En 2021 España contaba con algo más de 15.500 kilómetros de vías ferroviarias. Y eso contando solo las gestionadas directamente por Adif. A lo largo y ancho de semejante red, más del doble de la distancia que separa Kansas y Madrid, circulan cada año miles de trenes cargados de mercancías y pasajeros, un flujo tan intenso que hemos aprendido a verlo como algo rutinario.
Pero… ¿Y si esos trenes sirviesen para algo más que mover gente o contenedores? ¿Y si nos ayudasen a reducir nuestra huella medioambiental y combatir el cambio climático?
Quizás parezca un contrasentido, pero en Estados Unidos hay una empresa convencida de que la fórmula no solo sería efectiva para retirar dióxido de carbono de la atmósfera, sino que permitiría hacerlo además de una forma más eficiente y a menor coste que con las instalaciones fijas.
Al fin y al cabo —razonan— ya tenemos gran parte del camino avanzado: disponemos de una extensa red de ferrocarriles y locomotoras que, además de desplazarse, generan energía.
Un tren para depurar el aire
Lo que propone la firma estadounidense CO2 Rail es utilizar vagones especiales pensados, literalmente, para “cazar” CO2 a medida que se mueven por la extensa maraña de vías del país.
Su dinámica es relativamente sencilla y, a priori —por lo que explica la compañía—, eficiente: los vagones de CO2 Rail están provistos de amplias rejillas por las que se cuela el aire a medida que el tren avanza y de cámaras en las que, con ayuda de un proceso químico, se separa el CO2. Cuando esa fase de filtrado finaliza, el aire limpio sale despedido de nuevo al exterior desde la parte trasera del cilindro y el dióxido de carbono se almacena a buen recaudo en un depósito líquido.
Simple. Y con algunas ventajas importantes. O al menos eso recalcan los padres del prototipo. Al aprovechar la velocidad del tren, los vagones de CO2 Rail no necesitan los potentes ventiladores que incorporan los diseños de las plantas de eliminación de CO2 fijas para filtrar el aire.
Otro de sus pluses es que el sistema se aprovecha del funcionamiento del propio tren durante las maniobras de frenado para su suministro. En vez de permitir que la energía generada por la fricción se disipe en forma de calor, el prototipo la utiliza para alimentar el sistema de filtrado.
“Es un desperdicio. Cada maniobra de frenado completa genera suficiente energía para alimentar a 20 hogares promedio durante un día, por lo que no estamos hablando de una cantidad insignificante”, detalla E. Bachman, fundador de CO2 Rail. Según los cálculos de los investigadores —precisa New Atlas— si pudiese capturarla en casi todas las paradas de todos los trenes del mundo obtendríamos 105 veces más energía que la generada por la presa Hoover durante el mismo período.
Quienes investigan el sistema ya han echado cuentas y calculan que un tren de carga promedio provisto con los vagones especiales de CO2 Rail podría eliminar hasta 6.000 toneladas de CO2 al año con un coste que, de entrada, mejoraría el de otras soluciones que se han ido poniendo sobre la mesa. “El costo proyectado a escala es inferior a 50 dólares por tonelada, lo que hace que la tecnología no solo sea comercialmente factible, sino atractiva”, reivindica Bachman.
Como apunta New Atlas, el objetivo de Climeworks, impulsor de la mayor planta de captura directa de CO2 del mundo, es que el coste por tonelada de carbono eliminada se sitúe en 100 dólares. En el caso de la australiana Southern Green Gas se apunta a una factura de 72 dólares por tonelada.
El uso de vagones especiales tendría además otras ventajas clave. Quizás la principal es que se apoya en una infraestructura que ya existe, la extensa red de ferrocarriles, y ahorra el espacio que sí necesitan las plantas fijas tanto para sus instalaciones como para las fuentes de energía renovable de las que se abastecen. Un ejemplo claro acaba de dejarlo el diseño de 1PointFive: además del propio centro de filtrado, se apoya en plantas con aerogeneradores o paneles solares.
¿Y dónde irá a parar el CO2 una vez filtrado? La idea es vaciar el depósito aprovechando las paradas para el cambio de tripulación o el reabastecimiento del propio ferrocarril. Su última parada, señalan sus impulsores: la economía circular del carbono o lugares próximos de secuestro geológico.
"Cada 12 horas el depósito de CO2 de abordo se vacía en un vagón cisterna sitiado en la estación [...]. No debería suponer ningún reto, ya que los vagones de CO2 Rail se diseñaron para unas 24 horas de funcionamiento continio antes de necesitar ser descargados y los maquinistas tienen que rotar aproximadamente cada ocho horas", comenta Bachman a Interesting Engineering.
"Podríamos conseguir un bucle de retroalimentación positiva en el que el fomento del tren para desplegar ampliamente estos vagones de captura directa podría disminuir aún más las emisiones de carbono porque el ferrocarril es unas cinco o seis veces más eficiente que los camiones", zanja.
Imágenes | CO2 Rail
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