En los episodios de la tercera temporada de ‘The Good Fight’ se está incluyendo un vídeo musical animado en el que se explica algún término legal utilizado por los personajes o se pone alguna referencia en contexto. En ’The One Where Kurt Saves Diane’, el último episodio que ha estrenado CBS All Access, el vídeo en cuestión es reemplazado por una pantalla en negro en la que se superpone el texto: CBS ha censurado este contenido.
En un principio pensamos que este era un divertido comentario meta, pero según informaron algunos medios, fue una solución creativa de los responsables de la serie, después de que la división de Standard and Practices de la cadena expresara sus reservas sobre el tema del que hablaban. Ese tema eran las tácticas usadas por algunas empresas de Estados Unidos para entrar al mercado chino: doblegarse ante sus leyes de censura, mientras se proclaman como defensoras de la libertad de expresión en el resto del mundo.
Este tipo de censura en las series de televisión ha existido desde siempre, y tal como vemos en el ejemplo anterior, siguen vigentes. Nos enteramos de ellas solo cuando los creadores lo comentan en una entrevista, como esta de Shonda Rhimes, en la que decía que un episodio de 'Anatomía de Grey’ emitido hace unas semanas se encontró con notas de la división de Standard and Practices de ABC, en las que las instaban a eliminar algunas palabras y planos durante una escena en la que se realizaba la evaluación forense de una violación (rape kit). En este caso, Rhimes consiguió rodar la escena tal como estaba prevista, privilegio con el que no contaba en las primeras temporadas de la serie, en las que no le permitían decir la palabra vagina o plantear tramas sobre abortos.
En el cine ocurre lo mismo con la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos, el organismo encargado de otorgar el certificado de calificación por edades para la distribución en salas de las películas. El documental ‘Los censores de Hollywood’ denuncia algunos de los criterios que son utilizados para calificar las películas, que demuestran la hipocresía de un sistema que veta un plano del rostro de una mujer que llega al orgasmo y no una escena violenta en la que sufre una violación.
Otra práctica, quizá menos conocida para el público general, es la de editar versiones censuradas de las películas para incluirlas en los catálogos de las aerolíneas. Las distribuidoras de Hollywood y del mundo entero han reeditado y siguen reeditando sus películas para eliminar o suavizar escenas de contenido sexual o demasiado violentas para que puedan verse por cualquier pasajero.
Todo esto nos demuestra que, aunque estemos entrando en la segunda década del siglo XXI y en territorios que no están bajo una dictadura, la censura sigue jugando un papel en la distribución de los productos audiovisuales. Con muchas reservas podemos llegar a entender que algunas de estas restricciones se sigan aplicando a la televisión generalista, pero asumimos que éstas no se aplican en las plataformas de streaming, a las que les atribuimos una libertad total de contenido. Una libertad es un espejismo, porque este es un tema lleno de contradicciones.
La autorregulación por regímenes de censura locales
Aunque las leyes que regulan los contenidos permitidos en las series y películas que se estrenan de territorios como India o Singapur, no debería afectar a los contenidos de servicios de vídeo bajo demanda, tanto Netflix como Amazon Prime Video han elegido rendirse ante ellas voluntariamente en muchos casos, incluyendo episodios y películas censurados desde su estreno, o accediendo a eliminarlos a petición de los gobiernos locales.
En un principio Netflix parecía dispuesta a rechazar la autorregulación, pero según reportó CNN en enero de este año, la plataforma ha firmado un código de buena conducta, con el que autoregulará su contenido en India; conductas que incluyen el respeto a su bandera nacional y a los sentimientos religiosos y evitar imágenes que promuevan el terrorismo o cualquier acto de violencia contra el Estado.
En este artículo de 2017 ya se hacía referencia a las versiones censuradas que estrenaba en su catálogo en India, con ejemplos como episodios de ‘American Gods’, en los que se pixelaron los desnudos, y otro de ‘The Grand Tour’ en el que se habían eliminado escenas en las que aparecía un esqueleto bovino. Esta estrategia de autocensura voluntaria de Amazon Prime Video es precisamente de lo que podría haber hablado el vídeo que no vimos en el episodio de ‘The Good Fight’. Un movimiento que también realizan empresas como iTunes y Google Play, y que en el caso de la empresa de Jeff Bezos, responde a una preocupación por los obstáculos legales que pueda encontrarse para el área de empresa que más le interesa: el comercio electrónico.
El episodio ‘Saudi Arabia’ de ‘Patriot Act’ en Netflix explica la situación de censura que se vive en Arabia Saudí mejor de lo que podría intentar hacerlo yo. En el vídeo, Hasan Minhaj explica que un episodio anterior de su programa había sido retirado del catálogo de Netflix por presión del gobierno saudí. Un ejercicio magnífico de la defensa de la libertad de expresión por parte de Minhaj, que es en sí mismo una paradoja, porque lo realmente importante en todo esto es que Netflix se rindió ante la presión de un gobierno y censuró su propio contenido.
Y esta no era la primera vez que lo hacía, anteriormente había retirado de su catálogo de Singapur las series 'Disjointed', 'Cooking on High' y 'The Legend of 420' por que el gobierno las catalogó como representaciones positivas del consumo de drogas. La puerta está abierta para que estosiga ocurriendo.
Algunos ejemplos de autocensura en la distribución global de contenidos
En la época dominada por el acceso a contenidos P2P,Internet podía entenderse como una fuente infinita de material libre de censura. Con la llegada de las plataformas de streaming se brindó comodidad a los usuarios, que ahora solo requieren de una suscripción para encontrar un amplio catálogo de oferta, sin necesidad de usar aplicaciones adicionales o estar al tanto de lo que se estrena fuera de nuestras fronteras. ** Y la libertad de censura se sentía intrínseca**, porque la imagen que tenemos de ellas es la que antes representaba HBO, la de un lugar en el que no había restricciones.
Sin embargo, la retirada de episodios, y otras tácticas que podemos entender como censura, son prácticas más comunes de lo que nos gustaría. Algunos usuarios vienen comentado en Reddit que Netflix está reemplazando palabras supuestamente malsonantes por otras más inofensivas en los subtítulos para personas con dificultad auditiva de series como ‘Narcos’ o‘Queer Eye', o incluyendo pitidos en el audio. También se supo que había censurado la película belga ‘Girl’, ganadora del premio Caméra d’Or en el Festival de Cannes de 2018. Y la actriz Adriana Torrebajano comentaba en sus Stories de Instagram que había visto sus pechos censurados en el cartel de la película ‘La sombra de la ley’disponible en la plataforma.
El episodio 35 de ‘La abeja Maya 3D’ fue borrado de Netflix en Estados Unidos después de que una madre denunciara en su cuenta de Facebook que en él aparecía una imagen fálica. La misma plataforma reeditó la película ‘A ciegas’, a petición del gobierno francés, para eliminar las imágenes reales de un accidente de tren de 2013, y también retiró el documental ‘Root Cause’ de su catálogo, después de que una asociación de dentistas denunciara que establecía una falsa asociación entre las endodoncias y el cáncer.
Amazon Prime Video retiró varios documentales antivacunas después de un reportaje de la CNN, aunque en su tienda online todos los libros de este tema siguen a la venta; y HBO ha empezado a retirar de su catálogo en Estados Unidos todo el contenido erótico, justo después de su adquisición por parte de AT&T, aunque aseguran que la decisión la tenían tomada previamente.
La eliminación de contenidos después de un escándalo
En 2018, FX en Estados Unidos, y HBO y Netflix a nivel global, decidieron retirar todas las series o monólogos de Louis C.K. de sus catálogos después de que este reconociera públicamente que los rumores que habían estado escuchando sobre él durante años eran ciertos. Lo mismo ha ocurrido con Woody Allen, que ha demandado a Amazon Prime Video después de que rescindiera unilateralmente el contrato que habían firmado en 2017, por el cual garantizaba la distribución de cuatro películas, incluida ‘A Rainy Day in New York’ que ya había finalizado su producción.
A título personal, yo tengo una opinión muy firme sobre Louis C.K. y lo he cancelado de mi vida, pero sobre la mesa está la discusión de que estas prácticas deben considerarse como censura. Y, al final, los nombres propios que protagonizan estos escándalos no son los únicos perjudicados por estos lavados de manos de los distribuidores de contenido, sino todo el equipo que ha trabajado para ellos y podría estar recibiendo ingresos en conceptos de derechos. Eso es lo que ha ocurrido con los actores de ‘Roseanne’ que, después de los comentados tuits racistas de Roseanne Barr, vieron como la serie desaparecía del catálogo de Hulu y se anunciaba que no habría futuras reposiciones de capítulos en ningún canal de televisión.
Un escándalo más reciente, el de las estafas en las admisiones universitarias de Felicity Huffman y Lory Houghlin, ha propiciado que Netflix posponga de manera indefinida el estreno de la película ‘Otherhood’, protagonizada por Huffman y que estaba previsto para el pasado 26 de abril; y que anuncie que Houghlin no estará en la siguiente temporada de la serie ‘Fuller House’. La actriz también ha sido eliminada del montaje de la serie ‘When Calls The Heart’ del canal Hallmark, como cuando remplazaron a Kevin Spacey por Christopher Plummer en la película ‘All The Money in The World’, pero sin volver a rodar las escenas, simplemente eliminándola de las tramas.
'Los Simpson' también han reaccionado de la misma manera eliminando de la circulación el episodio ‘Stark Raving Dad’ de la tercera temporada, en el que había participado con su voz Michael Jackson. Este episodio desaparecerá de las próximas ediciones en DVD, reposiciones de la serie y todas las plataformas. La decisión se tomó después de que HBO estrenara el documental ‘Leaving Neverland’; James L. Brooks, uno de los productores ejecutivos de la serie, dijo que habían tomado esta decisión en conjunto como una forma de mostrar compasión y respeto por las víctimas: “Estoy en contra de la quema de libros, pero este es el nuestro y se nos permite quitarle un capítulo”, dijo en una entrevista.
Movistar+ hizo lo suyo el pasado mes de abril retirando el monólogo que hizo Iggy Rubin en un programa de ‘La resistencia’. Borró todos los rastros de la plataforma, porque a diferencia de haberlo emitido un solo día, ese contenido permanecería en su catálogo. Y aunque aquí entran en juego muchas otras sensibilidades, implicaciones políticas y en época de campaña, eliminarlo de su catálogo de vídeo bajo demanda es un signo propio de estos tiempos en los que se teme porque, para lo que aquí nos interesa, el contenido ya no es efímero y adquiere permanencia.
Como demuestran estas situaciones, la censura no se produce solo en territorios con regímenes totalitarios o códigos morales estrictos. La autocensura de estos players tampoco funciona como la de organizaciones como el Standard and Practices de la televisión de Estados Unidos, que regula el contenido antes de su emisión. Lo que hemos venido viendo en los últimos años es la tendencia a retirar contenido como respuesta a la presión social, una estrategia de imagen pública con la que prefieren ser titular negativo durante un día, si alguien alude a la defensa de la libertad de expresión, o al derecho del propio usuario a decidir lo que está dispuesto a ver, que estar expuestos a serlo periódicamente, cada vez que un nuevo usuario descubra ese contenido y decida reflotar la queja.
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