Seguro que después de leer el título más de uno se ha puesto a pensar en esta realidad, y a recordar cuándo fueron las primeras veces que visteis algo pornográfico. Quizás fue en la librería, en esa sección de revistas que había que mirar como de reojo; quizás en la calle, porque algún amigo había logrado hacerse con una; o quizás fue ya en Internet, en alguna de las múltiples páginas que ofrecen este contenido de manera gratuita.
Pues si en nuestra adolescencia fue relativamente fácil acabar viendo porno, ¿cómo no van a verlo ahora nuestros hijos, si lo tienen disponible en Internet, a golpe de clic?
Llegados a este punto, ¿qué podemos hacer? ¿Quitamos la fibra? ¿Nos vamos a una isla desierta? ¿Ponemos filtros? ¿Les prohibimos ir a casa de los amigos? ¿O quizás deberíamos empezar a trabajar este tema con ellos, sabiendo que es inevitable?
Tan cierto como que dos y dos son cuatro
Lo dicho, nuestros hijos e hijas verán porno en Internet, a menos que tiremos de soluciones salomónicas que probablemente tampoco sean 100% efectivas: todo el mundo sabe que no se le pueden poner puertas al campo, el porno está más accesible que nunca, los chicos y chicas tienen dispositivos personales con los que acceder, y además pasan mucho más tiempo solos porque muchas veces llegan a casa y no hay nadie con ellos.
Súmale a esto que los humanos somos seres curiosos por definición, y que el porno y el sexo son temas aún tabú en la sociedad, y ya tenemos el cóctel perfecto para querer saber, mirar, observar, aprender y descubrir.
¿Qué repercusiones puede tener?
Es una de las preguntas más importantes al respecto. Una vez asumimos que antes o después acabarán delante de Internet viendo escenas porno muy diversas, la mayor duda por nuestra parte radica en saber qué repercusiones puede tener, y sobre todo cómo les puede afectar según sea la edad que tengan.
La respuesta es difícil y compleja, en realidad, porque todo depende de las bases que tenga esa persona, de su edad y de la cantidad y calidad de la exposición.
No es lo mismo que vea porno un chico que vive en un hogar donde se puede hablar abiertamente de las relaciones interpersonales, e incluso de sexo, que lo haga uno en cuya familia se considere obsceno o tabú todo lo relacionado con la desnudez.
Tampoco es lo mismo que vea porno de vez en cuando, a que lo haga muy a menudo, o que los vídeos que vea sean relativamente suaves, o bien haya escenas de dominación violenta, de humillación y/o agresión.
Y obviamente, dependerá también del carácter, de la manera de ser del menor, de su sensibilidad. Ante una misma escena, muchos chicos y chicas pueden reaccionar de forma muy diferente, como es lógico.
Sobre esta cuestión nos ha hablado la experta en psicopatología de la infancia y la adolescencia Teresa García (Sin Castigos), que asevera que las consecuencias pueden ser muy variadas:
Aunque pueden ser muy variables, lo que puede pasar es que los jóvenes acaben creyendo que el sexo se reduce a la genitalidad. También pueden caer en pensar que la autoestima se basa en la corporalidad y en cánones de belleza establecidos por la industria del sexo, que además son falsos, en todos los sentidos.
Otra posible consecuencia es la banalización del aprendizaje sexual, al inventar la industria del porno una falsa idea de perfección, cuando es bien sabido que la relación perfecta es fruto de la práctica y el conocimiento mutuo.
¿Prohibiendo, que es gerundio?
Es gerundio, y es una de las estrategias que nuestros padres utilizaban con los de mi generación, los que nacimos en los años 70 y 80. Aún recuerdo la época de estar viendo la televisión con mis padres y mandarnos a la habitación porque había una escena de besos y arrumacos. Imaginad si hubiera sido algo más.
Ahora bien, esa estrategia no parece ser la más efectiva porque el tiro puede salir por la culata. Como ya hemos mencionado, basta con prohibirlo, evitar hablar sobre relaciones sexuales y todo lo relacionado, para que los niños tengan aún más interés, con el perjuicio de que muchos lleguen a esas imágenes sin un trabajo previo, sin una base que les ayude a ser críticos con lo que están viendo.
La importancia de la educación sexual desde bien pequeños
Y no nos referimos solo a la educación sexual de nuestros hijos, desde bien pequeños, sino a la que podamos tener nosotros, pese a que ya somos adultos.
Porque muchos creemos que como adultos somos capaces de educar sin transmitir el tabú del sexo y la realidad es que seguimos sin saber cómo hablar de ello, sin saber cuándo ni cómo tratarlo, y un poco a verlas venir.
Así, somos nosotros los primeros que tenemos que trabajar nuestra educación sexual, para poder hacer lo propio con nuestros hijos desde que son pequeños. Teresa García nos da cuatro pautas muy claras:
1. Construir una relación de conexión mutua con nuestra descendencia. Recuerda que los castigos suelen evitar las conductas, pero solo delante de la autoridad que castiga.
2. Hablar de las relaciones humanas, y dentro de eso del sexo como una parte importante.
3. Ver con nuestros hijos e hijas películas de todo tipo y hablar juntos del argumento. Nuestra capacidad crítica crece con la práctica, y si practicamos con otras será más fácil que eso se extienda a este tipo de contenidos cuando comiencen a consumirlo.
4. Para practicar los tres anteriores, suele ser imprescindible haber trabajado nuestros propios conflictos con el sexo.
Teniendo esto claro, y trabajándolo adecuadamente, podemos empezar a educar en la sexualidad desde que son pequeños, tal y como sugiere la psicopedagoga Alma García, con quien también hemos hablado para conocer su visión de este tema:
El desarrollo cognitivo más importante se da hasta los 6 años aproximadamente, y ahora sabemos también que sucede lo mismo con el desarrollo emocional. Los padres llevan a sus hijos a música con 4 años, a actividades en la naturaleza, a "escuelas buenas", pero sobre sexo no dicen nada. Pero la educación sexual debe comenzar ya, adecuando contenido y vocabulario a su edad, pero comenzando hoy mismo.
¿Y eso cómo se hace? ¿Cómo se empieza a hablar de algo así con niños pequeños? Pues parece que lo más importante no es hablar de sexo, obviamente, sino ayudarles a entender y respetar quiénes son, y a partir de ahí ir construyendo los diferentes conceptos que sirvan como base desde esa edad temprana: cómo es el cuerpo humano, por qué es así, la importancia de respetar tu propio cuerpo y respetar también el de los demás, quererse, y en definitiva ofrecer información que elimine de una vez por todas los tabús.
Todo ello con el objetivo de lograr que los niños crezcan sabiendo qué es el sexo y la sexualidad, que las relaciones pueden ser para procrear, pero también por placer, que existe el sexo con amor, el sexo sin amor, el sexo con pareja estable, sin ella, y que sepan que, por encima de todo, lo más importante es el respeto. Así, cuando un día vean porno, podrán hacerlo con una base y con una mirada mucho más crítica y madura.
Fotos | iStock
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