Tradicionalmente, los fabricantes de dispositivos han sido bastante reacios a que los usuarios pudieran trastear con ellos, al menos en los que no están enfocados a un propósito general, como pueden ser los ordenadores. En estos la libertad es casi total y ya hemos podido comprobar los resultados: desde sistemas operativos hechos por aficionados hasta mods para montar ordenadores en cajas inverosímiles.
Pero si nos fijamos en otros dispositivos, como pueden ser cámaras de fotos, reproductores de música o vídeo portátiles, teléfonos móviles,... esa libertad para que el usuario pueda jugar con ellos y modificarlos está muy restringida; en la mayoría de ellos, de hecho es inexistente.
Pero, ¿qué pasaría si los fabricantes permitieran a los usuarios desarrollar en esos dispositivos?
A pesar de que en muchos casos es toda una tarea de ingeniería inversa, han sido muchos los gadgets que han sucumbido frente a los hackers, que han conseguido extraer suficiente información de estos para desarrollar aplicaciones o modificaciones sobre ellos.
Algunos de los ejemplos más conocidos son el iPhone y la Wii. En ambos casos tenemos unos sistemas limitados a la hora de desarrollar para ellos. En la Wii la limitación viene dada porque es necesario que Nintendo nos de el kit de desarrollo, previo pago de las licencias correspondientes.
En el del iPhone, las limitaciones vienen dadas por una API que no ofrece acceso a todas las posibles funcionalidades del teléfono. En la primera versión del móvil el asunto era aún más peliagudo, puesto que ni siquiera se podían desarrollar aplicaciones para él.
Pero en ambos casos, desarrolladores externos han conseguido implementar soluciones para poder desarrollar sobre estos dispositivos y sacarles mucho más jugo del que ofrecen en su forma más básica. En la Wii existe una buena de comunidad de homebrew en la que podemos encontrar desde reproductores multimedia hasta juegos.
En el iPhone, la principal ventaja de desarrollar sin el SDK oficial de Apple es el de disponer de acceso a partes del hardware que, de otro modo, no sería posible, además de no vernos limitados por las normas de Apple a la hora de aprobar aplicaciones. De este modo, se pueden encontrar implementaciones como la de copiar y pegar o el envío de ficheros por Bluetooth.
Otro de los ejemplos que hemos visto hoy ha sido el permitir grabar vídeo con las cámaras de Canon que implementan LiveView. Aquí el truco está en que es necesario conectarla al ordenador, que es quien realiza la grabación propiamente dicha. Pero, ¿alguien duda de que con el acceso adecuado los hackers no serían capaces de implementarlo en la propia cámara?
De hecho, algo similar han hecho ya en algunas cámaras compactas de Canon con el proyecto CHDK, que ofrece multitud de nuevas funcionalidades, desde tomar fotos en formato RAW hasta detección de movimiento o permitir programar las acciones de la cámara mediante un lenguaje de scripts.
Otros proyectos, como el Chumby, han nacido directamente para ser hackeados. El propio fabricante nos anima a ello y ofrece planos, especificaciones, kits de desarrollo,... de forma que podamos convertirlo en lo que nosotros queramos.
¿Qué pasaría si más fabricantes se decidieran a implementar algo similar? Ya no hablo de ofrecer acceso total al hardware y a sus especificaciones, aunque no estaría mal, sino de permitir desarrollar y trastear con los dispositivos. Los móviles ya lo han hecho en gran parte; la gran ventaja de los modelos más actuales es el permitir el desarrollo de aplicaciones.
Será difícil que muchos fabricantes se apunten a ello, pero los usuarios ya han demostrado que la gran mayoría de veces su creatividad y sus ganas de implementar nuevas funcionalidades van más allá de las de los ingenieros de las empresas que los fabrican.
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