Hablar de gaming no es tan sencillo como parece. Existen muchos artículos que enfocan toda su atención en la RAM, el procesador y la tarjeta gráfica. Es obvio que estos tres son los principales actores de esta función, pero hay muchos más. Y algunos se ignoran tanto que acaban desembocando en graves problemas.
Hablamos de un puñado de factores que marcan las claves de un verdadero equipo para jugar videojuegos sin trabas, sin tener que dar pasos atrás porque se nos ha escapado detalle alguno.
Refrigeración
La eterna ignorada, hasta que todo el mundo empieza a quejarse en foros y redes porque tal o cual producto ha salido rana y se recalienta más que una planta secadora de ropa. La buena refrigeración es sinónimo de buen diseño, de una modularidad inteligente y creativa de crear un producto capaz de ofrecer potencia pero sin destruir su propia configuración. No todos los equipos reciben el reconocimiento de cumplir estos puntos.
Las unidades de estado sólido generan menos calor que los HDD de toda la vida, pero aún tenemos a la tarjeta gráfica echando humo. Los equipos gaming baratos escatiman en la caja exterior y ésta ha de dar la talla en muchos aspectos: suficientes bahías libres, conexiones, espacio para una gran fuente de alimentación o unas cuidadas ranuras para la refrigeración. Y para ello se requiere una gran construcción y un uso inteligente de los materiales.
Audio: altavoces, drivers y conexiones
Este segmento está tan ignorado que es fácil encontrarse, en el mercado del gaming, con portátiles y sobremesas de gama alta con un triste conector externo para auriculares y una tarjeta compartiendo recursos. Eso que llaman «sonido de calidad» es, en muchos géneros, más una necesidad que un capricho accesorio. Como en los shooters.
Por suerte, los fabricantes han despertado de ese letargo y han empezado a apostar por equipamientos que antes formaban parte de las tarjetas de audio externas que podíamos encontrar en estudios de grabación. ASUS, por ejemplo, opta por vestir sus ROG G20 con un ESS Sabre, uno de los DAC más prestigiosos del mundo que reduce los niveles de ruido de señal al mínimo posible y lanza un audio de alta resolución 24bit/192kHz directamente a nuestros auriculares o altavoces externos.
Monitorización
Un software propietario, que consuma pocos recursos pero muestre un glosario amplio de datos, es un amigo al que acudir cuando las cosas se ponen feas. Tampoco es necesario un gran despliegue de datos que ni seamos capaces de interpretar, pero nos vendrá genial conocer la cantidad de RAM disponible, los niveles de escritura de disco, el consumo de CPU y GPU, etcétera.
Fabricantes como la propia ASUS han planteado alternativas tan curiosas como la ROG BAND, una pulsera inteligente con comunicación NFC desde la que puede activarse el modo Alto Rendimiento del equipo, además de dar acceso a un Shadow Drive, es decir, una partición del disco donde permanecerán salvaguardados nuestros datos imprescindibles. El wearable se asocia a nuestro perfil y nadie podrá acceder a esa información sin ella.
Overclocking
Durante años el overclocking ha sido considerada una técnica peligrosa, como ese arte marcial ancestral que nadie enseña por miedo a ponerlo en práctica. La realidad es que sí, sin saber usarla, puede acabar tostando el PC.
El overclock es un concepto anglosajón que hace referencia a esa potencia, ese aumento de velocidad sobre el reloj de la CPU. A través de la BIOS podemos alterar algunos parámetros de manera que aumentemos el rendimiento interno del procesador, como si realmente hubiésemos adquirido un ordenador más potente.
Pero en la práctica no es tan sencillo: un sobrecalentamiento y diremos chao! a la placa madre para siempre. Por esto mismo, algunas marcas han considerado automatizar este proceso para hacer un seguimiento constante del rendimiento. El equipo del que hablábamos anteriormente cuenta con un modo de Overclock automático. Las funciones son las de siempre: subir la velocidad de la GPU de 1.37 GHz a 1.44 GHz, por poner un ejemplo.
Diseño
Es obvio que aunque la mona se vista de techie, mona se queda, pero hay que recordar dos máximas: los equipos gaming, más aún cuando nos centramos en torres de PC, apenas van a moverse de un escritorio. Vivirán sobre o bajo una mesa, así que merece la pena cuidar los detalles, optimizar el espacio, etcétera.
Y dos: el tipo de caja también definirá el tipo de ordenador que tendrás dentro. La razón es sencilla: existe una amplia variedad de chasis y cada uno atiende a una distinta necesidad. HTPC, ITX, mATX o Full Tower son nombres que tal vez no te suenen pero determinan el tipo de placa que se podrá montar dentro. No existe uno mejor que otro, simplemente cada uno sirve a un distinto tipo de función, según el espacio o añadidos que tengas.
Conexiones
Puertos USB que conectan de forma ineficiente a los pocos meses de uso, salidas para auriculares que dan toda la vuelta a la torreta, conectividad WiFi que nos deja tirados porque el chip está situado en alguna zona donde el calor redundante afecta al rendimiento… No son problemas inventados, sino el pan de cada día de muchos usuarios.
Cuando hablamos de conexiones nos referimos al interior y al exterior: capacidad de ampliar el disco duro o suficientes slots para la RAM. Sabemos que todo tiene un precio, pero estos son los mínimos exigibles en los tiempos que corren. Citábamos el ejemplo del ROG GT51CA porque apuesta por una modularidad interesante: dos SSD NVME M.2 PCIe de 512 GB funcionando en RAID 0 y un HDD mecánico de hasta 3 TB y 7.200 RPM —o hasta seis, por cuenta con bahías de 3.5″—.
De esta manera tenemos lo mejor de los dos mundos: la velocidad frenética de los discos sólidos, implantada en millones de tablets, convertibles y modelos que hacen más ligero su peso. Y la apuesta por tantos gigas necesitemos, a un precio económico, y así no sacrificar nada de nuestras librerías.
Iluminación
Y te preguntarás: ¿en serio? ¿Este artículo también va a caer en estas bobadas? Bueno, tal vez cuando estamos intentando concentrarnos en mitad de la noche, agradeceremos poder bajar, subir, cambiar de color, enfocar las zonas de iluminación, etcétera. Si un equipo, como en los nuevos ROG Strix GL703, lo facilita, eso que habremos ganado.
Porque realmente no se trata de convertir nuestro sistema de juego en una noria de feria, sino en dotar de tantas funcionalidades extra como sean posibles. Al fin y al cabo, ese y no otro debería ser el objetivo perseguido por los fabricantes: dar a los jugadores lo que necesitan.
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