Seguimos con el macrorepaso a la maraña de siglas, cifras y datos que rodean a los monitores para ordenador. Tras ver los distintos niveles de tecnología implicados en la fabricación de monitores, toca indagar en el grueso de especificaciones que caracterizan a cada modelo.
La compra de un monitor ya no es tan sencilla como elegir un tamaño y un diseño que nos gusten. Hay que estar atento a conceptos como la resolución, el ratio de contraste o la velocidad de respuesta. Estos son, a grandes rasgos, los principales conceptos que hay que tener en cuenta.
Entregas del especial Monitores
Todo sobre los monitores I: Las pantallas y su tecnología
Todo sobre los monitores II: Lo que hay que tener en cuenta
Todo sobre los monitores III: Modelos recomendados
Tamaño, aspecto y alta definición
</p><p>El dato que más evidentemente salta a la vista a la hora de chequear un nuevo monitor es su tamaño. Las <strong>pulgadas </strong>miden la <strong>diagonal </strong>del monitor y es una cuestión de presupuesto y de gustos. A día de hoy, la media de monitores se sitúa entre las 17 y las 24 pulgadas. Más allá de esta cifra los precios suben más de lo financieramente recomendable.</p>
El tamaño está íntimamente relacionado con las proporciones de altura y anchura de la pantalla, concepto conocido como relación de aspecto o ratio de aspecto. En la actualidad, el formato más habitual es el panorámico 16:9, que ha desplazado al tradicional 4:3 de los televisores antiguos.
La razón de esta preferencia por el formato panorámico 16:9 es que es el estándar propio de los DVD y la televisión en alta definición. La importancia del aspecto es que, cuanto más se acerque al del cine (21:9), menos bandas negras tendremos en la pantalla a la hora de ver películas. En general los más recomendable es un ratio de 16:9 o 16:10.
El tercer concepto asociado al tamaño es la resolución o definición, en otras palabras, el número de puntos o píxeles que el monitor tiene de ancho y de alto. Salvo algunos modelos de menor tamaño, la mayor parte de monitores ya presumen de resolución 1920 × 1080 píxeles. A esta característica se le denomina Alta definición 1080p o Full HD. Es equivalente a la resolución de un Blu-Ray y es también la máxima actual en vídeo doméstico, por eso marca un estándar. Existen pantallas con mayor resolución, pero son tan caras como poco comunes.
La letra p de 1080p viene de ‘Progressive Scan’. Esto significa que cada fotograma está formado por todas las líneas o píxeles simultáneamente y se contrapone al concepto 1080i. La televisión en alta definición, por ejemplo, emite en 1080i o 1080 entrelazado. En esta resolución, cada fotograma es mostrado por sólo la mitad de líneas de la pantalla y, por tanto, se supone que su calidad es un poco peor.
Tamaño del punto y resolución nativa
La alta definición 1080p es la resolución más extendida en el mercado a día de hoy, independientemente de la diagonal de la pantalla. En consecuencia, lo importante en este caso es no excedernos con el tamaño. A igualdad de píxeles, el espacio que separa a cada punto de la trama en una pantalla pequeña será más estrecho, lógicamente, que en una pantalla descomunal.
Esta distancia que separa a dos puntos del mismo color es el concepto concepto conocido como Dot Pitch o tamaño de punto y da una idea de la nitidez con que se muestran las imágenes. En realidad, cada marca y tecnología mide el tamaño de punto un poco a su aire (en diagonal, como media del espacio de ancho y alto…). Lo normal es que sea inferior a 0,28 milímetros. Cuanto más pequeña sea esta cifra, más nítida y suave se verá la imagen.
Otro elemento a tener en cuenta es la resolución nativa. Cada monitor está diseñado para mostrar, preferentemente, una resolución concreta. Para mostrar otras resoluciónes, el monitor debe realizar una operación llamada reescalado. Hay monitores que reescalan mejor que otros pero, en general, la calidad de la resolución reescalada es bastante peor, especialmente en textos. El ideal aquí es hacernos con un monitor cuya resolución nativa sea la máxima posible y compatible con lo que nuestra tarjeta gráfica sea capaz de ofrecer.
Luminosidad, contraste y color, algo más que blanco y negro
Tras los aspectos relacionados con el tamaño, pasamos a los factores que miden la calidad de la imagen que son, en esencia, lo luminosa que sea la pantalla y su capacidad para mostrar blancos, negros y colores intermedios. La luminosidad de un monitor se mide en candelas por metro cuadrado (Cdm2). Lo normal es que este índice ronde los 250 o 300 Cdm2.
Más importante que la luminosidad es el ratio de contraste o diferencia entre el blanco más blanco y el negro más negro. Aquí entran en juego dos variantes, el contraste real y el contraste dinámico. El primero mide la diferencia entre un píxel negro y otro blanco en un único instante, y sus cifras suelen ser bajas (800:1, 1000:1, 1600:1…). Hay que fijarse en esta cifra si vamos a usar nuestro monitor para imágenes estáticas como diseño gráfico o retoque fotográfico. Cuanto mayor sea, máyor será el consumo y mejor el contraste.
Por su parte, el contraste dinámico es una medida de conveniencia de los fabricantes que mide lo que varía un pixel de negro a blanco (o entre grises) en un período de tiempo. Esta cifra no depende de la tecnología física del monitor, como el contraste real, sino de algoritmos de software. Su cifra suele ser mucho más elevada que el real (20000:1, 50000:1, 100.000:1 o incluso superiores). La relación de contraste dinámico es una medida bastante relativa, pero puede ser útil para medir lo bueno que puede ser el contraste en imágenes en movimiento.
Más allá del blanco y el negro, el dato relevante es la profundidad de color. Para no extendernos en explicaciones técnicas, este índice mide la capacidad del monitor para mostrar distintos colores. Se suele medir en mútiplos de ocho. 8 bits de color equivalen a 256 colores y es algo que ya no tienen ni las pantallas de móvil.
Los 16 bits de color se suelen llamar color de alta definición y equivalen a algo más de 65.000 colores. La mayor parte de monitores destinados al consumo exhiben una profundidad de color de 24 bits, que equivalen a algo más de 16 millones de colores. A partir de aquí el ojo humano es casi incapaz de apreciar diferencias entre una tonalidad y otra, así que no hay por qué preocuparse.
El color no es un índice a tener especialmente en cuenta salvo que queramos el monitor para uso profesional en entornos gráficos. En este último caso, la compatibilidad con perfiles de color de distintos formatos como los Adobe o Pantone y una buena calibración del equipo hecha por un profesional con un calibrador electrónico son factores fundamentales.
Tiempo de respuesta y 3D
Llegamos ya a las últimas consideraciones, que empiezan por el tiempo de respuesta del monitor. Este indicador, medido en milisegundos, se refiere al tiempo que tarda un píxel en cambiar de color. Su agilidad, en este sentido, afecta a la nitidez con la que el monitor es capaz de mostrar imágenes en movimiento sin halos o bordes borrosos. Los monitores para cine o videojuegos suelen exhibir tiempos de respuesta de 5 milisegundos o incluso menos.
También relacionado, en cierto modo, con la velocidad está la tasa de refresco de pantalla. Este valor, que se mide en hertzios, marca el número de veces que se actualiza la imagen de la pantalla cada segundo. Hay un truco curioso para apreciar este concepto, y es mirar la pantalla del monitor a través de una cámara de vídeo como la de un móvil. Cuanto más rápido es el parpadeo, más alta es la tasa de refresco. En los mejores monitores prácticamente ni se aprecia.
Hasta ahora, el refresco de pantalla se limitaba a 60 o 75 hertzios, pero la llegada del 3D ha elevado la cifra a más del doble. La razón es que, para mostrar contenidos 3D correctamente, un monitor debe enviar el doble de imágenes, la mitad a cada ojo. En general, los monitores con frecuencias superiores a los 120 Hz son perfectamente compatibles con el 3D y, además, no provocan tanto estrés ocular.
La importancia de los detalles
Pocas consideraciones quedan ya a la hora de comprar un monitor que nos satisfaga. Una de ellas es la conectividad. Es bueno que el monitor sea versátil y cuente con las conexiones más populares, incluso aunque sólo creamos que vamos a usar una. La más utilizada hoy en día es HDMI, pero no hay que descartar DVI, VGA, y vídeo compuesto o por componentes.
Otros factores importantes son el consumo de energía o la ergonomía, sobre todo si vamos a utilizar el equipo durante muchas horas. Hay un factor que se tiene en cuenta poco y, sin embargo es crucial si vamos a trabajar en ambientes iluminados. Se trata de elegir entre una pantalla de acabado brillante o mate. Las pantallas con acabado mate son así porque llevan una capa de tratamiento antirreflejos.
El supuesto problema de esta capa es que hace que los colores se muestren más apagados. Las pantallas brillantes, por contra, muestran colores más vivos. Desgraciadamente, también reflejan hasta la más mínima fuente de luz. Si vas a usar el monitor en una habitación en penumbra o con fuentes de luz muy controlodas merece la pena que el acabado sea brillante. Para todo lo demás (el 99% de los casos) las mate cabrean bastante menos.
Hay monitores que integran sintonizador de TDT entre sus méritos. Esta prestación ya es una cuestión de gustos o necesidades muy específicas como lo pueden ser unos altavoces integrados. Lo importante es no confundir un monitor con sintonizador de TV, con un televisor con conexiones compatibles con un PC. Salvo honrosas excepciones, los televisores nunca hacen buenos monitores de ordenador.
Repasados todos los detalles fundamentales de los monitores, en la próxima entrega de este especial os ofreceremos una selección de monitores que nos han parecido interesantes por distintos motivos. Nos vemos en la tercera parte.