Es curioso: en sólo 15 años, nuestras vidas han pasado del offline al online sin que casi nos demos cuenta. Y eso ya ha tenido consecuencias para la vida pública. Ni siquiera hay que remontarse una década, con un par de años basta para ver cómo nuestro pasado digital vuelve para llamar a nuestra puerta.
Pero, ¿qué pasará cuando los jóvenes que han crecido volcando su vida en la nube lleguen al poder? Es más, ¿Qué pasará cuando el "Internet de las Cosas" permita hacer un registro completo de nuestra vida desde el nacimiento hasta la muerte? ¿Seremos capaces de soportar el peso de nuestro pasado?
¿Hace cuánto que no revisas tu pasado digital?
En una de las primeras fotos que tengo en Facebook aparezco tirándole una silla a un compañero de la Universidad de La Laguna. Era broma, (a)claro. No estábamos discutiendo de verdad, pero lo parece. Vaya que si lo parece. Seis o siete fotos después aparezco bebiendo de un vaso gigante de plástico. No se aprecia muy bien que hay dentro, pero la cara de los de los tres que aparecen detrás, sinceramente, no hacen presagiar nada bueno. Ya me entendéis.
Aproximadamente en la mitad de las fotos salgo haciendo el tonto: poniendo morritos, sacando la lengua o con cara de estar poseído por el mismísimo Lucifer. En una aparezco con toda la cara cubierta de un líquido viscoso verde que no recuerdo muy bien que era y que, sinceramente, prefiero no recordar. Un poco más adelante poso con unas mallas rosa chicle dos tallas más pequeñas de lo decoroso y una minúscula camiseta de tirantes. En otra, aparezco, directamente, vestido de gitana.
Juro que iba a hacerlo, pero después de todo esto no me he atrevido abrir ni Tuenti, ni Orkut, ni Fotolog. Si es que alguno sigue abierto. Y yo siempre he sido poco fiestero, pero revisando las redes de algunos de mis amigos, sólo podía pensar una cosa: "Madre mía, qué mina si algún día decidieran presentarse a Presidentes". En serio, ¿en qué momento decidimos que era razonable tener en "la nube" una foto de aquella vez en que me disfrazaron de mendigo mientras dormía en la Estación de Autobuses de Málaga? ¿Nos representa nuestro yo digital?
No sé si habéis hecho este ejercicio alguna vez, ni si os ha dado por revisar vuestros antiguos tweets. Pero no es mala idea hacerlo de vez en cuando, ¿Os habéis planteado lo que vuestro historial puede haceros en el futuro profesional y personal?
Y este es sólo el principio, pronto estaremos totalmente en la red
Pero no nos quedemos ahí, demos el siguiente paso. 328 millones de nuevos dispositivos se conectan cada mes a internet. Es decir, en 2020 tendremos 50 mil millones de dispositivos conectados. En muy poco tiempo, los médicos podrían saber exactamente la dieta de sus pacientes cruzando las tarjetas de crédito y la información de las cocinas inteligentes.
Ya explicaba Jeff Moss, un conocido consultor de seguridad, que no es descabellado pensar en un futuro en el que el abaratamiento del almacenamiento de datos y la "internet de las cosas" converjan para tener registros de datos permanentes de todos nosotros: cada uno de nuestros movimientos a un click de distancia.
"Hace unos años, era muy caro almacenar cosas. Pero ahora es prácticamente gratis: es decir, dentro de muy poco tiempo, todo quedará almacenado para siempre", dice Moss. Creo que era Arcadi Espada el que decía que una de las promesas más sugestivas de nuestra época era que la tecnología haría, por fin, innecesaria la imaginación. No es una exageración.
Precisamente por eso, Moss se pregunta por el impacto de esto en la vida pública. ¿Veremos a un futuro en el que los líderes públicos sean educados desde pequeños para serlo, midiendo absolutamente todo lo que comparten en redes sociales para evitar indiscreciones que les arruinen su futuro? ¿O nos acostumbraremos a ver presidentes, empresarios o jueces que en su adolescencia subían fotos "chonis" o haciendo botellón con sus amigos?
La primera sorpresa es que ya existen esos asesores
Parece ciencia-ficción, pero la realidad, como siempre, se adelanta. Ya existen esos asesores, al menos el paso previo a esos asesores. Hemos hablado con un peculiar tipo de asesores que se dedican a "diseñar" la vida de los niños antes de que tengan, casi, uso de razón. Desde el equipo de la AIGAC (Asociación Internacional de Consultores de Admisiones a Postgrados) nos explican que, aunque siempre que pensamos en admisiones pensamos en EEUU, este fenómeno está cada vez más extendido por el mundo. La AIGAC tiene socios en más de 16 países.
Eso sí, "aunque nosotros nos dedicamos a aplicaciones para másters, posgrados y escuelas profesionales; es cierto que en Estados Unidos todo el proceso empieza antes, en el instituto (o incluso en el colegio)". Pero es normal. En torno a 3 millones y medio de estudiantes de instituto piden plaza en la universidad de cada año en Estados Unidos.
No es gratis, de media, cada aplicación cuesta 40$ y hasta un cuarto de esos estudiantes solicitan plaza en más de siete universidades. Aunque se ha moderado un poco por la crisis financiera, el número de solicitudes ha ido creciendo constantemente. Las universidades de élite se han registrado crecimientos anuales de en torno al 20%. Eso es una enorme inversión de tiempo y dinero: en 2010, las universidades gastaban una media de 585$ por alumno admitido en revisar solicitudes.
Por eso, en un entorno tan competitivo, se tiene en cuenta todo: "desde las notas, propiamente dichas, hasta la actividad extraescolar más pequeña", nos dicen. "Sencillamente hay actividades extraescolares adecuadas si quieres estudiar medicina doce años después y otras que no".
En el entorno digital, ya en 2011 era una práctica relativamente habitual que las universidades inspeccionaran la página de Facebook de los candidatos. Y tener una página inapropiada podía conllevar el rechazo directo. Y no sólo los posts o fotos están siendo revisados, sino los gustos, intereses o incluso orientaciones políticas. "Hoy por hoy, si queremos acceder a un centro de prestigio internacional, nuestra presencia online es tan importante o más que la aplicación, la imagen personal o el cv".
Si ya tenemos asesores que "monitorizan" toda la vida de los niños de cara a que puedan estudiar en Universidades de todo el Mundo, "el surgimiento de una especie de asesores políticos infantiles (o de otro tipo), no es ninguna locura", nos dicen desde el equipo de la AIGAC.
Las sociedades cambian, pero... ¿lo suficiente?
Aunque no está claro que esto sea tan sencillo. Las sociedades actuales cambian a una velocidad altísima y, se hecho, quizá el mayor problema que tengan estos asesores es cómo planificar una carrera a treinta o cuarenta años en sociedades tan dinámicas y cambiantes. Tenemos un gran ejemplo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y cómo Ted Cruz, un hombre que se había preparado desde siempre para ser un político presidenciable (Dos escuelas, cum laude en Priceton y magna cum laude por Harvard), tuvo que pasar del elitismo tradicional del Partido Republicano al populismo anti-establishment.
Sin control sobre el futuro, sólo quedan dos grandes opciones. La primera es, efectivamente, que nos acostumbraremos a tener políticos y líderes con un detallado pasado como seguidores de grupos de Heavy Metal y Operación Triunfo. Al fin y al cabo, ¿Quién la hubiera dicho a Harvey Milk que hoy en día una docena de Congresistas norteamericanos son abiertamente homosexuales?
No obstante, las últimas investigaciones apuntan a que normalmente se trata de sustituir unos prejuicios por otros. El prejuicio (como mapa de la realidad social) es tremendamente útil y tiene profundas raíces neuroevolutivas. Llegado el caso es posible que nos acostumbremos a ciertas conductas, pero no está tan claro cuáles serán las conductas 'imperdonables' del futuro.
¿La privacidad es la respuesta?
Ante esto, la otra opción es ocultar la información bajo leyes sobre la confidencialidad y la privacidad. La mala noticia es que tampoco funciona. En Estados Unidos, hace unos años se prohibió a los empleadores que pidieran el certificado de antecedentes criminales a sus futuros empleadores. Se prohibió porque era una práctica fundamentalmente racista y, al final, sólo se exigía ese certificado cuando el candidato era latino o afroamericano.
El resultado, paradójicamente, fue que el número de latinos y afroamericanos contratados bajó, porque la sospecha de criminalidad se expandió a todo el colectivo. Como demuestra la polémica por el historial médico de Hillary Clinton, las leyes de privacidad no van a solucionar esto. Va a impulsar otro tipo de indicadores (raciales, socioeconómicos o ideológicos) a la hora de evaluar a las personas.
Más allá de la vida pública
Y si es difícil controlar estos problemas para personas con recursos, experiencia y asesores, imaginad para el resto de la población. Es absurdo pensar que la llegada del big data y las inteligencias artificiales no van a servir para "sacarle todo el jugo posible" al historial vital digital.
¿Qué impacto tendrá esto en las personas reales? ¿Qué pasará cuando nuestro historial digital de vida sirva para que nos concedan un préstamo o nos dé acceso a unos determinados trabajos? ¿Estamos preparados socialmente para soportar el peso de nuestro pasado? ¿Veremos, en el futuro, movimientos que pidan incluir el 'derecho al olvido' en las constituciones?
Se me agolpan las preguntas y las respuestas que obtengo de los expertos parecen argumentos de Black Mirror. Así que lo dejaremos aquí para retomarlo en el futuro. No creo que se me olvide, parece que el mañana es un lugar donde no podremos olvidar nada.
Imágenes | U.S. Embassy New Delhi, Eecue, jinterwas, Scott
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