Estados Unidos es la primera potencia militar y económica del mundo, pero esto no quiere decir que sus sistemas informáticos sean invulnerables. Las batallas ya no siempre se libran sobre el terreno, con soldados, vehículos de toda clase y las más modernas armas, sino que también tienen un fuerte componente cibernético.
No es ningún secreto que comprometer parte de la infraestructura crítica de un país o robar datos confidenciales puede traducirse en un impacto de grandes dimensiones. Este tipo de escenario es el que Washington está tratando de evitar ante la sospecha de que China podría haber infectado algunos de sus sistemas.
EEUU asume una actitud preventiva
Según The New York Times, la administración de Joe Biden ha empezado a buscar malware de origen chino posiblemente infiltrado en algunos de sus sistemas de defensa. La búsqueda se extiende a las bases militares del país, pero principalmente a las situadas en el extranjero.
Desde la Casa Blanca, posiblemente por tratarse de un tema muy sensible, no han brindado detalles al respecto, pero un congresista le dijo al mencionado periódico que el software malintencionado es “una bomba de tiempo” que podría darle a Pekín la capacidad para golpear servicios esenciales en un conflicto.
En concreto, las preocupaciones giran en torno a que un ataque cibernético consiga interrumpir el suministro eléctrico, las comunicaciones e incluso el agua de bases militares estadounidenses. Este escenario tenía dos grandes consecuencias, una de las cuales podría extenderse más allá de la órbita militar.
Por un lado, el corte de determinados servicios tiene potencial para retrasar o modificar operaciones planificadas. Por otro, dado que las bases del Ejército de Estados Unidos generalmente están conectadas a la infraestructura crítica civil, un ataque dirigido a estas también podría acabar afectando a la población.
La preocupación en relación a la seguridad cibernética del país es bastante real en la Casa Blanca. Después de una serie de reuniones de miembros del Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Defensa y otras agencias han empezado a trazar una respuesta para abordar el que ya es considerado un problema.
Desde la administración Biden, sin mencionar a China, han reconocido que están trabajando para “proteger los sistemas de agua, tuberías, sistemas ferroviarios y de aviación”. En este sentido, también han señalado que a través de decretos se ha ordenado la puesta en marcha de “prácticas rigurosas de ciberseguridad”.
Estos acontecimientos suceden en medio de la posibilidad de que las tensiones entre China y Taiwán escalen hasta un conflicto militar que podría tener efectos económicos a escala global. Tal escenario, si tenemos en cuenta los comentarios de Biden, podría traducirse en una intervención con tropas estadounidenses.
Más allá de la posible amenaza china, Estados Unidos ha sufrido recientemente varios golpes a nivel cibernético. En 2020, recordemos, atacantes aparentemente respaldados por el Estado ruso utilizaron el software de gestión SolarWinds para robar datos del Pentágono, el Departamento de Seguridad Nacional y otros organismos.
En 2021, un ataque con ransomware vinculado también a un grupo ruso afectó los sistemas de Colonial Pipeline, el sistema de oleoductos más grande del país. El prestador detuvo sus operaciones, afectando el suministro de combustibles en varias regiones y obligando al Gobierno a declarar el estado de emergencia.
Imágenes: Ejército de Estados Unidos (1, 2)
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