En noviembre de 2020, mientras el mundo perfilaba unas navidades tremendamente extrañas a causa de la pandemia, el Cáucaso se convertía de forma soterrada en un campo de pruebas de lo que podrían ser las guerras del futuro.
Allí, Azerbaiyán y Armenia volvían a intensificar su conflicto por el territorio del Alto Karabaj, donde desde la disolución de la URSS se discute la presencia de la denominada República de Artsaj, un estado no reconocido situado en territorio azerí con apoyo de los armenios.
Aquel enfrentamiento no pasaría de ser uno de esos choques internacionales que apenas encuentran veinte segundos de espacio en los informativos del resto del mundo, pero ambos combatientes, y sobre todo Azerbaiyán, estaban usando unas armas no vistas aún a semejante escala. Una investigación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un think-thank con sede en Washington, demostró que se estaban utilizando drones kamikaze. Dispositivos que con ayuda de inteligencia artificial acudían a explotar contra objetivos marcados.
Azerbaiyán tenía más de 200 unidades de cuatro diseños israelíes, uno de los países líderes también en esta tecnología armamentística. Armenia, por su parte, disponía de un único modelo nacional.
La lucha entre estos dos estados y sus drones se cerró a mediados de diciembre con un alto al fuego patrocinado por Rusia. Desde entonces, el uso de drones con Inteligencia Artificial ha ido ganando peso -y sobre todo se ha mostrado sin tapujos- en varios escenarios más. Desde Israel, en su siempre penúltimo enfrentamiento con Palestina, a varios estados más de Oriente Próximo y Medio donde se ha creado una red que compran y producen esta tecnología.
Curiosamente, hace solo unos días recogíamos en Xataka la presentación de un nuevo dron de pequeño tamaño elaborado por una empresa privada israelí, y que tras salir de un estuche cilíndrico, iba a por su víctima.
Micro suicide drone for a 'rapid and lethal kill chain'.⬅️🟥
New video shows the 'Ninox 40 sUAS', Company: SPEAR 🇮🇱. #loiteringmunition @Aviation_Intel @Ch_Ru_GER @SciteCito @Dromercay @AliBakeer @Andy_Scollick @Ninja998998 pic.twitter.com/eud7BI2rDy
Sin embargo, los drones son solo una pata más de lo que podrían ser los conflictos o al menos los armamentos del futuro. En Xataka hemos hablado con expertos en conflictos armados y geopolítica y también con el Ejército español sobre sus proyectos en este sentido. Y si en algo coinciden todos es en señalar que se está viviendo una nueva revolución tecnológica para la que todos los estados, de una forma u otra, se están preparando.
Guerras en piloto automático
Jesús Manuel Pérez Triana es analista de seguridad y defensa y autor del blog y el libro Guerras Posmodernas. Él nos pone en contexto de cómo 2020, mientras el mundo se detenía por la pandemia, fue un punto de inflexión a la hora de visualizar -para quien lo quería ver- cómo algunos saltos tecnológicos que llevaban unos años dando vueltas como prototipos tocaban tierra. De forma literal.
"Yo he escrito sobre la ofensiva turca en la provincia siria de Idlib en febrero de 2020 y fue para mí toda una novedad ver que por primera vez en una campaña militar de una entidad notable el peso de las acciones ofensivas recaía en aeronaves no tripuladas. Lo que sucedió luego en el conflicto del Alto Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán fue una repetición a una escala muchísimo mayor y por tanto atrajo ya la atención de expertos y analistas", nos cuenta.
"En el caso de Israel [también en los últimos meses], afirman haber empleado extensivamente sistemas de inteligencia artificial en la elaboración de mapas de la red de túneles palestina en Gaza, conocida irónicamente como la "red de Metro de Gaza". Como las pruebas son información clasificada es un acto de fe creer lo que dicen los portavoces militares israelíes. Lo que podemos suponer es que se trata de algoritmos y sistemas expertos que son considerados como "Inteligencia Artificial" si hacemos un uso flexible del término", prosigue.
Javier Jordán es Profesor Titular de Ciencia Política y director de la revista especializada Global Strategy. Él incide en que esta evolución en el aspecto armamentístico es un reflejo del mundo actual en todos los sentidos, y que la revolución en el campo bélico no es más ni menos que una extensión de toda la que se ha visto en las últimas décadas.
"Clausewitz [general y analista prusiano del siglo XIX] comparaba la guerra con un camaleón. Cambia con el entorno. Las transformaciones tecnológicas, económicas, políticas, sociales y culturales afectan al modo como se concibe y se libra la guerra. A su vez, la guerra es a menudo un motor de cambio de esas realidades. En el caso de la tecnología la preparación para la guerra –el I+D en Defensa– actúa también como impulsor. Internet o los sistemas de navegación por GPS, por citar dos ejemplos conocidos, tienen buena parte de su origen en el ámbito militar", explica Jordán.
Pero, ¿estamos ya cerca de ver conflictos en el terreno en el que no haya combatientes humanos? Es posible que sí, aunque todavía no han sido verificados al 100%. Pérez Triana pone como ejemplo un supuesto caso de ataque con un dron turco en Libia que actuó de forma completamente autónoma y que habría sido documentado por Naciones Unidas. Eso sí, matiza: "La noticia tenía una credibilidad limitada. Quitando ese caso, a mí no me consta que haya países operando sistemas plenamente autónomos en acciones ofensivas sin intervención humana".
Jordán por su parte nos ayuda a hacer un recorrido por la historia (no tan corta) del uso de drones, desde estados que ahora exportan a otros en un nuevo marco geopolítico a grupos terroristas.
"Los drones armados se generalizaron hace más de quince años a partir de su empleo a gran escala por parte de Estados Unidos en Irak, Afganistán, las áreas tribales de Pakistán y Yemen (en estos dos últimos casos contra Al Qaeda). Israel también ha recurrido a ellos, al igual que Reino Unido, Turquía y más recientemente Francia. Por su parte, China también los ha desarrollado y los está exportando a aquellos países a quienes no se los vende Estados Unidos por las limitaciones que establece la legislación norteamericana.
Posteriormente el Daesh ha empleado drones de menor tamaño para lanzar pequeñas bombas o estrellarlos cargados de explosivos en Siria e Irak. En la batalla de Mosul (2017) los drones armados del Estado Islámico fueron una amenaza constante para el ejército iraquí. Y sí, la tendencia está yendo a más, con drones más sofisticados en la guerra entre Azerbaiyán y Armenia o de uso más rudimentario por parte de los palestinos contra Israel".
Javier Jordán.
¿Nos ha metido ya la tecnología en una nueva Guerra Fría?
Con noticias sobre posibles ataques de ciberseguridad, drones volando de forma cada vez más autónoma desde hace quince años, y decisiones que cada vez pueden pasar más por el tamiz de un algoritmo, preguntamos también a los expertos si estamos ya inmersos en una especie de escalada tecnológica-militar, y quiénes son los grandes actores en ello.
Jordán no tiene dudas: "La guerra abierta entre grandes potencias es terriblemente destructiva, por ese motivo la competencia entre potencias se ha trasladado a lo que en estudios estratégicos denominamos el conflicto en la zona gris: la rivalidad por debajo del umbral de la guerra".
"Se recurre a la coerción económica, interferencia política, desinformación, intimidación militar, ciberataques, etc. Muchas veces evitando la atribución, particularmente en el caso de los ciberataques. En la zona gris también tienen su rol los drones porque si los derriban es menos escalatorio (como cuando Irán derribó un drone Triton de la US Navy en 2019) o porque ayudan a ocultar la autoría, como viene ocurriendo desde hace un par de años con ataques de drones con cabeza explosiva contra buques e instalaciones energéticas en el Golfo Pérsico", prosigue.
Israel, no solo de forma gubernamental, sino también a través de sus empresas privadas militares, está siendo un motor de cambio de muchas de estas nuevas armas tecnológicas. Lo hemos visto con Pegasus y también con su producción de drones, los cuales ya exporta a otros países. Sin embargo, a la hora de citar quién tiene la sartén por el mango, Pérez Triana devuelve el foco a los dos actores que todos tenemos en mente a la hora de hablar de geopolítica: China y Estados Unidos.
"Sin embargo, Estados Unidos sigue yendo por delante en muchos campos, al menos en capacidades reales, probadas y operativas", explica. "Rusia viene tercera, en un escalón inferior. Luego, se trata de ir viendo capacidades concretas porque el resto de países tiene fortalezas y lagunas. Israel tiene larga experiencia en drones y ciberseguridad. Irán tiene una industria que ofrece una alternativa de bajo coste a la Revolución de los Asuntos Militares occidental. Es lo que Yago Rodríguez llama la Revolución de los Asuntos Militares de los pobres. Turquía es otro países que está reduciendo distancias con una apuesta muy ambiciosa por su industria nacional..." comenta el analista recorriendo casi el Mapamundi.
Durante la Guerra Fría, la URSS y EE.UU. congelaron sus posibilidades reales de desplegar su potencia entonces atómica para evitar un desastre sin precedentes. Hoy esa posibilidad no parece ni de lejos tan cercana, pero también se empiezan a oír los primeras alarmas en torno a los efectos que podría tener todo este despliegue tecnológico en el campo de batalla a gran escala.
"Todavía no conocemos suficientemente el potencial real de algunas de esas armas, pero ya hay quien pide una moratoria en el empleo militar de tecnologías como la inteligencia artificial o una prohibición de los sistemas de armas totalmente autónomos que tomen la decisión de disparar y matar. En el caso de la Inteligencia Artificial podríamos imaginar un futuro de ciberguerras en las que los ataques de forma automatizada perdiendo los humanos por completo el control. Esto requeriría toda una serie de negociaciones, como las de armas nucleares. Pero posiblemente la realidad se parezca más a los acuerdos internacionales sobre minas antipersonas y bombas de racimo, en el que haya una mayoría de países que los suscriban y otros pocos consideren que sus circunstancias particulares requieren el uso de armas que otros consideran inmorales"
Jesús Manuel Pérez Triana.
Y mientras tanto en España, el Ejército también avanza en sus proyectos de I+D+i
España no es ajena a esta escalada tecnológica. La Subdirección General de Planificación, Tecnología e Innovación es el órgano responsable de investigar y desarrollar posibles nuevos armamentos y avances tecnológicos que acaban usando las Fuerzas Armadas.
Desde su Unidad de Coordinación y Estudios se explica a Xataka cómo va el desarrollo de algunos de sus proyectos más punteros, que lógicamente pasan por drones, pero también con un programa propio para desarrollar una especie de exoesqueleto que protegería y potenciaría las capacidades de un soldado a pie: el proyecto SISCAP.
En él se pretende generar un equipamiento que cuenta con sensores desde el casco hasta el fusil de los soldados que responde a las siglas de Sistema Integrado del Combatiente a Pie. Su estudio se lleva a cabo desde 2017, e incorporaría a través de todo el equipamiento subsistemas de eficacia de fuego, sistemas de comunicación para enviar imágenes en tiempo real, sistemas de visión, fuentes de alimentación para equipos electrónicos. Lo que en una forma de titular fácil se podría decir que es una forma de 'robotizar' a los soldados.
Desde las Fuerzas Armadas nos cuentan que ahora el proyecto está en nueva fase de I+D tras unas primeras pruebas que "resultaron ilusionantes pero mejorable en aspectos de ergonomía y robustez lo que, unido a las tendencias tecnológicas pujantes en campos como la realidad aumentada, recomendó efectuar una nueva fase de I+d en la que se abordarán dichas mejoras antes de pasar a la fase de producción".
Dentro de su Estrategia de Tecnología e Innovación para la Defensa el Ministerio de Defensa también tiene algunos objetivos fijados con respecto a la evaluación de posibles integraciones de sistemas de Inteligencia Artifical.
Según se explica desde la Subdirección algunos están encaminados a tecnologías para el mantenimiento predictivo de plataformas de defensa, con el objetivo de aprender de las averías que hayan podido sufrir las plataformas y hacer un mantenimiento más efectivo o soluciones para ciberoperaciones, "donde el foco está en el conocimiento del enemigo en el dominio del ciberespacio", además del trabajo para mejorar el tratamiento de grandes datos captados por sensores.
Con respecto a drones y sistemas aéreos no tripulados, Defensa está ahora mismo trabajando en varios proyectos comunes con Europa y otros de iniciativa propia, entre los que destaca el SIRTAP, un desarrollo liderado por Airbus para fabricar un dron que pesaría más de 750 kilos.
En cuanto a dispositivos actuales, España emplea desde los clase III PREDATOR MQ9 fabricado en EEUU, cuya mayor característica es la capacidad de observación estratégica/operacional a muy larga distancia, al súper pequeño clase I micro Black Hornet, de origen Noruego, cuya principal característica es su invisibilidad en empleo táctico a corta distancia, junto a otros de fabricación nacional como el FULMAR X de la empresa Wake, el ATLANTIC de SCR o el modelo SEEKER.
Las guerras de pasado mañana pueden no ser tan distintas de algunas vistas en relatos de ciencia-ficción
En esta ebullición de nuevas armas que van de aeronaves autónomas a hackers al servicio de gobiernos y la posible evolución de la IA vinculada al terreno militar, no hemos querido dejar pasar la oportunidad de sacar una bola de cristal y preguntar a los expertos.
¿Las guerras del futuro pasan más por robots y drones en campos de batalla, o por centros deslocalizados donde se lanzan ataques contra la ciberseguridad de los estados?
"Si es una guerra entre Estados avanzados, pasará por todo ello", nos dice Jordán. "La robotización del campo de batalla es una tendencia firme, al igual que la dependencia de los sistemas militares de la conectividad en red. No obstante, en su mayoría son sistemas bien protegidos por lo que serán necesarias capacidades robustas de ciberguerra para los ciberataques logren efectos sustanciales", sostiene.
Por su parte, Pérez Triana cree que se mantendrá cierto juego de intereses tras las bambalinas de las grandes potencias. "Mi vaticinio es que mientras el temor a choques directos entre bloques que poseen armas nucleares y economías fuertemente conectadas (Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea) impedirán que se declaran guerras frontales y abiertas de alta tecnología, los intereses de esos bloques llevará a enfrentamientos indirectos a través de otros actores aliados. Es el caso que hemos visto en lugares como Libia y Siria. En inglés se denominan "guerras proxy" y varios autores académicos hablan ya de "guerras subrogadas". Será una repetición en cierto modo de la vieja Guerra Fría", opina.
Pérez Triana es lector de ciencia-ficción y ha apoyado parte de su trabajo también en referencias al género, y por ello le hemos querido también preguntar si existe un espejo de ficción sobre las guerras del futuro que vea con más atino.
"Hay una tradición de anticipar las guerras del futuro anunciando que una tecnología incipiente cambiará el carácter de la guerra para siempre dejando obsoletas las tecnologías dominantes. Muchos autores eligieron hacerlo a través de la ficción para llamar la atención, escribiendo relatos sobre las guerras del futuro cercano". Pérez Triana pone como ejemplo una recopilación de ejemplos del ex comandante norteamericano Richard J. Norton, quien hizo un repaso al género y encontró ejemplos desde el siglo XIX.
"Esa predilección por usar relatos de ciencia ficción sigue presente y autores del ecosistema que forman los think-tanks, militares retirados e instituciones académicas siguen produciendo", continua, recomendando las novelas Ghost Fleet de P. W. Singer y August Cole (2015) y 2034: A Novel of the Next World War de Elliot Ackerman y Jim Stavridis.
"Lo interesante aquí es que P. W. Singer es un autor consolidado que ha escrito libros relevantes sobre ciberguerra, empresas militares privadas y ciberguerra. Mientras que Jim Stavridis fue almirante y jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa", explica.
Ambas novelas hablan del auge de China y las formas no estrictamente convencionales en las que podría transcurrir las guerras del futuro. Evitaremos hacer spoilers. Lo que sí que se sabe desde ya es que el momento actual vuelve a recordarnos que la guerra ha cambiado la tecnología, y ahora la tecnología puede cambiar la guerra.
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