La vida real siempre será la vida real. Las sensaciones podrán reproducirse, clonarse, pero siempre serán una copia. Más o menos fiel, pero una copia.
Levantar la mirada y ver como las nubes parecen rozar la punta de la Torre Eiffel, o el vértice de la vela del Burj Al Arab. Escuchar las caídas de las Cataratas del Iguazú, bajo tus pies, sintiendo la vibración de la pasarela por la fuerza del agua y notar en tu cara esa llovizna fina que te llega desde la espuma blanca del salto.
En tu piel, con tus propios ojos y oídos, desde tu perspectiva personal y no a través de unas gafas de realidad virtual. Esas sensaciones personalísimas, no tienen precio. Eso es viajar.
¿Experiencias reales o enlatadas?
Sentarse en un bar de pueblo. Hacer amigos en una estación de tren mientras se mata la espera. Comunicarte con señas con un turista de otra lengua para pedirle que te haga una foto, y tú a él. Tomar el sol en la plaza hablando con la gente del lugar, cara a cara, aprendiendo de sus gestos, de las luces (o sombras) de sus miradas, de sus silencios tanto como de sus historias. Eso es viajar.
Nada de todo ésto podrá ser reproducido exactamente. No hay forma artificial de encontrar la sensación exacta para cada viajero, en cada momento, en cada lugar. Esa experiencia se gesta en un instante y es distinta para cada persona. Podremos estar juntos en un mismo lugar al mismo momento, y cada uno percibirá algo distinto. ¿Cómo enlatar esa infinidad de estímulos para producir esas reacciones personalísimas?
El viaje comienza mucho antes de salir de casa (nótese la intención de las palabras: "salir de casa"). Es soñar, planear, organizar, generar expectativas y anticipar experiencias. Es un maravilloso proceso en el que vamos armando pieza a pieza nuestro viaje (aún cuando el mismo no se atenga a un itinerario fijo).
Los viajes virtuales que están empezando a ser una realidad, matarán muchas de esas posibilidades. Se perderán, por ejemplo, esas "sanas" discusiones que se desatan entre amigos o con tu pareja ante la simple pregunta:¿Dónde vamos? Haya o no haya consenso, cada uno podrá viajar donde le plazca sin más esfuerzo que calzarse un casco.
Tan simple como seleccionar la música en tu teléfono, así será conseguir el viaje que deseas. Pero ¿será suficiente para colmar las expectativas de realizar el "viaje de tu vida" o esa escapada tan largamente esperada? La facilidad para desplazarse virtualmente hacia un lugar hará que se diluya el interés por la investigación o los preparativos que anteceden a cualquier viaje. Me imagino que, como en un zapping de destinos, se podrán probar casi sin esfuerzo, unas vacaciones en la nieve y si te apetece, cambiar a una playa caribeña con un simple click.
Y ya sabemos que cuando algo no nos cuesta un poco de esfuerzo, no lo valoramos.
Perder mas que ganar
Pero aún mas, corremos el riesgo de que también devaluemos nuestros propios sueños.Ya me imagino trabajar durante días y semanas, aguantando lo indecible en el curro, con la sola esperanza de llegar a ese puente o esas vacaciones. Caras nuevas, lugares nuevos, sabores diferentes.¡Ah! Cambiar el tacto de las teclas del ordenador por el de la arena. Las caras (e historias) de los compañeros de trabajo, por las de los compañeros de mesa del crucero.
Y entonces llega el día en que puedes hacer realidad ese anhelo tan largamente abonado. Te colocas el casco o las gafas o lo que sea, y ¡zas!, llegas a Bali, a Plasencia o a Helsinki con la misma facilidad, vestido con el chandal dominguero y sin salir del cómodo sillón de tu sala.
¡No, hombre, no!
¿Conoces algo menos atractivo para un viajero que sentarse en casa viendo el mundo pasar en imágenes de terceros? ¿Y quieren que "eso", una magnífica experiencia audiovisual super tecnológica, pueda consideralo yo un viaje de verdad? Pues no. Hay proyectos que ya utilizan la realidad virtual como éste de la Rioja, pero es un reclamo para que vayamos de verdad, no para que nos quedemos en casa.
Y la economía...
No quiero entrar a considerar las posibles implicaciones económicas de la desaparición, o drástica disminución de la actividad de la enorme industria turística mundial. Mas de mil millones de personas se desplazan cada año hacia algún lugar para conocer, probar, sentir, disfrutar, celebrar, aprender, generando algo mas de 750 mil millones de euros de ingresos, según la Organización Mundial del Turismo.
Esta gigantesca industria genera trabajo y, en muchos casos, es el único sustento de economías locales. Pensar en cambiar los viajes reales por experiencias virtuales, atacaría la base de toda esta industria. Ya podréis imaginar las consecuencias.
La ilusión de viajar
En esencia, no estoy de acuerdo con los viajes virtuales por una razón básica: nos quitarían la ilusión de viajar. Cualquier destino sería tan accesible que ya no tendría valor. Perderíamos la motivación por ir mas lejos, o a lugares mas exóticos, o para satisfacer la curiosidad de conocer un sitio en particular por la razón que sea. Y sin ilusión, no nos esforzaríamos, no ahorraríamos o nos prepararíamos con el sólo objetivo de cumplir ese sueño.
No dudo que en la actualidad exista la capacidad tecnológica para conseguir casi cualquier cosa. Y mucho mas que nos queda por ver en el futuro, Pero, ¿a qué precio?
Llámame romántica, ingenua, antigua. Pero yo quiero seguir invirtiendo horas de sueño planeando un viaje; esforzarme por conseguirlo, sufrir si es necesario a causa de retrasos de vuelos o trenes; dormir en camas de hotel o en simples tiendas de campaña en lugares distintos al mio. Oler una tierra extraña después de la lluvia, conocer otra gente. Estirar la mano y tocar. Beber. Comer. Sentir de verdad el agua y el viento. Perderme en un mercado. Reirme con un extraño. Aprender en primera persona y vivirlo realmente. Porque eso es viajar.
Imágenes | COMSALUD, isriya, hang_in_there
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