Durante los últimos dos meses he tenido la oportunidad de probar a fondo dos monitores OLED de última generación. Uno de ellos es el espectacular Xeneon Flex de Corsair, que está equipado con un panel orgánico de 45 pulgadas con resolución 3.440 x 1.440 puntos y un refresco de 240 Hz. La otra pantalla fue la OLED Flex de LG, y su matriz orgánica 4K UHD de 42 pulgadas, 120 Hz y con la capacidad de curvarse de forma automática es de las que no te dejan indiferente.
Cuando utilizas durante algo de tiempo un monitor con la calidad de imagen que nos proponen estas pantallas de Corsair y LG resulta difícil volver atrás y convivir de nuevo con un dispositivo con panel LCD IPS o VA. Y es que por muy buena calidad que tenga no va a poder competir con lo que nos proponen dos monstruos como estos. Su relación de contraste nativa, su capacidad de reproducción del color, sus negros y su ínfimo tiempo de respuesta quedan fuera del alcance de los mejores monitores LCD.
En lo que se refiere a su capacidad máxima de entrega de brillo la mayor parte de las pantallas OLED tiene margen para mejorar, aunque la llegada de las matrices QD-OLED de segunda generación de Samsung y los paneles MLA de LG nos promete saldar esta deuda para siempre. Sea como sea, en mi opinión la calidad de imagen global de los monitores OLED que he probado hasta ahora es sobresaliente. Y, además, son una opción estupenda para jugar por su mínimo tiempo de respuesta, que en una bestia como el UltraGear OLED 27GR95QE se reduce a unos insignificantes 0,03 ms (GtG).
Pese a todo los monitores OLED deben superar dos obstáculos para popularizarse
Ahí va el primero de ellos: transmitir la confianza que muchos usuarios necesitan para aceptar que van a poder utilizar su nuevo monitor con panel orgánico con su ordenador sin que se produzca la tan temida retención de las imágenes estáticas. Tanto LG y Samsung, que son los principales productores de matrices orgánicas de gran formato, como los fabricantes de monitores han ideado mecanismos que persiguen minimizar la posibilidad de que se produzcan quemados.
De hecho, los televisores OLED de última hornada son en gran medida inmunes a este problema. Algunos editores de Xataka los tenemos en casa desde hace varios años y no han aparecido quemados en ninguno de ellos ni siquiera después de largas sesiones de juego y trabajo con un PC. Confiemos en que todo lo que las marcas han aprendido durante la puesta a punto de los televisores OLED lo apliquen también a los monitores. Durante mis análisis he comprobado que sí ha sido así, aunque es importante que no pasemos por alto que si nos ceñimos al uso que les damos es más probable que se produzcan quemados en un monitor que en un televisor en el que quizá apenas se reproduzcan imágenes estáticas.
El segundo obstáculo que se interpone entre los monitores OLED y su popularización es más mundano que el reto en el que acabamos de indagar, pero, en mi opinión, también es más restrictivo: su precio. Los modelos que podemos encontrar actualmente en las tiendas no son en absoluto asequibles. De hecho, son casi siempre mucho más caros que una pantalla de gama alta con panel LCD. No hace falta que nos vayamos muy lejos para comprobarlo.
El UltraGear OLED 27GR95QE de LG que he mencionado unas líneas más arriba cuesta 1.200 euros. Es fantástico, de eso no cabe ninguna duda (he podido verlo en acción y sus prestaciones son sobresalientes), pero su precio lo coloca fuera del alcance de buena parte de los usuarios, y es una lástima. Afortunadamente por mucho menos dinero podemos conseguir otros monitores de 27 pulgadas, que es el tamaño que nos propone este dispositivo de LG, con panel LCD y unas prestaciones muy atractivas. Confiemos en que la economía de escala surta efecto pronto y nos permita acceder a un buen monitor OLED sin que nos veamos obligados a endeudarnos.
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