Cuando de apodar prisiones se trata, a los estadounidenses no les gusta calentarse la cabeza.
Alcatraz se alza sobre una isla rocosa en la costa de San Francisco, lo que sumado a su carácter (casi) hermético acabó valiéndole el poco ocurrente mote de “The Rock”. Algo similar le ocurre al Vernon C. Bain Correctional Center, una gigantesca “penitenciaría barcaza” fondeada frente a la costa del Bronx: es un barco, así que la gente se refiere a ella como… —¡Exacto!— The Boat.
Quizás no se lleve la palma en lo que a ingenio en sobrenombres se refiere, pero The Boat, sí destaca en algo: tamaño. Con una eslora de 190,5 metros por 38 m de manga, cinco plantas de altura y capacidad para alrededor de 800 reclusos, es la mayor prisión flotante del mundo.
Así se lo reconoció hace años el Guiness World Reccords, que describe a The Boat como “la instalación de prisión operativa más grande” en una barcaza con 870 camas. La embarcación está justo enfrente del enorme complejo penitenciario Rikers Island, el mayor de la ciudad de Nueva Yok y ubicado en una isla de 167 hectáreas situada en el East River, entre Queens y el Bronx.
Un barco de Guinness
Que The Boat esté anclado hoy en la costa neoyorquina responde, en gran medida, al aumento de delincuencia y reclusos que desató la epidemia de crack de los años 80. Ante el crecimiento de la población de reclusos en Rikers, cercana ya a su tope, las autoridades decidieron dotarse de más celdas; pero se encontraron con un problema: el espacio. O su escasez, más bien.
La solución —detalla Va de Barcos— pasó por prisiones flotantes como Bibby Resolution y Bibby Venture, construidas en origen como floteles para la industria petrolífera y reacondicionados.
La más conocida, de lejos, es sin embargo The Boat, encargada en 1989 al astillero Avondale Shipyard de Luisiana y estrenada en 1992, una vez fondeada en su destino. Suma 16 dormitorios y un centenar de celdas para acoger a prisioneros de seguridad media o alta. La infraestructura incorpora también, entre otros servicios, un centro médico, gimnasio, capillas y biblioteca.
Su puesta en funcionamiento no estuvo exenta de polémicas. Por la solución que representaba, por la ubicación —se valoraron varias— y sobre todo por su ejecución, que acabó prolongándose mucho más tiempo y costando bastante más dinero de lo previsto en un inicio: se contrató con un presupuesto que no llegaba a 126 millones y el montante terminó superando los 161.
Aunque en un principio se planteaba como una solución temporal y llegó a cerrar sus puertas durante un breve lapso, lo cierto —explicaba The New York Times en un reportaje publicado en 2019— es que acabó prolongando su actividad e integrándose en el sistema penitenciario de la región.
Hace un año, al menos, albergaba 661 reclusos y en 2020 contaba con una infraestructura más que notable, con 317 operarios y un coste anual de alrededor de 24 millones de dólares.
Semejante despliegue no lo hace inmune a las fugas, como demostró hace poco más de año un recluso de 30 años que logró burlar la vigilancia de The Boat y detuvieron poco después.
Mientras sigue el debate sobre su futuro, lo que sí deja The Boat es una estampa digna de Hollywood: una enorme barcaza similar, desliza TNYT, a un gigantesco Lego.
Eso sí, con inquilinos a bordo que poco tienen de divertido.
Imágenes | Reivax (Flickr), Julie McCoy (Wikimedia) y Jim.henderson (Wikimedia)
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