Este clásico de la fantasía de los 90 desborda ingenio, humor y una estética única, y puedes verla en streaming

Echamos de menos a Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, pero aún nos quedan joyas como esta

La Ciudad De Los Ninos Perdidos
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Hubo un momento en el que los franceses Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro parecía que iban a poner patas arriba el cine fantástico europeo. Su debut, 'Delicatessen', llamó la atención de la cinefilia internacional con su brutal equilibrio entre canibalismo costumbrista e idilio de tebeo galo. Su segunda película, 'La ciudad de los niños perdidos', que puedes ver en Flixolé y Movistar Plus+, disparó su presupuesto y su delirio, en una especie de blockbuster onírico que por desgracia rubricó el final de su colaboración, con Caro centrándose en la ilustración y el diseño y Jeunet dirigiendo algún éxito más como 'Amelie' o 'Alien Resurrection'.

Por desgracia ninguno igualaría la febril innovación visual de sus dos películas juntos, un mundo personal lleno de gadgets analógicos, retrofuturismo y excentricidad argumental, comparable a las visiones del mejor y más personal Tim Burton, del loquísimo Terry Gilliam de 'Brazil' o a lo que poco después y por esa época en España haría ese alumno aventajado de los franceses que fue el primer Javier Fesser. 'La ciudad de los niños perdidos' es el mejor ejemplo de su creatividad y de cómo funcionaba en los noventa un cine de gran presupuesto pero también de autor, y que por desgracia se ha esfumado de las pantallas.

El mundo de 'La ciudad de los niños perdidos' se nos presenta con una extraña plataforma marina, donde el malvado Krank envejece prematuramente, pues carece de la facultad de soñar. Por ello rapta a los niños de la ciudad para robarles sus sueños. Le acompañan en sus malvados planes un cerebro que flota dentro de un acuario y una banda de hombres clónicos. En una ciudad portuaria deciden enfrentarse a él una niña de nueve años y un extraño gigante de buen corazón, aliados con un ejército de críos.

Este delirio oscuro a medio camino entre las historias de huerfanitos aguerridos victorianos y una críptica parábola anticapitalista salpimentada con continua experimentación visual digital, sigue siendo un islote de creatividad oscura. Su humor físico, el descubrimiento de Ron Perlman como fuerza de la naturaleza y su ritmo febril y con varias ideas brillantes por plano la convierten en una película única y a recuperar.

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