera”. Él siente que sigue teniendo su casa, su sitio y su entorno en España. “A largo plazo puede ser demasiado vivir siempre siendo nómada, porque no conectas nunca y empiezas siempre desde cero. Ahora no tengo responsabilidad ni cargas, pero no sé si lo mantendría a largo plazo”, asegura.
Mi condición es trabajar en remoto
En cualquier caso, Iván reconoce que le gusta tener la libertad de poder trabajar en remoto, aunque no como obligación.
Estos dos profesionales coinciden en que no trabajarían para ninguna empresa que no les permita tener esa libertad. “Es una condición indefendible para mi”, explica Iván. "Puedo ir a la oficina porque me apetezca, no porque sea una obligación. Si una empresa me obliga a ir, no será en la que me guste trabajar”, asegura.
Algo en lo que coincide Javier, quien ha llegado a rechazar trabajos para compañías de las consideradas top. “Facebook me tiró 2-3 veces la caña pero no me interesa trabajar con ellos porque no permiten el trabajo en remoto”, asegura Javier.
E insiste: “no acepto trabajos que no sean en remoto. Es mi única condición porque es mi vida. El sueldo no me importa tanto. Tengo otros valores”. Así que, para trabajar para una empresa, las condiciones de Javi son que sea en remoto, que el equipo sea interesante, que suponga un reto tecnológico y “luego hablamos de dinero. Facebook me ofrecía mucho dinero, pero no soy un mercenario. Ni siquiera lo uso, ¿voy a trabajar para ella?”, se pregunta.
Lo mejor y lo peor de ser nómada digital
Lo mejor de este estilo de vida es la libertad, sobre todo de gestionar el tiempo. “He ganado mucho tiempo para mi solo en desplazamientos por no tener que respetar el horario de entrada en la oficina”, señala Javier, que siempre come fuera de casa para ganar aún más tiempo para sí mismo.
Pero, aunque suene muy idílico, también tiene sus cosas malas. “Echas de menos los compañeros de trabajo. Lo más negativo es la soledad”, sentencia Iván, quien considera que quizá alguien muy junior no deba llevar este ritmo de vida. “Debes conocerte, estar seguro de que vas a sacar adelante el trabajo y que tienes recursos y tablas para no bloquearte y seguir avanzando”.
Javier considera que la barrera idiomática a veces es complicada, sobre todo porque no todo el mundo habla inglés. “Si estás enfermo y estás solo puede ser un poco más duro”, reconoce. “Y adaptarte a parejas internacionales también puede suponer un choque”, ironiza.
Los amigos, la familia (“no es idílico vivir lejos de ella”, asegura Javier) y la comida son también aspectos que se echan de menos. ¿Y a nivel laboral? “Hay que saber trabajar solo. Puede ser duro y caótico si tienes que resolver algo y no tienes a nadie, por lo que tu inteligencia emocional tiene que estar bien desarrollada cuando hay momentos malos”, aconseja Javier.
Lo mínimo imprescindible
Además, estos dos nómadas consideran que es bueno ser minimalista. Y cuanto más, mejor. Sus pertenencias se limitan a la ropa justa y el portátil. Así evitan cargar con peso e incluso tener que facturar. Javier, por ejemplo, no usa vaqueros porque pesan más.
Tanto Javier como Iván insisten, durante toda la charla, en que para ser nómada digital hay que ser muy responsable “con el trabajo, tu jefe y tus compañeros” y evitar dejarse llevar por la sensación de que estás de vacaciones.
Pero, sobre todo Javier (que lleva más años viviendo este tipo de vida) hace otra serie de recomendaciones para ser nómada digital. El primero, si se piensa estar más de seis meses fuera de España, es contratar un seguro médico internacional y tramitar poderes notariales “siempre. Es un trámite que no cuesta más de 60 euros”.
La experiencia de este profesional es que es un papel que facilita las cosas, sobre todo cuando estás fuera. “Mi padre tiene poderes notariales para todo. Los hice en 2013 para que pueda hacer cualquier cosa en mi nombre, por si fallezco. Estas cosas también hay que tenerlas previstas”, avisa.
Además, y tras haber volado 207.000 kilómetros solo en 2017 y haber vivido en más de 40 países durante los últimos 10 años, Javier aconseja viajar siempre con varias tarjetas de crédito (“no es fácil abrir cuentas bancarias en algunos países”) y “muy a mi pesar, no utilizar bancos españoles: el cambio de moneda, las comisiones y el servicio es pésimo”, se lamenta. También recomienda hacerse con alguna tarjeta de ayuda y asistencia al viajero.
La elección de tu destino
Quisimos preguntar también a estos dos nómadas digitales por la elección de su destino. Iván estaba en Santiago de Chile. “La mayoría de los proyectos para los que trabajo están en América, así que casi les viene mejor que esté aquí”, ironiza.
Aunque al principio Iván se planificaba mucho los viajes y las estancias, llegó a la conclusión de que eso a veces le generaba más estrés. “Voy a estar 3 meses fuera y me apetecía ir a Sudamérica, donde puedo hablar en español para no acabar loco”, se ríe. Así que cogió un vuelo de una semana para otra y un Airbnb para 10 días. “He ampliado mi alquiler otros diez pero no he planificado nada. Sé que no me puedo ir a la Patagonia mucho tiempo porque tengo que trabajar, así que he pedido vacaciones para ver la Isla de Pascua y verla tranquilamente”, explica.
Por su parte, Javier tiene su base en el norte de Tailiandia y desde ahí se va moviendo. Cuando hablamos está en Japón (porque había conferencias sobre criptomonedas que le interesaban) pero al día siguiente se marchaba a Hong Kong. “Mucha gente viene al sudeste asiático porque es barato, pero mi impresión es que la mayoría son gente joven que acaba terminar la universidad y quiere ser el nuevo Zuckerberg vendiendo algo por Internet”, se ríe.
Tras más de 10 años por la zona, nos comenta que en países como Camboya, Laos, Vietnam y Tailandia cada vez hay más locales en contra de los occidentales. “Tengo una base de datos donde apunto los precios de todo y desde 2003 los precios han subido un 300%. Y los salario s no han subido igual”, explica. “Los nómadas no ven eso, solo que es barato. Ni se mimetizan ni respetan la cultura”. Razones por las que no le gusta que le engloben dentro de la categoría de nómada digital.
Por último, estos dos nómadas nos cuentan que planifican sus viajes en función de su trabajo. “Quiero estar 6 meses recorriendo Nueva zelanda en una furgoneta. Es mi objetivo para este año”, nos comenta Javier. “Pero ahora que acabo de entrar en minube tengo que ver muy bien cómo lo hago para asegurarme de que las conexiones son buenas y que voy a seguir haciendo mi trabajo. Es una cuestión de respeto”.
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