David Cronenberg tocó el cielo de la Nueva Carne con esta nueva versión del clásico del cine de mad doctors
La película original de Kurt Neumann de 1958, basada en un relato breve de George Langelaan, tenía un punto de partida sensacional: una máquina teletransportadora fusionaba los cuerpos de un científico y una mosca que pasaba por ahí, dando pie a dos criaturas horrendas, un hombre con cabeza y mano de mosca y una mosca con aterradora cabeza de persona. David Cronenberg rehizo este concepto llevando la fusión un paso más allá, en busca de nuevas experiencias cárnicas.
Para 1986, año de estreno de 'La mosca', que podéis recuperar en Disney+, David Cronenberg llevaba una carrera consagrada a explorar los límites de lo físico, convirtiéndose en el abanderado del movimiento de la Nueva Carne. Su absoluta obra maestra, 'Videodrome', había fusionado los excesos sensuales con la tecnología analógica, y 'La mosca' usó lo que había aprendido allí y en otras películas como 'Scanners','Vinieron de dentro de...' o 'Cromosoma 3' e inyectó en el argumento original de la película de Neumann disquisiciones muy personales sobre la muerte, la enfermedad y la volubilidad del cuerpo.
En esta nueva versión, el científico es Jeff Goldblum, y también una mosca se introduce en las cabinas en el momento del teletransporte, pero lo que hace la computadora que controla las cabinas no es devolver dos cuerpos mezclados, sino fusionar los dos organismos en uno. Esto hará que el científico empiece a experimentar cambios físicos y mentales que pondrán en peligro no solo su vida, sino también la de su amante, una periodista a la que da vida Geena Davis.
Davis y Goldblum protagonizan así una de las historias de amor trágico más significativas y emocionantes del cine de género de los ochenta, con un tramo final lleno de giros aterradores. Goldblum brilla como perfecto lienzo de los cambios físicos diseñados por Chris Walas, y que funcionan no solo como tremenda historia de body horror, sino como metáfora de los estragos que el paso del tiempo y las enfermedades hacen en nuestros cuerpos. Una total obra maestra que no ha envejecido ni pizca (en su día se vio como metáfora del SIDA, pero no es difícil encontrarle paralelismos aún más trascendentales) y que sigue siendo una de las cimas del horror físico de los ochenta.
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