El de Ucrania podría ser el primer gran conflicto bélico en Europa en más de 70 años, desde la Segunda Guerra Mundial. De momento, destaca ya por otra peculiaridad, bien definida pese a que las tropas rusas iniciaron su ofensiva hace poco más de 72 horas: el rol estratégico que va a jugar la tecnología. Antes de que los tanques se lanzasen sobre el Donbás el país registró ciberataques y el papel de las redes ha provocado ya un encontronazo entre Moscú y Facebook. Conscientes de ese escenario, Ucrania ha movido ficha para castigar a Rusia: ha pedido a EEUU que, entre otras represalias, le corte las actualizaciones de software procedentes de su país.
¿El problema? Que Moscú lleva tiempo apostando por el software libre.
El gobierno de Volodímir Zelenski ha elaborado un listado de 14 medidas con las que plantea que Estados Unidos presione a Moscú. Sus propuestas van más allá del control de las exportaciones o la expulsión de los embajadores del Kremlin. Kiev ha solicitado a la administración de Joe Biden que, directamente, prohíba a las empresas estadounidenses que suministren y actualicen software "en interés de los consumidores rusos". El memorándum incide en que se corte el grifo de hardware y software a los sectores del petróleo, el gas, el carbón, la minería y la energía nuclear.
Más de diez años a la caza de la "cibersoberanía"
La petición no es gratuita. EEEUU acoge a algunas de las grandes techs, muchas de ellas proveedoras de software. Sin actualizaciones, sus sistemas no podrían renovarse y eso les impediría mantener los datos de sus usuarios seguros. Ocurre con Windows, por ejemplo, uno de los sistemas operativos más utilizados. Cada vez que la compañía lanza una nueva versión advierte —recuerdan desde Genbetta— de que las antiguas dejan de tener protección y soporte. Sin actualizaciones, los sistemas carentes de parches de seguridad resultarían más fáciles de hackear.
La propuesta de Ucrania no coge a Rusia con el pie cambiado. Lo cierto es que Moscú lleva algo más de una década impulsando el uso de software de código abierto en el país. En 2010 el Gobierno de Vladimir Putin avanzó un plan para la implantación de software libre, incluido Linux, en los equipos del gobierno. Según detallaban entonces desde la federación, sus planes pasaban por desarrollar una licencia propia y completar el proceso de migración en menos de un lustro, para 2015.
A mediados de 2019 —en plena polémica del "caso Huwaei"— trascendía también la intención de Rusia de seguir los pasos de China y cambiar Windows como sistema operativo en los ordenadores de su ejército. Su sustituto: Astra Linux, una distribución exclusiva del sistema de código abierto. En esa dirección, la Duma, la principal cámara legislativa del país, aprobó a finales de ese mismo año un proyecto de ley que exigía que a partir de julio de 2020 se preinstalase software desarrollado en Rusia en los dispositivos que se comercialicen en el país. La medida se planteaba para una amplía lista de aparatos, desde smartphones y PCs, hasta tablets o incluso smart TVs.
"La mayoría [de los dispositivos electrónicos complejos] incluyen software preinstalado, en su mayoría occidental [...]. Si, junto a este, empezamos a ofrecer también software ruso a los usuarios, les proporcionaremos el derecho a elegir", argumentaba por entonces uno de sus impulsores.
Con ese telón de fondo, expertos en ciberseguridad como Dmitri Alperovitch cuestionan que la propuesta de Ucrania pueda tener eficacia. En declaraciones a Vice, explicaba, pro ejemplo, cómo probablemente conduzca al gobierno ruso "aún más" hacia el código abierto. Otros, como Lukasz Olejnik, apuntan que podría ser efectivo y generaría "consecuencias a largo plazo"; pero advierte: "Rusia lleva mucho tiempo desarrollando su cibersoberanía teniendo en cuenta este riesgo".
Por lo pronto, las sanciones de EEUU a Rusia limitarán el acceso de Rusia a la tecnología exterior.
Vía | Genbeta
Imagen de portada | GovernmentZA (Flickr)
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