Hasta no hace mucho, si querías ganar dinero con tus creaciones en Internet lo importante era que la gente te viera, te leyera, te escuchara. Porque sólo si la gente llegaba a ti en masa, las marcas se interesarían por tus cifras de audiencia y te ofrecerían su colaboración. La audiencia no como fin en sí misma, sino como medio para llegar a una marca y con eso ganar dinero.
No es que el modelo de publicidad haya dejado de ser mayoritario, pero quienes quieran vivir de sus contenidos distribuidos a través de Internet tienen una alternativa (mejor) a depender de sus anunciantes: el pago por contenidos y, más concretamente (y lo que es más novedoso), los micropagos por contenidos. Piensa en Patreon y en esa suscripción de 3 euros al canal de ese chico que analiza aventuras gráficas. Es un micropago. Piensa también en esas pequeñas explosiones de luz y color que salen en los chats de Twitch mientras el streamer de turno revienta oponentes con una bazuca. Micropago. O piensa en verde. ¿Buscas algo especial en una plataforma de salas eróticas o en OnlyFans? Pues eso te costará una propina. Otro micropago.
Con el porno empezó todo
Aunque puedan parecer novedosos, los micropagos llevan mucho tiempo funcionando y su origen poco tiene que ver con streamers que juegan a Fortnite. El porno online ya tenía streamers mucho antes de que nacieran Twitch (2011) o Mixer (2016). Las primeras salas eróticas en directo, como AmandaCam (1998, desaparecida) o LiveJasmin (2001, online), funcionaban como versiones sólo un poco más avanzadas que los teléfonos eróticos de toda la vida. Te pedían el número de la tarjeta, y tantos minutos mirabas el show en directo, tanto te cobraban.
Los micropagos en forma de propinas tardaron algo más en llegar (lo primero era mejorar la calidad del vídeo en directo y que no se colgara), pero ahí estaba ya la fórmula primigenia de las propinas que hoy podemos ver en las retransmisiones en vivo. Y el porno continúa marcando tendencia y empoderando a quienes crean contenidos. Plataformas como OnlyFans o Justforfans permiten acceder a vídeos exclusivos a cambio de una suscripción.
Fuera del entorno sexual, los micropagos parecen una vía de ingresos a tener en cuenta. ¿Por qué ahora sí? Para José Luis Antúnez, emprendedor web y diseñador de experiencia de usuario, hay varias razones que explican el fenómeno: hoy hay una audiencia que hace 10-15 años no había, no hay miedo a pagar por Internet y toda una generación ha nacido ya conectada. A esto hay que sumar que el modelo publicitario va a menos, explica Antúnez, y que “la necesidad de autoexpresión se agudiza cuando ves que lo que haces gusta, motivándote a seguir creando contenidos”. Todo junto crea un caldo de cultivo perfecto para los micropagos: hay personas que quieren crear y vivir de ello, públicos dispuestos a pagar por esas creaciones y plataformas que conectan a las primeras con los segundos.
Con plataformas como YouTube, Twitch, Mixer, Facebook Gaming, Vimeo, Patreon, OnlyFans o Ivoox, entre muchas otras, los creadores de contenido pueden subir sus obras a las plataformas (o emitir en directo) y cobrar por los contenidos.
Micropagos en vivo, la salsa de los streamings
Dentro de los micropagos podemos encontrar desde los mensajes y notificaciones especiales que aparecen en pantalla durante las retransmisiones en vivo, que son los micropagos más baratos (un mensaje así cuesta unos pocos céntimos de euro), hasta las suscripciones en plataformas como Patreon, YouTube o las propias Mixer y Twitch, cuya aportación mensual puede ir de 1 euro (Patreon) a los 24,99 euros (máximo de Twitch).
Pero apartemos un momento las suscripciones y hablemos de los micropagos por excelencia: las propinas que los espectadores de un programa en directo dejan caer en forma de emojis, GIFs y luminosos mensajes de chat. Las plataformas gamers introdujeron esto (con permiso de las salas eróticas) pero hoy es casi un estándar en el streaming en vivo, sea gamer o no. Hasta YouTube lo integra en su Super Chat. Pagas para que tu mensaje salga coloreado, bien porque quieras hacer algún comentario que merezca ser pintado en un color de alta densidad, bien porque exista la dinámica de preguntar a los presentadores.
El Super Chat es una versión limitadísima de lo que las plataformas gamers ofrecen, aunque su sencillez está en línea con el tipo de espectadores que hay en YouTube, un público generalista que no se parece al público eminentemente gamer de Twitch, Mixer o Facebook Gaming. (YouTube Gaming, el intento de Google por atraer a jugadores y espectadores de videojuegos, echó el cierre en mayo de 2019).
Para micropagar en YouTube, basta con tener la tarjeta asociada a la cuenta de Google. Hacer lo mismo en una plataforma gamer es más complicado: tienes que cambiar tu dinero por sus propios tokens. Twitch usa los bits, Mixer, los embers, y Facebook Gaming, las estrellas.
Con 1 euro puedes comprar:
- 64 embers en Mixer.
- 65 bits en Twitch.
- 78 estrellas en Facebook Gaming.
Una vez tenemos estos tokens, podemos utilizarlos para comprar funciones especiales que, al usarlas durante las retransmisiones, premian a los streamers (tampoco mucho: reciben menos de 1 céntimo de euro por cada token utilizado).
La gamificación de ver a otros jugar
Cada plataforma tiene sus peculiaridades, pero la opción mayoritaria es intercambiar los tokens por emojis y efectos especiales que podemos utilizar para destacar nuestros mensajes en el chat. Sin embargo, existen opciones mucho más interactivas como participar en la propia partida que se está viendo, activando eventos que hagan la vida más fácil o más corta al streamer (generando recursos o enemigos en Minecraft, por ejemplo) o incluso asumiendo el control del juego durante unos instantes si tenemos el mando en la mano.
Esta gamificación de ver cómo otros juegan no acaba con la posibilidad de influir en las partidas, sino que continúa impulsada por las propias plataformas, que publican rankings para ver quiénes son los fans que más tokens han utilizado. Todas las plataformas tienen una galería de medallas que sus usuarios pueden colgarse para separar a los fans corrientes de los que se rascan el bolsillo.
Mixer va un paso más allá en fomentar la competición y no sólo tiene en cuenta el dinero, sino también el tiempo que pasas viendo cómo otros juegan. La plataforma de Microsoft otorga gratuitamente una especie de tokens (los sparks) que los espectadores consiguen simplemente por estar viendo el streaming. Estos sparks permiten comprar más opciones de expresión y también medallas que reconocen tu afición voyeur.
Suscripciones, el micropago que se hace en frío
No todo son micropagos en directo, también están las suscripciones. Una suscripción permite que los fans accedan a contenidos que de otra forma no verían. Y quien dice contenidos (vídeos, podcasts, ilustraciones, textos), dice emojis, GIFs y todo tipo de merchandising visual que los fans pueden utilizar durante las transmisiones en vivo para dejar claro su condición de fan. De nuevo, más gamificación para los espectadores.
Suscribirse al contenido de un creador está hoy a la orden del día. Lo que Patreon popularizó en 2013 para que los suscriptores accedieran a contenidos exclusivos, y que OnlyFans ha llevado al porno, ya lo ofrecen todas las plataformas gamers de las que hemos hablado. Hasta YouTube lo activó el año pasado, de nuevo copiando lo que en otras plataformas funciona. Las cuotas varían de unas plataformas a otras: Patreon establece una cuota mínima de 1 euro al mes, YouTube, 2,99 euros (la cambia cada pocos meses), Twitch y Mixer están en los 4,99 euros, aunque la plataforma de Amazon permite subir hasta los 24,99 euros. OnlyFans puede llegar hasta los 46 euros al mes.
"Creo que estamos en la primera ola de las plataformas de los micropagos", explica Antúnez. "Todos los Patreon generalistas que hay ahora creo que lo pasarán mal a corto y medio plazo. Veo más futuro en las plataformas dedicadas a una categoría o nicho específico. Y a pesar de que estos Patreon se especialicen siempre tendrán la amenaza de los Instagram, Twitter, TikTok… que creo que tarde o temprano integraran los pagos en su plataforma".
De momento, los micropagos navegan en un terreno confuso entre las aportaciones minúsculas más propias de los streamings en vivo, y las suscripciones mensuales que pueden sumar más que las cuotas de Netflix y HBO combinadas. Sean microaportaciones o maxiaportaciones, los micropagos suponen un modelo de negocio que tiene algo que ofrecer a creadores y a fans. Los fans pagan por contenidos que sin pasar por caja no tendrían, y los creadores de contenidos disponen de un flujo de ingresos que les libera de depender de anunciantes y terceros. Todos ganan.
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