Al igual que Timnit Gebru o Tristan Harris, Meredith Whittaker encarna la paradoja del insider convertido en crítico implacable del sistema que ayudó a construir. Hoy preside Signal, la aplicación de mensajería con enfoque en seguridad y privacidad, pero antes estuvo en Google.
Allí pasó de operadora de atención al cliente a fundar su propio de investigación en poco más de una década. Ese viaje la dio una perspectiva singular sobre el funcionamiento interno del gigante tecnológico.
Y ese conocimiento de primera mano se convirtió en el combustible de su transformación.
En 2018 lideró una revuelta sin precedentes en Alphabet. Movilizó a 20.000 empleados de Google en protesta por su gestión de casos de acoso sexual y por ciertos contratos militares de la empresa. Fue un acto de rebeldía que marcó un punto de inflexión en su carrera, pero también uno de los que hizo cambiar la percepción pública de las grandes tecnológicas. Unos meses después abandonó la empresa.
Más allá del activismo clásico
Si algo distingue a Whittaker de otros críticos es su profundo conocimiento técnico combinado con la conciencia social. Cofundó el AI Now Institute y ha liderado investigaciones sobre las implicaciones éticas y sociales de la IA.
Su enfoque no se limita a la denuncia: busca desentrañar los mecanismos subyacentes que perpetúan lo que ella considera un modelo de negocio "fundamentalmente tóxico".
La visión de Whittaker sobre la IA es particularmente afilada. No la entiende como una revolución tecnológica neutral, sino como el pináculo del "capitalismo de vigilancia", un concepto acuñado por Shoshana Zuboff y que se refiere a cómo las grandes tecnológicas usan los datos de sus usuarios para predecir el comportamiento de la sociedad.
Para ella, el gran cambio de paradigma no es la tecnología en sí, sino la concentración sin precedentes de datos e infraestructura en manos de unas pocas empresas.
Signal, alternativa en acción
Como presidenta de Signal y miembro de su consejo de administración, Whittaker ha encontrado la plataforma en la que tratar de demostrar que sus ideas no son solo teorías. Signal, con ese enfoque intransigente en la privacidad y su modelo sin ánimo de lucro, es para ella la demostración de que hay una alternativa viable al paradigma que gobierna Silicon Valley.
Y de ahí viene el compromiso de Signal con la privacidad bajo el liderazgo de Whittaker:
- No recopila datos de sus usuarios.
- Su arquitectura está creada para imposibilitar esa recopilación.
Este enfoque contrasta con el de Meta o Google, que basan sus modelos de negocio en la monetización del acceso a los datos personales.
Reimaginando la industria tecnológica
Al contrario que otros activistas, Whittaker no solo señala los problemas: su ambición es reinventar la forma en que la tecnología se desarrolla y se despliega. Aboga por un ecosistema tecnológico más diverso, uno en el que las alternativas sin ánimo de lucro puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas y startups tradicionales.
En su visión hay cambios regulatorios radicales, como la separación estructural entre la infraestructura tecnológica y las aplicaciones que se ejecutan sobre ella. Esto supondría la división de empresas que controlan ambas capas, como Amazon (que tiene tanto AWS como Prime Video, entre otros), Google, o Microsoft.
Según ella, esta idea desmantelaría las monopolios existentes (precisamente Google está en plena batalla legal por ese apelativo) y supondría jugar con unas reglas más igualitarias.
Privacidad como norma, no como excepción
El futuro que plantea Whittaker para toda la industria tecnológica tiene omnipresentes aplicaciones como Signal, respaldadas por modelos de financiación que ayuden a este tipo de propuestas a sobrevivir sin tener que recurrir a lo que denomina "vigilancia masiva".
Este futuro no va solo de tecnología, va de poder y de autodeterminación. Ella no ve el cifrado y la privacidad como características técnicas, sino como herramientas básicas con las que contrarrestar las "asimetrías de información" que sustentan las estructuras de poder actuales.
Su mensaje es claro: el statu quo tecnológico no es inevitable ni deseable. Y por eso critica al sistema existente mientras construye y promueve alternativas.
Su singular trayectoria no es replicable por cualquiera ni sirve como modelo general, pero sí funciona como un recordatorio: el conocimiento interno puede ser una herramienta muy potente para el cambio cuando se combina con la convicción ética y con la determinación personal.
El panorama tecnológico habla de inevitabilidad (nosotros también), de determinismo tecnológico. Whittaker es una de esas voces que nos recuerda que otro camino es posible. Y que en nuestras manos está la elección de seguirlo.
Imagen destacada | Signal, AI Now Institute
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