Tras una semana exhaustiva viendo lo mejor del CES, nos toca volver a nuestro especial de arte y tecnología. En las anteriores entregas vimos propuestas tecnológicas de todo tipo como Videoplace, The Artvertiser o Reactable. Gadgets al servicio de lo estético.
Hoy nos toca hablar de algo diferente, más conceptual pero también más provocador. Un autor que decidió llevar parte de la ficción del cyberpunk, con los implantes, y hacerlas realidad. Estamos hablando de Stelarc, uno de los artistas más singulares a la hora de emplear la tecnología.
El cuerpo está obsoleto
El cyberpunk popularizó, dentro del alcance del género, una idea bastante interesante sobre el papel: la conexión entre el cerebro humano y una máquina. Una idea que se ha explorado hasta la saciedad pero cuyo dominio pertenece muchas veces a la ficción.
Hablamos de implantes, con algunos relatos muy buenos como Deux Ex Human Revolution. Sobre los debates éticos y morales que ello implica, la conexión del cerebro a una máquina, los cyborgs, Matrix, Neuromante… Muchos se han atrevido a escribir pero pocos a llevarlo a la práctica.
Es cierto que con la tecnología actual cuesta todavía entrar en esta frontera. Cada vez es más sofisticada pero hay que avanzar mucho y también replantearse a nivel ético y moral si esa eliminación del cuerpo, del deseo de transcender en la máquina es correcto o no.
Mientras nos seguimos planteando todas estas cuestiones, desde hace unos cuantos años tenemos un artista que ha decidido explorar estos límites en su propia piel. Nació en Chipre bajo el nombre de Stelios Arcadiou para luego llamarse Stelarc.
Si hubiera que definir a este artista en cuatro palabras la decisión es fácil: el cuerpo está obsoleto. Con una estética provocadora, Stelarc empezó a hacer arte con tecnología como otros, pero de una forma diferente. Él no se limitó a crear objetos sino a implantárselos en el cuerpo.
Si alguna vez hemos visto algún vídeo relacionado con las vanguardias artísticas de finales del siglo XX posiblemente hayamos visto a Stelarc colgado de unos cuantos cables o conectado a alguna máquina que le permitía expandir sus movimientos.
Obra, de los implantes a la biología
Durante más de treinta años, Stelarc ha sometido a su cuerpo a más de 26 experimentos diferentes que van desde unirse a un exoesqueleto metálico a tener un tercer brazo mecánico pasando por propuestas un poco más rocambolescas como colgarse desnudo sobre dieciséis ganchos de acero en una galería.
La obra de este singular artista chipriota es bastante extensa y aunque tecnológicamente no es la más sofisticada si que trata algunos conceptos bastante interesantes que no deberíamos dejar de pasar desapercibidos, por lo que pueda ocurrir en el futuro.
Uno de los primeros trabajos de Stelarc lo encontramos en los ochenta con la tercera mano. Una prótesis de dos kilos desarrollada en colaboración con la universidad de Waseda en Yokohama, Japón. Una mano que pretendía ser una extensión del brazo derecho del artista.
Capaz de agarrar cosas y ser bastante funcional, se encontraron con algunos problemas derivados con la implementación del brazo: irritaciones, el propio peso del brazo… No era funcional para usarlo de forma continua pero eso no impidió a Selarc usarlo durante dieciocho años en actuaciones de todo tipo.
Siguiendo esta tónica, Stelarc desarrolló un exoesqueleto de 600 kilos donde era capaz de hacer actuaciones montado en él. Estéticamente es una experiencia bastante curiosa por la combinación de la música, el movimiento de las piernas mecánicas y el sonido del sistema hidráulico de estas.
Dos ejemplos además bastante ligados a la literatura ya que ejemplos de este tipo los tenemos en muchos relatos, no sólo en los de papel. Quizá uno de los más atractivos a nivel conceptual lo encontramos en Movatar, un movimiento a contracorriente de la captura de movimiento por ordenador.
Durante años, se han desarrollado todo tipo de sistema para que avatares 3D se movieran de forma real captando nuestros movimientos. Una tecnología que en el cine y en el videojuego ha tenido una aceptación tremenda y ha hecho que la animación mejore notablemente.
Sin embargo, Stelarc decidió hacer algo diferente. ¿Por qué encargarnos nosotros de mover un objeto virtual y no al revés? Movatar responde a esta pregunta con un sistema que permitía al usuario ser controlado por un avatar 3D, que a su vez era controlado por otras personas.
Con 64 movimientos posibles, quien llevaba esta prótesis sólo tenía una libertad de movimiento de tres grados por articulación. El proyecto fue avanzando y planteaba dos posibilidades, la de que otros controlaran nuestro cuerpo y la de la creación de un avatar 3D que fuera aprendiendo y se moviera con autonomía.
Según pasaron los años, Stelarc fue dejando de lado el tema de las prótesis, aunque a principios del siglo XXI se sacó de la manga el interesante Muscle Machine, para meterse más en temas de arquitectura biológica como la creación de máquinas que hacían sonido al mezclar grasa y otros elementos corporales propios.
Para muchos, un tipo excéntrico con una obra que crea repulsión. Si bien es cierto que esto es discutible, hay que reconocer la valía de su obra como un precursor de la conexión entre la máquina y el hombre más allá de la investigación científica más rigurosa que no contempla estas perspectivas.
A día de hoy Stelarc todavía sigue trabajando con diferentes actuaciones a lo largo del mundo y en la red hay una documentación bastante completa, aunque se echa de menos algo más de audiovisual, donde podemos ver su trabajo. En cualquier caso, junto a estas líneas tenéis unos cuantos ejemplos.
Más información | Stelarc
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