La frontera que separa a los monitores y los televisores está más desdibujada que nunca. Tradicionalmente hemos asociado los ordenadores a los monitores y las consolas de videojuegos a los televisores, y existen argumentos de carácter técnico que lo justifican. O, mejor dicho, lo justificaban. Y es que durante los últimos años algunas de las tecnologías propias de estos dispositivos han sido adoptadas por el otro tipo de pantallas, lo que ha provocado que actualmente tengamos un abanico de opciones mucho más amplio a nuestra disposición cuando nos vemos en la tesitura de elegir una nueva pantalla.
Los monitores siguen siendo la opción predilecta de la mayor parte de los usuarios cuando buscan el dispositivo de visualización idóneo para su PC. Y los televisores se encuentran en la misma situación cuando el elemento que vamos a conectarles es una consola de videojuegos. Sin embargo, actualmente tenemos razones de peso para contemplar también otros escenarios en los que tiene sentido conectar un ordenador a un televisor. Y hacer lo mismo con una consola de videojuegos y un monitor. Eso sí, al margen de cual sea la opción por la que nos decantemos, disfrutaremos algunas ventajas y nos veremos limitados por varios inconvenientes.
En algunos escenarios de uso merece la pena contemplar la posibilidad de conectar nuestro PC a un televisor, así como de enviar la señal de vídeo de nuestra consola a un monitor
El objetivo de este artículo es, precisamente, profundizar en los «pros» y los «contras» que conlleva elegir un televisor o un monitor, enmarcando esta decisión, que es lo realmente importante, en un escenario de uso concreto. Y es que, como vamos a ver a continuación, nuestra elección debe apoyarse tanto en razones de carácter técnico como en motivos puramente económicos. Es interesante, incluso, tener en cuenta algunos matices para determinar en qué contexto nos interesa elegir un monitor. O cuándo es preferible que nos decantemos por un televisor. Benditas opciones. Vamos con ellas.
El televisor tiene sentido como herramienta de trabajo junto a un PC
Os propongo que comencemos planteándonos un escenario de uso muy interesante, pero relativamente poco habitual: utilizar un televisor como compañero de trabajo de un ordenador (en el escenario de ejecución de juegos indagaremos más adelante). Estoy seguro de que muchos usuarios ni siquiera se plantean esta opción, pero, sin duda alguna, merece la pena contemplarla por una razón muy contundente: podemos hacernos con un televisor de gran formato y última hornada por una inversión más reducida que la que nos obligaría a afrontar un monitor con un tamaño de pantalla y resolución similares.
Por poco más de 200 euros es relativamente fácil encontrar televisores de primeras marcas equipados con un panel IPS o VA de 32 pulgadas y resolución Full HD. Un monitor de 27 pulgadas de cierta calidad puede ofrecernos una resolución más alta, pero su precio también suele ser mayor. Mucho mayor en algunos casos. No obstante, el panorama se vuelve mucho más interesante si estamos buscando un dispositivo de visualización con resolución 4K UHD para nuestro PC.
Uno de los problemas que acarrea apostar por un televisor en este contexto consiste en que los fabricantes no suelen tener en su porfolio modelos con resolución 4K UHD y paneles inferiores a las 40 pulgadas. Y es comprensible que a algunos usuarios este tamaño les parezca excesivo. Sin embargo, si utilizamos nuestro PC para editar vídeo, retocar fotografías, modelar objetos en 3D o ejecutar cualquier aplicación que implique la visualización de grandes volúmenes de datos, una pantalla de este tamaño y resolución puede ayudarnos a incrementar nuestra productividad de una forma similar a como lo harían dos monitores más pequeños.
Afortunadamente, hoy en día podemos encontrar en el mercado televisores 4K UHD con un HDR básico y de primeras marcas por poco más de 400 euros
La buena noticia es que no es difícil encontrar en el mercado televisores 4K UHD de 40 pulgadas con HDR fabricados por primeras marcas a precios que oscilan entre los 400 y los 500 euros. Pertenecerán a la gama de entrada, pero, aun así, su calidad de imagen no debería verse comprometida. Y, sobre todo, uno de estos televisores suele ser más económico que un monitor 4K UHD de calidad equiparable por encima de las 27 pulgadas, y también más barato que dos monitores de 27 pulgadas con esta resolución.
Si, además, introducimos en la ecuación la tecnología HDR, que puede resultar muy interesante si trabajamos con vídeo, la balanza se inclina vertiginosamente a favor del televisor porque actualmente muy pocos monitores incorporan esta tecnología (este panorama debería cambiar a medio plazo a medida que vaya llegando a las tiendas la nueva hornada de monitores). Actualmente no vamos a encontrar en el mercado televisores con HDR10 por menos de 500 euros, pero, aunque su HDR no sea el más espectacular, su nivel de brillo probablemente será muy superior al de un monitor.
Como veis, si nos ceñimos al equilibro que nos ofrecen los televisores frente a las variables tamaño del panel, resolución, tecnología HDR y precio, merece la pena que los tengamos en cuenta. Pero hasta aquí llegan las ventajas. Antes de decantarnos por un televisor para conectarlo a nuestro PC es esencial que conozcamos también qué desventajas implica, especialmente las de índole técnica, porque podrían condicionar seriamente nuestra experiencia de uso.
Aquí empiezan las restricciones que nos interesa conocer
Aunque no es estrictamente una desventaja, es importante que antes de elegir un televisor nos cercioremos de que incorpora un modo de funcionamiento conocido como «modo presentación» o «modo PC», que puede tener un efecto ligeramente diferente al «modo juego». Al activarlo deshabilitaremos el overscan, que es el recorte y estirado que realizan automáticamente algunos televisores para anular los marcos de las imágenes, y también anularemos todo el procesado que puede venir bien en otros escenarios de uso, pero que en el que nos interesa puede provocar que las imágenes sean menos nítidas e incrementar sensiblemente la latencia de entrada.
Por otro lado, si trabajamos con vídeo y queremos utilizar el HDR nos vendrá bien que el nivel de brillo de nuestro televisor sea relativamente elevado, pero un brillo excesivo puede provocarnos fatiga ocular al trabajar con las demás aplicaciones (hojas de cálculo, procesadores de texto, navegadores, etc.), por lo que es importante que lo ajustemos correctamente.
Una limitación que debemos contemplar antes de decantarnos por enviar las imágenes generadas por nuestro PC a un televisor consiste en que las resoluciones y las frecuencias de refresco que admite son habitualmente más limitadas que las aceptadas por un monitor. Si trabajamos con las resoluciones Full HD o 4K UHD no tendremos ningún problema, pero si nos salimos de ellas cabe la posibilidad de que sí lo tengamos.
Por otro lado, la conectividad de los televisores está más limitada que la de los monitores. Suelen incorporar tres o cuatro entradas HDMI, una característica que puede venirnos bien, pero normalmente carecen de entradas DisplayPort. Además, lo habitual en los televisores 4K UHD es que solo una de las entradas HDMI responda a la norma HDMI 2.0, por lo que deberemos identificarla correctamente (suele estar indicada en el manual de usuario) si queremos enviarle una señal 2160p con una tasa de refresco de 60 FPS. Si conectamos nuestro ordenador a una de las otras entradas, que serán HDMI 1.4, solo podremos enviar al televisor señales 2160p a 30 FPS.
La limitación de la frecuencia de refresco puede ser importante si vamos a utilizar nuestro ordenador conectado a un televisor para jugar (profundizaremos en este escenario de uso más adelante), pero para trabajar, incluso aunque lo hagamos con vídeo, las señales 2160p a 60 FPS representan un «techo» muy aceptable. Otra restricción de los televisores que nos interesa tener en cuenta consiste en que normalmente su peana no nos permite ajustar su posición vertical, y tampoco su inclinación, algo que muchos monitores sí nos permiten hacer.
Y, por último, un apunte importante: si somos entusiastas o profesionales de la fotografía, apostar por un televisor para retocar nuestras capturas no es una buena idea. Es preferible optar por un monitor específico para fotografía, como, por ejemplo, el BenQ SW240 que han probado recientemente nuestros compañeros de Xataka Foto, porque si lo tenemos bien calibrado nos permitirá trabajar con el color con mucha más precisión gracias a la cobertura que suelen ofrecer de los espacios de color Adobe RGB y DCI-P3.
Estas son las ventajas que conlleva conectar nuestra consola a un monitor
Como acabamos de ver, actualmente podemos encontrar en el mercado televisores con resolución 4K UHD, tecnología HDR y un tamaño muy respetable con un precio realmente atractivo (algunos modelos de 40 pulgadas están disponibles por menos de 450 euros). En principio un televisor con estas características es un estupendo punto de partida para disfrutar una consola de videojuegos. Sin embargo, hay un escenario de uso en el que resulta más atractivo apostar por un monitor.
Aquellos usuarios a los que les gusta competir on-line, se dedican profesionalmente a los deportes electrónicos, o, sencillamente, son jugadores avanzados que quieren afinar su experiencia de juego tanto como sea posible, sacarán más partido a un monitor que a un televisor. Esto se debe a que el tiempo de respuesta y la latencia de entrada son sensiblemente inferiores en los monitores (si no sabéis a qué hacen referencia estos dos parámetros os sugiero que echéis un vistazo a este artículo en el que lo explicamos).
La mayor parte de los televisores actuales incorpora una opción conocida habitualmente como «modo juego» que desactiva buena parte del procesado de las imágenes, consiguiendo, de esta forma, reducir sensiblemente la latencia de entrada. Pero, aun así, en lo que concierne al tiempo de respuesta y la latencia, un monitor de buena calidad sigue siendo superior a un televisor. Esta discrepancia entre un dispositivo y otro puede pasar desapercibida para muchos jugadores, pero para los más avanzados puede marcar la diferencia entre progresar o no hacerlo. O, incluso, entre ganar y perder.
Otra ventaja de algunos monitores es que ponen a nuestra disposición la posibilidad de alcanzar cadencias de imágenes por segundo por encima de los 60 FPS que nos ofrecen los televisores a una resolución de 4K UHD. Eso sí, hay muy pocos modelos capaces de hacerlo, y, además, son carísimos. Un buen ejemplo es el nuevo Predator X27 de Acer, que es compatible con la norma HDR10 y su panel alcanza los 144 Hz, pero cuesta la friolera de 1.999 dólares (la conversión a euros probablemente no modificará esta cifra).
Sin embargo, en la práctica esta baza pierde relevancia porque ni siquiera las consolas de videojuegos más avanzadas, como son PlayStation 4 Pro, y, sobre todo, Xbox One X, que es sensiblemente más potente que la máquina de Sony, consiguen superar los 60 FPS a 4K UHD. De hecho, habitualmente alcanzan esta resolución recurriendo a algunos trucos. Y, aun así, no exceden las 60 imágenes por segundo. De todas formas, el enlace HDMI 2.0 tampoco permite superar esta cadencia de imágenes a esta resolución, por lo que en el ámbito de las consolas de videojuegos el «techo» al que debemos aspirar en esta generación es 2160p a 60 FPS.
Otra aportación interesante de los monitores de la que se pueden beneficiar los usuarios de las consolas Xbox One S y One X es su compatibilidad con la tecnología Freesync. La actualización de primavera del firmware de estas máquinas de Microsoft les permite «dialogar» con el monitor, siempre y cuando este último sea compatible con AMD Freesync, para sincronizar el refresco del panel y la cadencia de imágenes generada por la consola de forma dinámica. Esta innovación nos permite obtener unos movimientos más fluidos, reduce los artefactos de las imágenes y tiene un efecto positivo sobre la latencia, por lo que es muy atractiva, sobre todo si tenemos en cuenta que ya hay bastantes monitores en el mercado compatibles con Freesync.
Ahora llegan las «pegas» de los monitores
Como acabamos de ver, los monitores pueden ser unos aliados muy sólidos de las consolas de videojuegos, pero esto no significa que no adolezcan de algunas limitaciones. Una de las más evidentes es la dificultad de encontrar modelos compatibles con la tecnología HDR, un reto que se complica aún más si queremos que implemente la norma HDR10. Ya podemos encontrar alguno en el mercado, como el 436M6VBPAB de Philips del que os hablamos hace varias semanas, y que está a punto de salir, o el Predator X27 de Acer del que os hablé unas líneas más arriba. El problema es que ambos son muy caros (el modelo de Philips roza los 800 euros y el de Acer posiblemente se acercará a los 2.000 euros).
Por otro lado, también nos interesa tener en cuenta que la relación tamaño/coste suele favorecer claramente a los televisores, sobre todo cuando nos fijamos en tamaños importantes. Y, además, estos últimos están disponibles con diagonales mucho mayores. Hay monitores 4K UHD de 27 pulgadas para jugar con precios atractivos, pero si queremos una pantalla de mayor tamaño su coste se incrementa mucho, por lo que en esta tesitura los televisores se consolidan como la opción más apetecible.
Jugar con un PC conectado a un televisor puede ser una buena idea
En la primera sección de este artículo hemos indagado en las ventajas y los inconvenientes que acarrea enviar la señal de vídeo de nuestro ordenador a un televisor. Muchas de las ideas que abordamos en ese apartado siguen siendo válidas aquí, especialmente todo lo que tiene que ver con la posibilidad de hacernos con un modelo 4K UHD con un tamaño importante y equipado con HDR por un desembolso contenido. El Samsung UE40MU6105 de 40 pulgadas cumple todos estos requisitos y está disponible por menos de 450 euros, por ejemplo. Por supuesto, hay otras opciones, y si incrementamos un poco más nuestro presupuesto podemos acceder a televisores de 43 y 49 pulgadas muy atractivos.
Como hemos visto, los televisores nos facilitan mucho el acceso a la tecnología HDR, algo importante cuando estamos buscando un dispositivo de visualización para jugar porque muchos títulos de última hornada sacan partido a esta innovación. Es cierto que el HDR de los televisores de gama de entrada no suele ser muy espectacular, pero tampoco lo es en los pocos monitores que lo implementan (ya veremos cómo rinden los que están a punto de llegar con HDR10).
Eso sí, creo que es oportuno que vuelva a hacer hincapié en la necesidad de identificar en el televisor la entrada HDMI 2.0, que es la que nos permite transportar señales 2160p a 60 FPS. Y, por supuesto, es esencial activar el «modo juego» que mencioné unos párrafos más arriba. De lo contrario la latencia de entrada será considerable y nuestra experiencia de juego se resentirá.
Una última ventaja de los televisores en este escenario de uso que, aunque no es crítica, merece la pena considerar, es que su sonido suele ser mejor que el de los monitores. La mejor opción, sin lugar a dudas, pasa por recurrir a un equipo de sonido externo o a unos buenos auriculares, pero si debemos conformarnos con los altavoces integrados, normalmente los de los televisores rinden un poco mejor, aunque sin sobresalir.
Estas son las limitaciones que debemos aceptar
En los párrafos anteriores ya hemos desgranado con claridad cuáles son las desventajas de los televisores cuando les enviamos la señal de vídeo procedente de nuestro ordenador o consola. Aun así, a modo de colofón podemos repasarlas brevemente. Las más importantes son su mayor tiempo de respuesta (los televisores LCD suelen contar con paneles IPS o VA menos favorecidos en este parámetro que los paneles TN de los monitores más rápidos), una mayor latencia de entrada (que puede corregirse en gran parte gracias al «modo juego»), una menor flexibilidad en lo que concierne a la resolución y la frecuencia de refresco, y, por último, una conectividad más limitada.
Si tenemos un PC muy potente capaz de mover los gráficos a 4K por encima de los 60 FPS apostar por un televisor nos va a impedir disfrutar cadencias más allá de esa cifra. Sin embargo, si nuestro presupuesto nos permite hacernos con uno de los nuevos y carísimos monitores 4K UHD con panel de 120 o 144 Hz, no tendremos ese problema. Por último, una carencia de los televisores no demasiado relevante, pero que también nos interesa tener presente, es la imposibilidad de ajustar su altura e inclinación, algo que un monitor sí suele permitirnos hacer.
La elección óptima no existe: deben prevalecer nuestras necesidades
La conclusión más interesante a la que podemos llegar después de colocar frente a frente, por un lado, las capacidades de los monitores y los televisores actuales, y, por otro lado, los escenarios de uso de los ordenadores y las consolas, es que todas las combinaciones tienen sentido y nos ofrecen ventajas, pero ninguna es perfecta. Todas adolecen de desventajas con las que, inevitablemente, tendremos que lidiar.
Quizás la idea más seductora es que actualmente la elección que nos llevará a decantarnos por un monitor o un televisor está menos condicionada por las limitaciones impuestas por el hardware de estos dispositivos, que hace unos años eran insalvables. Actualmente entran en juego nuestras preferencias, nuestro presupuesto y el escenario de uso en el que nos vamos a mover, lo que pone sobre la mesa unas opciones que posiblemente algunos usuarios hasta hace poco tiempo ni siquiera contemplaban. Como, por ejemplo, el atractivo de conectar un televisor a nuestro PC para trabajar. Al fin y al cabo, en última instancia lo que realmente importa es nuestra experiencia y no tanto los medios que invertimos para alcanzarla.
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