Rodeado de banderas y parte de su equipo y encaramado a un atril estratégicamente situado para que se viese la mina de fondo, el ministro de Energía turco anunció hace dos semanas un hallazgo capaz de sacudir el sector tecnológico a nivel mundial: la segunda mayor reserva de tierras raras conocida. Para ser más precisos, una enorme bolsa de 694 millones de toneladas.
El anuncio era relevante por su volumen, que solo superaría la explotación de Bayanoba, en China, con sus 800 millones de toneladas; y sobre todo por su impacto en el tablero estratégico global. Con semejante reserva de recursos, Europa veía cómo asomaba en el horizonte, a “tiro de piedra”, un nuevo proveedor capaz de resquebrajar la posición dominante de China.
Dos semanas después y con la fiebre del hallazgo ya rebajada, la gran cuestión es: ¿Cuál es el potencial real del yacimiento turco? ¿Qué son exactamente esas casi 700 toneladas?
Uno de los primeros en planteárselo ha sido Global Times, diario respaldado por el Partido Comunista Chino. Su visión es de parte desde luego y su línea editorial se caracteriza por un sesgo marcadamente nacionalista, pero ha arrojado algunas dudas sobre la mesa que han continuado en los días siguientes otros medios internacionales de Occidente, como Wired o The Times.
La letra pequeña del anuncio
En cuestión no está si Turquía tiene o no una reserva de tierras raras, algo anunciado por el Ejecutivo de Erdoğan, sino cuál es su alcance, valor y hasta qué punto puede competir con China.
Los cálculos de Global Times apuntan que las 694 millones de toneladas anunciadas a bombo y platillo por Turquía podrían ser minerales preprocesados y quedarse en “solo” 300.000 toneladas de óxidos de tierras raras (REO) disponibles. De ser así el dato estaría muy por debajo de los cerca de 44 millones de toneladas en las que, asegura el diario asiático, se estima la reserva china.
“Los casi 700 millones de toneladas de reservas de tierras raras que afirman en Turquía son contradictorios. Si las reservas son en forma de óxidos de tierras raras, tal escala de reservas debería ser la número uno del mundo, por delante de China. Así que tales reservas, especulamos, deberían ser minerales”, explica Bao Gang United Steel, compañía estatal de Mongolia.
Otra de las firmas mineras con un peso destacado en el Gigante Asiático, Shenghe Resources, coincide en que los 694 millones de toneladas anunciadas por el equipo de Erdoğan podría ser un dato de minerales, no de REO, el referente que utiliza realmente la industria.
“La producción global de REO es de alrededor de 280.000 toneladas al año y la producción anual de REO [de la mina de Turquía] de 10.000 tn, por lo que no tendrá un impacto importante en el mercado mundial”, recalca Shenghe Resources, convenida además de que los recursos de Anatolia no son tierras raras pesadas, lo que reduciría aún más su posible impacto a nivel internacional.
China no es la única que ha puesto el anuncio en cuarentena.
“La idea de que se trata de una nueva reserva masiva que no conocíamos es errónea”, defiende Kathyrn Goodenough, del Servicio Geológico Británico, en declaraciones a Wired. En su opinión es probable que se corresponda con el depósito de Kizilçaören, en el noroeste del país, una reserva estudiada en los últimos años y sobre la que incluso se han publicado artículos académicos.
Para conocer sus características de forma más precisa la experta echa en falta también datos y estimaciones que cumplan con los estándares internacionales. Solo así, explica podrá determinarse el alcance de los elementos de tierras raras recuperables y de alta calidad. A priori, cree que entre el 0,2 y 2% del yacimiento podría corresponderse con óxidos de tierras raras, cálculo que dejaría unos 14 millones de toneladas de estos compuestos. De nuevo, muy por debajo de China.
Sobre la mesa habría otras incógnitas igual de relevantes. Cuando hablamos de tierras raras nos referimos en realidad a un conjunto de 17 elementos, como cerio, samario, lantano o escandio.
En Turquía habrían identificado diez, según precisó hace dos semanas el gobierno, pero lo que no se sabe es cómo, en qué proporción. No todos los minerales están igual de demandados ni su oferta es la misma. De lantano y cerio, por ejemplo, ya disponemos de un buen suministro.
¿Cómo afrontará el proceso Turquía? ¿Podrá competir en precios con China? ¿Se encontrará Turquía con oposición local por el impacto de la explotación? Por lo pronto, el ministro de Energía ya ha anunciado que esperan disponer de una instalación piloto para trabajar en la zona en el plazo de un año. En una primera fase confían en procesar alrededor de 1.200 toneladas anuales.
Otra duda es dónde se procesarán, paso esencial y que no resulta barato, rápido ni sencillo. China puede hacerlo porque dispone de medios. “La razón por la que China disfruta de una posición global dominante no es la gran reserva, sino la capacidad de extraer, separar y regenerar, así como una cadena industrial completa para producir derivados”, reivindica el diario Global Times, que curiosamente ve en el hallazgo turco una "oportunidad de cooperación".
Lo que desde luego demuestra la expectativa generada por Turquía es el interés y valor estratégico de las tierras raras, con múltiples y sobre todo valiosas aplicaciones en la industria tech.
A día de hoy las utilizamos, por ejemplo, en el desarrollo de auriculares, altavoces, discos duros, ordenadores y sensores, herramientas astronómicas o motores eléctricos, con lo que resulta clave para la automoción. Se estima que la demanda seguirá al aza los próximos años.
Con ese telón de fondo, China disfruta ahora de una posición dominante y sobre todo estratégica. Como acaba de demostrar Turquía, hay depósitos repartidos por el mundo; pero en la actualidad su peso es indiscutible. "China es el productor y consumidor de tierras raras más grande del mundo, representando alrededor del 60% de la producción mundial en 2020", zanja Global Times.
Imágenes | Darmau Lee (Unsplash) y Enerji.gov
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