Puede que caminando por un mercado alternativo de tu ciudad te hayas encontrado con carteles en los que se pueda leer “Se puede pagar con Ecos”, o con Algarbes, o quizá con Ekhis.
No es que admitan que pagues con la última criptodivisa o altcoin del momento, aunque es posible que también veas como alguno de los clientes sacan su móvil para abrir un app y pagar lo que se llevan. En realidad, estamos hablando de monedas alternativas. O sociales, como también las llaman sus usuarios.
Rastrear esta forma de comercio -aunque va mucho más allá de eso- que complementa al euro en España da como resultado encontrarse con una red heterogénea de colectivos, pueblos y grupos locales que han decidido poner en marcha iniciativas que beben a partes iguales de la preocupación por la crisis ecológica, el decrecimiento y la búsqueda de una sociedad más cercana y autosuficiente.
No son ecoaldeas, aunque apuestan por el cultivo ecológico y la permacultura. Tampoco personas que renieguen por completo del sistema actual o del progreso tecnológico, aunque sí que quieren cambiarlo. Se autodenominan Comunidades en Transición, y han encontrado en estas monedas alternativas el mejor mecanismo para intentar fomentar lo que persiguen.
Para ejemplificarlo, en España hay cerca de una treintena bastante activas, y en ellas encontramos desde vecinos de municipios cercanos, comercios locales que han creado su propia moneda, hasta cooperativas de energía o de pequeños agricultores.
“Dentro de lo que llamamos Comunidades en Transición hay muchas sensibilidades y puntos de vista que no tienen que ser el mismo, y por lo tanto puede ser difícil de definir”, nos explica Ana Huertas, coordinadora de Red de Transición, la rama del movimiento en España.
Le pedimos que haga el esfuerzo de intentar sintetizar sus valores. “Pueden ser pueblos, ciudades, barrios y colectivos, que trabajan con la idea de que la acción local puede cambiar el mundo. Nos organizamos para crear lo que denominamos sociedades resilientes, capaces de adaptarse frente a los retos del presente (como la inminente catástrofe climática o la escasez de recursos energéticos y de alimentos) y dirigirse hacia un futuro más local y autosuficiente, menos dependiente del petróleo y otros recursos no renovables”.
“No vivimos en una comuna hippie”: Qué es el Movimiento en Transición
"Cuando la gente conoce nuestra iniciativa a menudo nos imagina viviendo en una especie de comuna hippie. Que no tenemos nada en contra de ellas, pero aquí cada miembro de la comunidad vive en su casa, tiene su empleo, y simplemente está comprometido con una forma de consumo que creemos que puede ir introduciendo pequeños cambios que generen un cambio a mejor: más sostenible y más justo. De ahí la importancia de la palabra transición”.
Quien habla ahora es Iván Salvía, vicepresidente y miembro de Algarbía en Transición, una comunidad en el Valle del Guadalhorce, al interior de Málaga con centro en Coín y sus pueblos cercanos. Entre ellos, y son más de 600 personas, todo lo que se puede se paga con Algarbes. Una moneda alternativa que pueden transferir y gestionar desde su smartphone.
El llamado movimiento en transición tiene su origen allá por 2006, cuando Rob Hopkins, escritor y activista medioambiental británico, creó la primera prueba piloto de estas ideas en Totnes (Devon, Inglaterra). Sus ideas bebían del ecologismo, la permacultura y la hipótesis de que el llamado pico del petróleo y la crisis climática debía empujar a dar un volantazo en las sociedades actuales.
Hoy Totnes es uno de los mayores exponentes de estas ciudades en transición, al igual que Valsamoggia, en Bolonia, que va camino de ser autosuficiente energéticamente o el barrio de Telheiras, en Lisboa.
“En España estas ideas fueron fraguando y tuvieron un disparador a raíz de la crisis económica del 2008, con movimientos como el 15-M o la economía política del Bien Común”, comenta Huertas, quien participa en una comunidad llamada De gota en gota en Cataluña donde productores locales intercambian bienes con unas monedas que también se llaman Gota.
Intentando ahondar un poco más, preguntamos más sobre ideas como el decrecimiento -¿Hasta dónde estarían dispuestos a llegar?- o si ven el cambio climático y el pico del petróleo tan inminente como para tener ciertas similitudes con los ‘preppers’. Es decir, si se están preparando para una especie de colapso medioambiental.
“Creo que es evidente que la crisis ecológica es algo que ya está aquí. En cuanto al decrecimiento, como decía nuestras ideas son amplias y hay gente que puede ser más radical o menos. Sí que apostamos por llevar una vida más sencilla pero, por si alguien lo está pensando, no abogamos por irnos a vivir a una cueva”, nos cuenta Ana Huertas.
Salvía también dice que el fondo está en “cambiar la forma en la que nos relacionamos con el dinero y crear lazos sociales más cercanos y locales”, pero no renunciar a los avances tecnológicos. “De hecho, si no hubiera internet o aplicaciones móviles, los mecanismos que usamos como las monedas alternativas serían mucho más difíciles de llevar a cabo”.
Pese a que en algunos países este tipo de movimientos han calado en la política, las comunidades con las que hemos hablado en España prefieren dejarlo en una iniciativa social, aunque en municipios como el de Móstoles llegó a iniciarse un programa que tomaba buena parte de sus ideas o en Santa Coloma de Gramanet su ayuntamiento ha abrazado la Grama -una moneda alternativa- como un mecanismo para impulsar el negocio local.
Pero ahora vayamos a lo que puede parecer más llamativo: ¿por qué usan una moneda alternativa?
Gastando (y ganando) mis primeros 50 algarbes
Le hemos pedido a los miembros de Coín en Transición que hagamos el ejercicio de que, como nuevo miembro, llegara a la comunidad dispuesto a pagar y ganar algarbes, su moneda alternativa.
Para organizarse, tienen todo su sistema contable en Cyclos, un software con licencia GNU -aunque a partir de la versión 4 ya es software propietario- pensado precisamente para sistemas de cambio local, bancos de tiempo y redes de trueque. Otras comunidades similares también se organizan con software que cumplen la misma función como CES o Clickcoin, este último caso una propuesta española.
“El uso de estas aplicaciones es fundamental. Yo venía de otras iniciativas donde también se usaban monedas sociales pero todos los registros pasaban por boli y papel o en el mejor de los casos un Excel. Aquello como imaginarás era muy complicado…”, relata Salvía.
Cada propia comunidad puede poner y quitar las reglas de su moneda. Que para eso la crean ellos. En el caso de los algarbes, “intentamos evitar los aspectos del dinero común con el que no estamos de acuerdo. Una moneda puede tener un valor de depósito, de intercambio o de especulación entre otras muchas cosas. Nosotros solo queremos el valor como intercambio”, explica Salvía, quien tras iniciarse en iniciativas de este tipo desde hace más de una década y un pasado como profesional en el tercer sector se empapó todo lo que pudo de este tipo de divisas.
Así pues lo primero que tenemos que hacer es descargarnos la aplicación de Cyclos para iOS o Android y registrarnos en la Comunidad de Algarbía. En la app se consigue rastrear y trazar qué pasa con cada algarbe y los intercambios que se producen.
Al entrar, no partimos de cero.
“Cada nuevo miembro tiene concedido un crédito mutuo por parte del resto de miembros de 50 algarbes”, nos explican. Con ellos, ya podemos emplearlos para conseguir bienes como alimentos de los productores locales, manufacturas, muebles artesanos, o pagar por servicios a algún miembro de la comunidad que nos pueda ayudar en algo. Iván nos ha convencido de que su salsa de tomate es muy buena y se la hemos comprado por 2 algarbes, que irán en la app de Cyclos de mi saldo al de Iván.
Lógicamente, ese crédito inicial acabará, y para conseguir algarbes deberemos vender productos, servicios o tiempo de trabajo.
“Una moneda alternativa no anula al euro”
El sistema está pensado para que los algarbes en circulación se generen conforme hay más miembros en la comunidad. Para hacerse una idea, el año pasado en Coín en Transición se movieron 37.000 algarbes. Los miembros de esta comunidad -inscrita como asociación a efectos legales- intentan que cada vez más comercios de la zona acepten su moneda para ir fomentando la adopción.
“La idea es que al ser una moneda local, el dinero se quede en la sociedad y el comercio cercano. Lógicamente, los usuarios de algarbes también pagamos cosas con euros, y consideramos que es necesaria una moneda así -aunque pensamos que deban corregirse muchas cosas del sistema económico actual-, pero creemos que la existencia de monedas complementarias mejora el sistema”, dice Salvía.
Pero, ¿hay inflación en este tipo de monedas? ¿Puedo amasarla hasta hacerme rico en algarbes? ¿Qué pasa si quiero cambiarlos por euros porque los necesito?
Ahí vuelven a entrar en juego las normas que se ha dado cada comunidad para su moneda. En los algarbes no hay inflación –“porque al menos de momento no la hemos necesitado”, nos dicen-, nos cuentan que no tiene sentido almacenarla ya que es una moneda que solo cobra sentido en el intercambio y, si alguien de la comunidad quiere cambiarlas por euros…
“Se cambia a un tipo de cambio 1 a 1 de una caja que tiene la asociación. Las menos veces es porque hay gente que necesita euros por algún gasto extraordinario, y la mayoría en la que cambiamos es porque por ejemplo necesitamos nuevos aperos para el huerto o maquinaria y la tienda que los vende no acepta nuestros algarbes”, nos cuentan.
Monedas sociales vs. Criptomonedas. O por qué el blockchain también puede ser su futuro
Salimos de Coín con el tarro de salsa de tomate que hemos cambiado por algarbes para hablar con Lorenzo Fuentesal, director de Clickcoin, la opción para gestión de monedas alternativas española que hemos citado antes.
Tras estudiar un Excutive Program en China, Fuentesal nos cuenta que acabó interesándose por los sistemas de microcrédito fomentados por el galardonado con el Premio Nobel Muhammad Yunus en Bangladés. “Aquello me hizo dar un cambio en la forma de ver la economía e informarme sobre las monedas sociales, las cuales tenían mucho potencial pero pocas herramientas prácticas de gestión”.
De ahí nació la idea de Clickcoin allá por 2012 –“Al principio a los desarrolladores les decía que quería crear una especie de WhatsApp para dinero”, recuerda Fuentesal-, que ha ido un paso más allá y se ofrece como una solución tanto para entidades sin ánimo de lucro pero también comerciales para este tipo de monedas. Es, en pocas palabras, una plataforma sobre la que cualquier comunidad puede manejar sus monedas y que ya es la que usan en el caso de la Grama de Santa Coloma, el Ekhi vasco o la moneda Puma de Sevilla.
En paralelo, Clickcoin también está explorando este tipo de intercambios para compañías comerciales, que por ejemplo confíen en que sus clientes usen una divisa propia para pagar en sus comercios. Uno de sus accionistas es Tier1, empresa española que sirve soluciones digitales para retail. “Tenemos una versión gratuita para organizaciones sin ánimo de lucro y ganamos dinero por la posibilidad de personalización y mantenimiento de la plataforma”, nos cuentan.
Entre las diferencias que lo separan de otras alternativas como Cyclos está, además de la personalización y una base de datos más específica, la posibilidad de restringir los intercambios con una moneda en concreto a un ámbito geográfico.
Fuentesal confía en que “la idea de las monedas locales acabe llegando cada vez a más comunidades y zonas”, bajo la premisa también de que el sistema económico actual está chirriando.
“Se trata de encontrar mecanismos que promuevan un consumo más local pero también más consciente. Que tengamos herramientas para devolver al dinero su función como facilitador de intercambios. Y, sobre todo, algo que llamamos ‘dinero inteligente’: que yo como consumidor pueda decidir que mi dinero no acabe por ejemplo sufragando tráfico ilegal de cualquier tipo. Esto se consigue con una trazabilidad que solo nos da una solución tecnológica y un entorno local”.
Con esto en mente le preguntamos también por las similitudes o no que podría tener con las criptomonedas y sobre todo con el blockchain, que podría servir para conseguir esa trazabilidad que persigue. “Es cierto que el blockchain idealmente es el futuro para conseguir saber la trazabilidad del dinero o de los intercambios. Hacerlo transparente. Pero, al menos de momento, nosotros no usamos blockchain por el coste de recursos y tiempo que supone para cualquier operación. Anularía que fuera útil ahora mismo”, explica.
De un modo otro, Fuentesal recalca que al final al hablar de criptomonedas, monedas sociales o alternativas, se trata de dar a una herramienta como es el dinero una función honesta. “Bitcoin y cualquier moneda es como la dinamita. Es una gran herramienta, y tiene numerosas virtudes, pero sabemos que entre otras cosas se está usando para ocultar dinero ilícito o procedente de actividades ilegales también”.
Imágenes | Reddetransicion.org | Coinentransicion.org | Robhopkins.net
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